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viernes, 8 de marzo de 2013

Día de la mujer 2013




El 8 de marzo seguimos celebrando -no sólo en clave festiva, sino también, lamentablemente, aún reivindicativa-, el Día Internacional de la Mujer.

Creo que deben ser, al menos, dos los objetivos de este día: crear conciencia entre los hombres y las mujeres del machismo que está incrustado en las estructuras de la sociedad y, segundo, cambiar estas estructuras para que la situación de discriminación, tantas veces grave, que viven las mujeres desaparezca.

A lo largo de la historia de la humanidad posiblemente el descubrimiento de mayor trascendencia e importancia que se haya realizado es el del que podemos denominar Principio de Igualdad que, como ya han hecho otros, podríamos expresar diciendo: Todos diferentes, pero iguales.

A estas alturas sólo cabe explicarse por una ignorancia grande o por una mala voluntad injustificable que haya personas para las que las diferencias físicas o de pensamiento sean más importantes que la igualdad de derechos que deben poder gozar todos los seres humanos, sea cual sea su sexo.

Es evidente que todos somos diferentes: en el sexo, en el color de la piel, en el color de los ojos, en la orientación sexual, en el lugar de nacimiento, en la manera de pensar, en los gustos y en casi todo. Pero junto a esto, ningún ser humano debe olvidar que todos somos iguales, que todos somos personas, ciudadanos y que todos tenemos los mismos derechos. No admitir esto a las alturas que estamos de la evolución de la humanidad es autoproclamarse como de bajo desarrollo mental y vital.

Son muchos los intereses que animan a los machistas a seguir creyendo -e intentar hacer creer- que los hombres son superiores a las mujeres y que en la sociedad lo masculino debe ser más importante y debe prevalecer sobre lo femenino. Quieren poder dominar a las mujeres, convertirlas en seres obedientes, en sumisas suministradoras de placer, en mano de obra barata en casa, en objetos bellos y en seres que nunca sobresaldrán por encima de las cualidades de los hombres. El machista busca el imperio de lo masculino a costa de la igualdad.

Por eso, desde los puntos de vista ético, educativo, político, laboral, económico, social, familiar y cualquier otro que podamos concebir, el gran objetivo a conseguir, el gran valor a realizar debe ser el de lograr la igualdad de derechos entre todos los seres humanos. La sociedad no cambiará, ni para las mujeres ni para nadie, mientras que las igualdades concretas y reales no sean las que inspiren la organización de la sociedad.

sábado, 12 de enero de 2013

Una mujer no es su coño




Ayer, gracias a una amiga, encontré el blog Viajamor, en el que su autora, Elena Alonso, publicó un interesantísimo post titulado A qué huele el coño. Te recomiendo mucho su lectura. Puedes acceder a él pinchando sobre su título.

En mi opinión, el post refleja muy bien tanto la actitud del machista chistoso, que se cree con la capacidad de decir estupideces sin límite relacionadas con la mujer, como la de la mayoría de las personas, quienes, por no crear una situación desagradable, toleran al chistoso y sus bobadas, perpetuando así una situación lamentable de discriminación y de falta de respeto. El post muestra también la encomiable actuación de la autora, que, rompiendo moldes, supo estar a la altura de su dignidad, desarmando al irrespetuoso machista.

Yo quisiera aquí insistir en algunas características de este proceder machista, que ignora por completo el respeto y la consideración que se le deben, en este caso, a cualquier mujer e invitar a reaccionar y desenmascarar la perniciosa injusticia que estos tipos practican.

El machismo es un tipo de discriminación por el que ciertos hombres se creen superiores a las mujeres, creyendo, además, que sus funciones sociales -englobadas en lo que se llama el género masculino- son superiores a las propias del género femenino.

En general, todas las discriminaciones -el machismo, el racismo, la xenofobia, etc.- se basan en una supuesta superioridad del discriminador, lo cual le lleva a creer que puede decir y hacer lo que le dé la gana, anulando el respeto a las personas discriminadas. Esto es lo que le empuja a hacer chistes estúpidos que cosifican y despersonalizan a las mujeres, y que las tratan como si fueran objetos sin dignidad.

Estos chistosos machistas, además, a causa de la falta de dignidad que padecen, han perdido el sentido del ridículo. Es lo que les lleva a pensar que las tonterías que dicen son el colmo de la gracia y del ingenio y a ridiculizar a las que consideran inferiores. Se creen así que quedan por encima de ellas y que adquieren el reconocimiento de los demás. Ante las personas sensatas, sin embargo, lo único que hacen es aparecer como seres pobres en humanidad y como cretinos descontrolados, de los que habría que huir en una próxima ocasión.

Estos machistas tan supuestamente graciosos no son capaces de saber que se retratan con sus chistes y sus chascarrillos. Dan muestras de gran insensibilidad hacia unos colectivos con problemas, que son precisamente aquellos a los que convierten en objetos de sus desgraciadas gracias. Y parece que intentan cubrir sus carencias comunicativas, su falta de temas de interés, sus frustraciones, su alarmante falta de ética o su deficiente realización personal con sus chistes, esperando con ellos el aplauso de la concurrencia, cosa en la que generalmente fracasan.

Me parece muy valiente y meritoria la reacción de la autora del post, plantándole cara al chistoso y dejando bien claro el lugar y la dignidad de la mujer. Me gustaría que hombres y mujeres fuéramos capaces de colaborar en la tarea de hacer real la igualdad y que estuviéramos más dispuestos para hacerles ver a estos tipos que si quieren hablar de la mujer, la traten como a una persona, sin reducirla a alguna de sus partes y sin referirse a ella como lo haría un animal en celo.

jueves, 27 de diciembre de 2012

viernes, 22 de junio de 2012

Esclavas. Exposición de Yolanda Domínguez





Se trata una vez más de que en el mundo actual se sigue queriendo ocultar al ser humano que es cada mujer. En el centro de todo el entramado estructural de nuestras sociedades está instalado el poder. Y el poder está en manos fundamentalmente de los hombres. Esta es la base desde la que surge el problema del que trata la exposición titulada “Esclavas” que nos presenta Yolanda Domínguez en la Galería Rafael Pérez Hernando, calle Orellana, nº 18, de Madrid.

El poder se ejerce siempre sobre alguien. Puede ser que por motivos circunstanciales, que pueden ser económicos, políticos, sociales o de cualquier otro tipo, alguien caiga dentro de uno de los ámbitos del poder y tenga allí que soportarlo. Pero a determinados hombres, que hacen del poder, sea éste poco o mucho, el eje de sus vidas, les interesa tener bajo su mando a personas, no por meras causas circunstanciales, sino estructurales. Necesitan dominar a seres que, al exclusivo juicio de estos poderosos, posean una estructura tal que no puedan alcanzar el estatus que ellos ocupan. Y en este ámbito estructural y como consecuencia de la ideología machista que profesan, colocan a las mujeres. A estos hombres que viven del poder les interesa profesar la idea de que cualquier mujer, por el mero hecho de ser mujer, debe ejercer unas funciones en la sociedad distintas de las que llevan a cabo ellos. Así, a la mujer le corresponde ser femenina, esto es, dulce, obediente, sumisa y bella, entre otras atribuciones de índole igualmente secundaria, de la misma manera que ellos creen haber sido destinados a desarrollar funciones masculinas, siempre relacionadas con el mando, la fortaleza, la libertad y la superioridad.

Esta maniobra interesada de los hombres de poder establece en la sociedad una peculiar distribución funcional. A cada uno de los sexos los machistas asocian un género, con la particularidad de que el género femenino, constituido por las funciones asociadas a las mujeres, siempre es inferior y dependiente de los hombres, que son los llamados a poner en práctica las funciones propias del género masculino. De esta manera, el sexo, a través del género, se convierte en el último criterio de estructuración social.







Es evidente el interés que el hombre machista tiene cuando pone en práctica esta maniobra, porque ella le permite tener a su disposición una mujer obediente que le proporciona mano de obra gratuita en la casa, la satisfacción de las necesidades cotidianas y el recurso a una fuente siempre disponible de placer sexual. Y resulta también evidente el prejuicio del que se deriva toda esta organización social machista: el de la supuesta (y jamás comprobada) superioridad de los hombres sobre las mujeres.

Hay culturas en las que el poder sobre la mujer se ejerce de una manera dura y cruel, con prohibiciones brutales y con ritos que un mínimo sentido de lo humano condenarían. Recordemos, por citar sólo dos ejemplos, a las mujeres de las tribus de los patanes, en Pakistán, que no pueden salir a hacer sus necesidades fisiológicas fuera de la casa, como sí hacen los hombres, mientras no se haga de noche, para que nadie las vea, sufriendo enfermedades renales derivadas del simple capricho masculino; o a las de la tribu de los danis, en el valle de Baliem, en Papúa Nueva Guinea, que deben soportar la amputación de alguna falange de sus dedos cuando muere un familiar varón.

Sin embargo, hay costumbres menos cruentas, más sutiles, pero igualmente eficaces para ejercer el dominio sobre la mujer. Son las que afectan a la vestimenta de las mujeres, como es el caso del burka, que los talibán impusieron como obligatorio a las mujeres en Afganistán. La vestimenta, en general, siempre conlleva una fuerte carga simbólica. Cuando el hombre machista considera que la mujer no es un ser humano, sino un objeto de su propiedad, del que puede gozar a su antojo, y no quiere que ningún otro hombre pueda contemplar eso que es suyo, entonces la tapa sin piedad con telas que van desde el pañuelo hasta el chador, el niqab o el burka. Si la mujer que va dentro de esa cárcel de tela, sufre, tropieza, padece enfermedades por no recibir la luz del sol o termina perdiendo la visión, eso no le importa al machista, porque para él la mujer no es más que un ser inferior, utilizable para sus intereses y sustituible por otra en el caso de que se convierta en inservible.







Es verdad que en nuestra cultura solemos ser muy críticos con el uso del burka. Sin embargo, no nos damos cuenta de que en nuestro entorno vital practicamos otra manera de hacer desaparecer a la mujer como tal, de presentarla no como una persona, sino como una cosa que cumple las funciones que al machista le interesan. Este es el planteamiento de la exposición de Yolanda Domínguez.

Con la misma tela con la que están confeccionados los burkas y en colaboración con Sara Ostos como diseñadora, se presentan prendas femeninas occidentales cargadas de erotismo, de sensualidad e, incluso, alguien diría que de glamour. Tangas, corsés, pezoneras o vestidos más o menos livianos y sugerentes parecen indicar una condena al burka, del que se exhibe también en la muestra un ejemplar auténtico. Sin embargo, la propuesta no acaba en esta crítica, porque la mujer que puede vestir ropas similares a las que se presentan en la muestra sufre en su ser un tipo parecido de esclavitud, aparentemente más llevadero, pero igualmente despersonalizante. La mujer occidental es también víctima del machismo desde el momento en que acepta en su vestimenta los criterios que le impone el hombre. Si al hombre machista le interesa que la mujer se destape y ésta no tiene otro criterio mejor que oponer, se destapará. Por un supuesto amor, por protección, por economía o por rutina, la mujer que asume el criterio machista termina por obedecer “a la manera occidental” a las llamadas desde el poder de los hombres. Es muy significativo que uno de los temas en los que puede vislumbrarse la presencia de un maltratador en nuestra sociedad es el control que suele hacer sobre la forma de vestir de su pareja. Y la mujer puede llegar a tener tan asumido el gusto y la exigencia de los hombres en sus ropas, que encuentra normal taparse o destaparse aunque ningún hombre concreto se lo pida.

Hay dos maneras de impedir que una mujer viva como una mujer, esto es, como una persona que es mujer. Una, tapándola para que nadie vea que debajo de esas telas va una mujer y para que ella misma no pueda sentirse como tal. Otra, destapándola para que luzca a los ojos de todos, no como un ser humano, como una persona, sino como un objeto de deseo y de complacencia, como una propiedad privada que se exhibe con orgullo por su dueño. Mientras los hombres machistas no aprendan a vivir como seres humanos y mientras las mujeres no reaccionen y dejen de hacerse cómplices de una ideología que las reduce a la condición de esclavas del macho, aquí seguiremos pensando equivocadamente que el método de tortura en la vestimenta de la mujer es el burka y no lo que se ha asumido como normal en nuestro entorno. Mientras hombres y mujeres no sean capaces de comprender y de vivir la igualdad real, la sociedad seguirá siendo machista y las mujeres, las víctimas de los hombres. La brillante exposición de Yolanda Domínguez es un espejo en el que deberían mirarse las mujeres de cualquier cultura y de cualquier sociedad.





   










miércoles, 20 de junio de 2012

Yolanda Domínguez en PhotoEspaña: Preludios




Cada artista expresa lo que vive, aquella parte de su experiencia que le resulta relevante y que considera merecedora de ser comunicada a los demás. Esta experiencia vital del artista puede ocupar un espacio significativo más bien cercano a su mundo intelectual, en cuyo caso su obra es muy posible que resulte un tanto críptica u oscura, con un contenido muy personal y propio del artista. Por el contrario, cabe suponer que la referencia de la obra de arte se encuentre más en los alrededores de lo que le ocurre a un buen número de ciudadanos y probablemente en estas circunstancias pueda ser más fácilmente comprendida por estos, con lo que la experiencia comunicativa pretendida por el artista será, sin duda, más feliz.

Este último me parece que es el caso de Yolanda Domínguez en toda su obra y, en particular, en su última propuesta para PhotoEspaña, la titulada Preludios, que puede contemplarse en la Galería Rafael Pérez Hernando, de Madrid, hasta el 27 de julio. La artista, sin renunciar, ni mucho menos, a la dimensión sugerente, simbólica, provocadora e interpretable que toda obra de arte tiene, presenta una temática cercana, o que, al menos, debería serlo, al espectador.

La serie, como decimos, se denomina Preludios. La lógica pregunta subsiguiente es: preludios ¿de qué? Veamos. Que sean fotografías, todas ellas pigmentadas en rosa, sobre temas domésticos y tomadas en una casa de muñecas son indicios suficientes para concluir que se refieren a la mujer. Con más concreción, se trata de plasmar las funciones que el ideario tradicional ha atribuido a las mujeres dando lugar a lo que socialmente se conoce como género femenino.


Aparecen así un conjunto de paisajes domésticos en los que figuran muebles, ventanas, atuendos de mujeres y enseres que podemos encontrar en cualquier hogar. En todos ellos parece latir algún elemento inquietante que sirve para que nos adentremos en el mundo real de la mujer. No encontramos en ellas ningún ser humano y, sin embargo, su enorme poder sugerente nos hace adivinar presencias ausentes, pasados hechos presentes, futuros adelantados, temores invisibles, esclavitudes sin cadenas, rutinas asumidas o incluso violencias que pueden avecinarse. Una mujer sin rostro y sin cuerpo parece estar siempre presente, sin verse, en todas las fotografías.

La iconografía de Yolanda Domínguez es, no obstante, sencilla y hasta podría parecer un tanto ingenua. No encontramos en ella a primera vista elementos que la conviertan en una suerte de denuncia o de crítica en algún sentido. Pero puede detectarse pronto un enorme poder evocador, sugerente, en cuyo caso las fotografías se convierten en vehículos con capacidad para enlazar las situaciones que se relatan con otras que encontramos en la vida diaria. La limpieza, el sexo, la belleza, la figura de la madre o la comida son algunos de los asuntos que se muestran y justamente la ausencia de personas hace que las situaciones que se adivinan se puedan generalizar y permitan una lectura más teórica y más desligada de situaciones demasiado concretas. Estas situaciones presentes en la serie se asocian con frecuencia con funciones femeninas, con tareas que, sin que medie ninguna justificación razonable, la sociedad atribuye a las mujeres. Pero ¿qué ocurre después de que la mujer emplee su vida en el desarrollo de esas funciones femeninas? Lo que se entiende como femenino ¿humaniza más a la mujer o la reduce a un ser obediente? ¿Cuál es el precio que paga la mujer por estar siempre bella, dulce y dispuesta? ¿Tienen sentido las horas de trabajo doméstico sin remuneración, los sacrificios por mantener una estética femenina? ¿Qué razón hay para mantener la discriminación por razón de sexo? Estos son algunos de los asuntos vitales que la propuesta de Yolanda Domínguez podría sugerir con sus Preludios. Lo que hay más allá de estas fotografías, lo que puede que sugieran es que todavía en nuestras sociedades las mujeres tienen que revisar sus papeles, si quieren recuperar su libertad y su humanidad.

viernes, 8 de junio de 2012

Elogio de la mujer libre




Yo quiero ser yo y voy a ser yo. No quiero ser lo que otro quiera que sea. Nadie va a acabar con mi libertad. No tengo por qué hacerle caso a nadie a la hora de decidir cómo va a ser mi vida. Los voy a escuchar a todos, porque puede que tengan algo válido que decir, pero las decisiones sobre mi vida las voy a tomar yo.

Esta actitud va a afectar también a mi forma de vestir. Estoy harta. Ya está bien de que me miren como si no fuera más que un pedazo de carne de mujer. Me refiero a los hombres, pero también a algunas mujeres. Hay mucha gente que no tiene dignidad y que cree que las mujeres tampoco la tenemos. No voy a taparme ni a destaparme porque me lo diga alguien desde fuera. Soy tan ser humano como el que más y voy a ser yo la que decida cualquier cosa que tenga que ver con mi vida.

Hay una plaga en el mundo, el machismo, que dice que los hombres son superiores a nosotras y que por eso tenemos que obedecerles. Yo me niego. En este mundo todos somos iguales y todos tenemos los mismos derechos, digan los machistas lo que digan.

En algunos lugares los machistas obligan a las mujeres a taparse de arriba a abajo para que no las vean los otros hombres. No creo que aquí se les ocurra a ninguno de estos -y hay muchos- hacerlo. Por estos pagos lo que se utiliza cada vez más es lo de que estemos sexys, atractivas y bellas para que así atraigamos a los hombres y podamos atrapar a alguno de ellos. Ninguno dice lo que viene luego, porque en realidad no es que los atrapemos a ellos, sino que son ellos los que nos atrapan a nosotras. Una vez que estás dentro de su red es como si se te nublara la vista y ya no ves ni la libertad, ni el hacer lo que te apetezca, ni el cariño. Ni siquiera te ves a ti misma, sino a una momia de lo que fuiste. Ninguno te habla de eso y ninguna te advierte de lo que puede venir. Cuando quieres darte cuenta, aquel hombre tan gracioso, tan seductor y que te hablaba de una vida estupenda, se ha convertido en tu amo y tú tienes que vivir como a él le dé la gana. En poco tiempo te olvidas de que puedes pensar como quieras y que puedes hacer lo que te parezca. Y lo más cercano que tienes para sentirte a gusto, tu vestido, se tiene también que adaptar a sus gustos, a sus caprichos y a sus manías de enfermo. Esta es una cruz que no se ve desde fuera. ¡Cómo me hubiese gustado a mí que me hubiesen avisado!




La forma de vestirme es muy importante para mí. Me gusta ir a mi aire, al mío, y la verdad es que me gusta ir más bien un pelín destapadita que otra cosa. Si pudiéramos ir todos desnudos, sería lo mejor, pero entre el frío, las tradiciones, los curas y los salidos que hay por ahí, resulta que no puede ser. A mí encantan las faldas cortas y los escotes más bien grandes, me chifla andar con tacones -¡ay, esos taconazos enormes que te ponen tenso hasta el culo!- y pintarme los labios de rojo dormido. Pero ni lo hago porque le pueda gustar a los hombres ni porque alguno de ellos me haya obligado a hacerlo. Hasta ahí podríamos llegar. Yo los respeto a todos y no les digo lo que tienen que ponerse, así que les exijo que hagan lo mismo conmigo.

Algunos de estos machistas, y algunas mujeres que piensan como ellos, son tan simplones y tan tontos que creen que el atractivo y la belleza se dan cuando te obligan, por ejemplo, a llevar un vestido ajustado. No entienden que yo me pongo atractiva cuando me da la gana y que, en cambio, si me obligan a vestir de determinada manera, me puedo convertir en una borde odiosa o en una tonta del bote.

Aún recuerdo, no hace tantos años, cuando empecé a salir con aquel tipo rubio que en verano llevaba zapatos de vestir sin calcetines, ese que hablaba tan rápido y que se empeñaba en llevar siempre la razón. No recuerdo ni cómo se llamaba, pero no me he olvidado del interés que tenía en vestirme como a él le daba la gana. Y, encima, me controlaba a cada momento con el teléfono móvil. 'Te llamo para decirte lo mucho que te quiero', empezaba el muy tontaina, y enseguida que si dónde estás, que si con quién andas, que si por qué no me voy ya para casa. Aquello duró sólo unos días porque a mí no me daba la gana de entregarle mi vida a un tipo que se creía con el derecho a exigírmela. Así que lo mandé a tomar vientos y me quedé más contenta que si me hubiese tocado la lotería. ¡Quién se creería aquel estúpido que era para querer gobernar mi vida a su antojo! Ahora, que se lo dije y se lo dejé bien claro. Yo me puedo poner en pelotas -le solté- o me puedo llenar de telas hasta las cejas, pero lo haré cuando a mí me dé la gana, donde se me antoje y con quien me salga del alma, no cuando a un fantoche creído como tú se meta en mi vida y se ponga a decirme las tonterías que tengo que hacer porque a ti te dé el capricho. Así que ya lo sabes. En la vida de una mujer manda ella y nadie más, por muy enamorada que esté, por mucha boda que haya habido por en medio o por mucha necesidad que sienta. Que tú tengas eso que tienes entre las piernas no te da derecho a gobernar en la vida de ninguna mujer. Y si alguna vez lo logras, será porque has tropezado con una que todavía no se ha enterado o que es tan débil que es incapaz de andar por la vida como un ser humano. Así que ¡aire! y a dejar vivir. Y me quedé mucho más tranquila, como si me hubiese quitado un peso de encima y me hubiese vuelto la libertad.





miércoles, 7 de marzo de 2012

Día Internacional de la Mujer. Machismo 2: LOS PIES DE LAS CHINAS

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 19/7/2008.


Algunas fuentes dicen que la costumbre china de vendar los pies de las mujeres para hacerlos más pequeños se inició en el siglo VII, con la dinastía Tang, y que duró hasta principios del siglo XX. Aunque esta barbaridad fue abolida en 1911, es frecuente que cualquier tradición perdure más allá de la ley que la prohíbe, por lo que se han encontrado casos ocurridos aún hacia 1950.

Parece que inicialmente fueron las bailarinas de palacio las que, para realzar sus movimientos, se vendaban los pies, pero, de hecho, semejante tratamiento lo que hacía era dificultar el paso de las mujeres. La costumbre pervivió por razones estéticas, eróticas y porque se adaptaba a la imagen que de la mujer defendía Confucio: un ser destinado a la maternidad, a la vida doméstica y al trabajo manual.

El proceso de empequeñecimiento de los pies comenzaba cuando la niña tenía 4 o 5 años. La madre le sumergía los pies en una mezcla de hierbas con sangre de animales, le cortaba las uñas y le rompía los 4 dedos más pequeños de cada pie. Estos 4 dedos se disponían apuntando hacia el talón y los pies se vendaban fuertemente, renovando el vendaje cada día. Durante 2 años, la niña sufría dolores enormes, hasta que se conseguía anular los nervios de los pies, pero logrando a cambio que éstos tuvieran una longitud de unos 10 cm. El ideal era que tuvieran 7 cm. y que fueran delgados, puntiagudos, arqueados, suaves y simétricos.

¿Por qué se consideraban bellos unos pies así? Se conocen algunas creencias populares para justificar esta agresión al cuerpo de la mujer. Así, se decía que la forma de andar derivada de unos pies semejantes fortalecía los músculos vaginales, que para poder mantener el equilibrio, los glúteos se hipertrofiaban, con lo que se conseguía un trasero mayor y más respingón, lo cual resultaba mucho más erótico. Por otra parte, tener que andar a pasitos muy cortos hacía más difícil que la mujer china se escapara de casa. Además, unos pies deformados de esta manera se acercaban más a la belleza de una media luna.

Las consecuencias para las mujeres eran tremendas. Ciertamente no sentían dolor en los pies, pero la anormalidad en el andar hacía que fuera muy grande la posibilidad de padecer luxaciones de tobillo. Además, padecían dolores de espalda y desviaciones y deformaciones de la columna.

Después de ver las fotografías siguientes, puedes pensar en la razón última por la que hay mujeres que se ven obligadas a usar tacones altos, o que tienen que maquillarse, o depilarse, o que deben estar delgadas. El cuerpo de la mujer ¿tiene dueño o dueña?

Si quieres más información, puedes leer el libro El abanico de seda, de Lisa See, ed. Salamandra, colección Quinteto.


Manuel Casal


















































































Día Internacional de la Mujer. Machismo 6: EL VESTIDO

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 8/8/2009.


Para mí es muy importante vestir como yo quiera, como me apetezca, decidiendo yo el largo de mi falda, la profundidad de mi escote, los colores y las formas. Mi vestido es una expresión de mí misma y es como si fuera yo misma. Quiero ser yo la que decida si quiero que vean o no la belleza o la fealdad de mi cuerpo o de parte de él. Porque mi cuerpo es mío y mi libertad, también. Si no puedo hacer con mi cuerpo y con mi libertad lo que yo quiera, no puedo ser yo.

- Hola, nena. Ya estoy aquí. ¿En qué estabas pensando? Oye, por cierto, en casa puedes estar como quieras, pero si quieres que salgamos juntos, tendrás que ponerte otra ropa, porque tú no vas a ir con esa faldita y ese escote por la calle conmigo. Así que, ya sabes, cámbiate.
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Día Internacional de la Mujer. Machismo 8: EL SEÑORITO

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 20/8/2009.

Los dos estaban en el salón. Él viendo el partido de fútbol que daban por la tele. Ella ojeaba una revista con una expresión que revelaba un cierto aburrimiento. En un momento dado, después de apurar el último sorbo de su vaso, dijo él:
- Se ha acabado la cerveza.


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Día Internacional de la Mujer. Machismo 11 / Otra vez el vestido

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 19/9/2009.

Salen como las setas cuando llueve, aquí, allá, por todas partes. Siempre los hombres diciéndole a las mujeres cómo deben vestir. Siempre pensando que son ellas las que deben adaptarse y no ellos. Siempre pensando que el problema está en lo que se mira y nunca en la mirada.

Pongo aquí, por si quieres verla, la dirección de una noticia que ofrece la BBC sobre lo que dice el ministro de Ética e Integridad (!!??) de Uganda. Se titula "¿Con minifalda? ¡Desnuda!". Si consultas las "Notas relacionadas", la cosa se pone aún más desagradable.

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Día Internacional de la Mujer. Machismo / 10. La angustia

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 16/9/2009.

“La angustia por lo que me dirá que he hecho mal cuando venga. El miedo a qué se le ocurrirá hacerme. El terror a cómo me pegará hoy. El desconsuelo por lo que verán hoy los niños. La desesperación por no saber qué hacer ni a quién acudir. La vergüenza por si me ven otra vez con los ojos morados y los cardenales en los brazos. El martirio de vivir así, con el miedo permanente, con la amenaza constante. El tormento de vivir sin querer vivir, sólo pensando en los hijos. La desgracia del tiempo que hace que no puedo sonreír. Sólo llorar y llorar, como una esclava, sin recursos, sin independencia, sin libertad, sin vida, sin salida, sin esperanza.”

Se oyó un portazo y una voz que dijo.

- Vamos a ver, hija de puta, cuántas veces te tengo yo que decir las cosas. Ya estás viniendo para acá.
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Día Internacional de la Mujer. Machismo / 15

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 16/3/2009.



Hay un problema real cuando dos culturas distintas entran en conflicto. El problema se vive de manera intensa cuando los participantes de una de las culturas tienen una mentalidad cerrada y poco evolucionada. Como siempre que domina la ignorancia, se intentan imponer las posturas propias, incluso a quienes no participan de ellas.

La mujeres han sufrido desde siempre esta degeneración machista propia de quienes quieren salvaguardar sus intereses por encima de cualquiera que se inteponga en su camino.

Por eso es muy importante difundir y explicar la Declaración Universal de los Derechos Humanos, porque ésta debe constituir el marco dentro del cual es posible la tolerancia y, a la vez, el límite de lo admisible. Cualquier ser humano debe saber que no puede poner en práctica sus costumbres, sus caprichos o sus intereses en cualquier sitio del planeta. En los países democráticos se deben respetar los Derechos Humanos. Y los defensores y practicantes de culturas poco humanas no sólo deberían saber que se exponen a que caiga sobre ellos el peso de la ley, sino que convendría que se convencieran de que cualquier tradición debe superar siempre el criterio de la razón, sin ser impuestas a pesar de la opinión de la persona a quien se obliga a aceptarla ni a pesar de las leyes del lugar al que se acude.

Una muestra de lo que digo lo constituye la noticia que apareció en el diario El País el sábado 7 de marzo de 2009, cuyos titulares eran


"Mi padre me amenazó con tirar la primera piedra de mi lapidación"
Selamha fue obligada a casarse con un hombre de 40 años cuando ella tenía 14
Su 'marido' y sus progenitores se enfrentan hoy a penas de entre 10 y 17 años

Puedes leer la noticia aquí.



Día Internacional de la Mujer. Machismo / 16 / La nueva ley del aborto

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 18/3/2009.



La polémica está servida. Las contradicciones en las que caen algunos por defender como sea sus ideas van a empezar a verse ya.

Una mujer puede casarse a los 16 años, pero no puede decirdir abortar a esa edad. Puede decidir por sí misma operarse de apendicitis, pero algunos no quieren que decida si aborta o no. Según parece, en algunos casos su cuerpo es suyo, pero en otros casos, no.

Hay algo especialmente duro de comprender. Los mismos que tiraban a matar contra la asignatura de Educación para la ciudadanía, en donde los alumnos pueden adoptar un criterio racional sobre este asunto dado que a la inmensa mayoría de ellos no se lo dan en sus familias, son los mismos que se niegan a que estas mujeres puedan abortar. ¿Qué tipo de sociedad pretenden crear? ¿Qué idea tiene estos señores y señoras de lo que es una mujer?

La noticia aparecida en el diario El País del 7 de marzo es breve y muy clara. Puedes consultarla aquí.






Día Internacional de la Mujer. Mujer o carne de mujer

Mañana es el Día Internacional de la Mujer. Reproduzco aquí la entrada publicada en este blog el 31/12/2011.

El machismo es fundamentalmente una ideología de poder. El machista parte del prejuicio que le hace creerse superior a la mujer. Este prejuicio lo encauza desarrollando un gran interés en convertir en real esa superioridad encontrando una mujer que se preste a asumir su inferioridad y que se convierta en una esclava barata, cercana y obediente, que le dé gratis todo lo que el machista necesita para vivir como un amo.

El método que usa el machista no es una creación suya. A lo sumo tendrá que conquistar a una mujer que no esté concienciada y que no se entere de lo que hay en la sociedad, pero en su empeño no está solo. La propia sociedad le ayudará de manera sustancial en la consecución de sus propósitos.

Es cierto que los ciudadanos no son muy dados hoy a pensar, a conocer en profundidad el mundo en el que viven y mucho menos a criticarlo. El fútbol, la televisión, el bar, el alcohol, las diversas pantallas y los amigos son reclamos mucho más efectivos que la reflexión y el conocimiento. Pero es que, además, la mujer sufre un proceso de alienación añadido que hace que su situación sea aún más peligrosa y difícil. El machista y la sociedad machista quieren que la mujer desaparezca como mujer, que su propia persona, su dimensión de ser humano y su ser de mujer queden ocultos a sus propios ojos de mujer y a los de todas las mujeres. De hecho, muchas mujeres se miran hoy a sí mismas con ojos de hombre. El machista y la sociedad machista quieren que el ser humano mujer no aparezca para que no se reproduzca.

Hay dos maneras de ocultar a las mujeres, de crear una situación en la que en realidad no existan.

Una manera es muy rudimentaria y muy primitiva. Consiste simplemente en taparlas. El hecho de taparles una parte de su cuerpo con pañuelos, velos o túnicas ya es un acto humillante que pone a las mujeres en la puerta de su utilización para fines posteriores. Pero si el machista lo ve necesario, las tapa enteras poniéndoles un burka, un niqab o lo que le dé la gana. Lo que logra así es no sólo que no se muestre “su” mujer ante los ojos de los demás, sino que “la” mujer, o sea, “las mujeres” no se muestren como tales, que vivan como si no existieran, porque no pueden mostrarse como tales, sino como sacos de tela que se mueven.

La otra manera es más sorprendente, pero igualmente eficaz. Consiste en desnudarlas. Cuando una mujer se convierte en sólo un trozo de carne observable y en un mero objeto de deseo para el público machista, deja de ser mujer para convertirse en objeto de consumo, en cuerpo sin espíritu, en materia manejable. La mujer, la persona de sexo mujer, queda oculta, como si no existiera, bajo la apariencia de su piel.

La televisión juega un papel muy importante en este proceso de despersonalización, de deshumanización de la mujer, podríamos decir de desmujerización, ante el que los machistas están muy satisfechos. La zafiedad de Berlusconi y de los no menos zafios y zafias que le comprenden y le animan está haciendo estragos en esta sociedad tan maltrecha en la que estamos. Pongo aquí un magnífico documental que trata el tema desde la óptica de la sociedad italiana, pero que me parece aplicable a prácticamente cualquier sociedad actual. Creo que hay que pensar mucho sobre lo que se dice en él y sobre el tan necesario principio de igualdad de todos los seres humanos.



martes, 3 de enero de 2012

La situación de la mujer ¿en Libia?

Este post fue publicado en este blog el 21-9-2011, pero me parece interesante volver a leerlo ahora.


Totografía tomada de El País


El lunes 19 de septiembre de 2011, el diario El País publicó un texto firmado por Francisco Peregil tuitulado La revolución pendiente de Libia. Puedes consultarlo aquí. Yo quiero entresacar algunas frases citadas en él porque dan una visión espeluznante de lo que significa ser mujer en ese país, pero también del peligro que tienen los regímenes que usan la censura y los recortes de derechos en cualquier parte del mundo.
Estas son frases de mujeres libias hablando de lo que están viviendo ahora mismo.
“Respeto. Esa es la palabra que más se oye estos días en la boca de muchas mujeres libias.”
La sonrisa es la mayor muestra que puede dar una persona de que tiene ganas de vivir, pero…
"Mi problema es que sonrío mucho y los hombres pueden pensar que quiero algo con ellos", comenta Ibtihal el Mgeri, de 21 años. "Tengo que esforzarme siempre en mantenerme seria para que no se malinterpreten mis intenciones".
"No te preocupes, tú hazte la seria ahora y cuando te cases ya podrás reírte todo lo que quieras".
Si no se cumplen los derechos humanos, no puedes ser persona.
"Las mujeres aquí no teníamos derechos. Toda la gente hablaba por nosotras, pero no podíamos decidir. A mí me echaron de la universidad donde estudiaba Turismo porque dije que Trípoli era una ciudad que debería cuidar mejor su patrimonio y limpiar sus calles".
La vida de una persona a la que le quitan sus derechos es asfixiante.
"Tengo una amiga que cuando ya no puede más en su casa se monta en cualquier taxi y pide que le den una vuelta por la ciudad. Simplemente, para respirar"
El machismo empapa la vida concreta de todos. Pero el machismo discrimina a las mujeres y les hace sufrir un trato desigual al que reciben los hombres. En sí mismo, el machismo es injusto.
"Aquí a la mujer se la empieza a respetar cuando tiene un hijo, no una hija. Cuando vine de Canadá a los 16 años mi madre me decía que saliera a la calle con mi hermano de cinco años. Y yo me reía, porque él no iba a impedir que nadie me violase. Pero cuando la gente empezó a llamar a casa diciendo que me habían visto en el coche por la ciudad, mis padres les callaban la boca diciéndoles: 'iba con el hermano".
El machismo genera violencia de varios tipos. En un clima de violencia es muy difícil tomar conciencia de lo que se está viviendo. Una mujer con miedo y sin educación asume fácilmente el machismo como lo natural. Despertarla, hacer que critique su vida y que tome conciencia de lo que están haciendo con ella resulta muy difícil.
"En Libia, una de cada tres mujeres, según la ONU, ha sido golpeada o violada o se ha abusado de ellas. Y muchas no saben siquiera que eso está mal. Si vas a contarle a otra mujer que tu marido te ha pegado te dirá que es por tu culpa.
El futuro no parece muy halagüeño para estas mujeres.
“Gadafi puso a los hombres en una situación degradante y ellos, para sentirse superiores, degradaban aún más a la mujer. Mi madre me enseñaba fotos de ella, cuando vivía el rey, en las que iba con falda por las rodillas en Trípoli y en la calle nadie te decía nada. Gadafi trajo la cultura del irrespeto.”
“Me temo que el presidente Abdel Yalil tiene miedo de los radicales religiosos. Y ellos no quieren a las mujeres. Pretenden que sigamos haciendo las mismas labores de siempre: enseñar en las escuelas y cuidar a los pobres, que es lo que hago yo.”
La religión se pone siempre del lado del hombre. Las religiones, en general, siempre actúan así. En cualquier momento sacan a la luz sus actitudes retrógradas y hacen que las mujeres pasen por el aro de lo que dicen los clérigos, todos hombres, todos machistas. Dice el periodista con un toque de trágico realismo:
“En el mismo discurso público donde el presidente prometió un país con ministras y embajadoras, Mustafá Abdel Yalil anunció que la base jurídica del país iba a ser la sharía, o ley islámica. En principio, la implantación de este código basado en el Corán, implica para las mujeres la prohibición de actos como fumar o viajar sin la compañía de un hombre en distancias largas. A excepción de Farida y Nahla, todas las mujeres consultadas en este artículo se mostraron a favor de la sharía.”


sábado, 3 de diciembre de 2011

La mujer y el peligro del tradicionalismo




Siempre actuamos movidos por algo. Hay veces en las que ese algo que nos mueve a actuar son las tradiciones, esto es, ciertos comportamientos heredados, pero que carecen de una justificación racional. Las tradiciones nos llevan a hacer cosas porque siempre se han hecho así, no porque entendamos con la razón que son buenas y adecuadas. Repetimos comportamientos una y otra vez, pero sin saber realmente la razón de por qué lo hacemos. Nos basta con conocer que siempre ha sido así. Muchas de las costumbres sociales y muchas de las normas de las diversas religiones responden a estos esquemas tradicionales. Es más, son las religiones las principales responsables de la perpetuación de estas tradiciones.

La mayoría de las de las tradiciones con las que convivimos son machistas y suponen un trato diferente a la mujer respecto del hombre, por el mero hecho de ser mujer. En cualquier sociedad estructurada sobre la razón esto no debería ser así, pero todavía el desarrollo humano está lejos de crear un mundo igualitario, sin discriminaciones ni injusticias, y la mujer sigue siendo la víctima de unas costumbres basadas en el patriarcalismo, en el deseo y la conveniencia de la explotación de la mujer, en la misoginia y en una interesada y nunca demostrada -porque es indemostrable-superioridad del varón sobre la mujer.

Muchas veces la mujer vive estas situaciones sin entenderlas, alienada sin saber que lo está, aceptando su situación como si fuera natural y sufriendo, incluso con alegría, una situación inhumana que, si su concepto de cultura fuera el adecuado, rechazaría por interesada, por contraria a los derechos humanos y a su condición de persona. Otras, las menos, se rebela contra lo injusto de la situación y entonces cae sobre ella todo el peso de la sociedad machista, que defiende sus privilegios sexistas a cualquier precio.

Es la cultura racional y humana la única capaz de acabar con estas tradiciones malsanas, generadoras de sufrimientos y muy alejadas de un concepto de lo humano en el que puedan caber todas las personas con los mismos derechos. Cuando lo normal sea que las personas actúen siguiendo una cultura que incluya normas basadas en la razón, en lugar de hacerlo mecánicamente, repetitivamente, siguiendo tradiciones ajenas a los derechos humanos, el mundo será realmente otro y en él cabremos todos en un ámbito de igualdad.

El artículo que enlazo aquí me lo ha suministrado Ana Belén Plaza, periodista y amiga, que vive en India desde hace algún tiempo. Relata con casos concretos los problemas vitales que sufren las mujeres indias por el mero hecho de ser mujeres y porque la sociedad en la que viven se rige por tradiciones no racionalizadas, en donde la cultura humana está aún lejos de la vida cotidiana.

La narración es muy dura. Puedes verla aquí. Se titula India: un país sin hijas.