jueves, 4 de diciembre de 2008

Éxito

La última página del diario El País del pasado domingo, 30 de noviembre, hablaba mucho de éxitos.

Primero, hablaba de su propio éxito el actor Alfredo Landa en una entrevista que le hacía Karmentxu Marín. El actor va a publicar una autobiografía y la periodista le pregunta si lo que hace en él es un strip-tease. Responde:

-No, coño. Lo hago totalmente vestido. Cuento lo que puedo contar, lo que debo
contar.
Lo cual es un ejemplo claro de que este hombre no se desnuda en el libro, que en el papel aparecerá sólo una parte de él.

De su éxito en la vida habla en varias ocasiones. Dice, por ejemplo, que le contó a Jesucristo lo de su retirada del cine, pero que no le contestó nada:

-Normalmente no me contesta, cosa que me cabrea muchísimo. Yo a Dios lo llamo
Manolo [vaya por Dios], porque es bonito, es un nombre apetecible. [¡?]

Asegura que no quiso jugar al mus con el Rey porque este juego tiene un léxico muy particular y le resultaba un poco duro tenerle que soltar, en un momento dado, un “no seas gilipollas”.

Se reconoce a sí mismo como “el rey del taco”, como el mejor. Y que se ha enseñado a sí mismo a decirlos.

Sobre si se cree James Bond a la hora de hacer dry martinis, afirma con rotundidad que Bond es un soplagaitas a su lado y que no tiene ni idea de estos menesteres.

Al final, no sé si con ánimo de resumir, suelta lo siguiente, por si no le hubiera quedado claro a alguien:

-Yo soy un tío cojonudo, Lo tengo a gala, y me lo creo.

A mí no me interesan nada ni la persona ni el personaje en cuestión. Si lo traigo aquí es porque tanto éxito, tanta rotundidad y tanto ego me hacen levantar sospechas de que debajo de esa fachada hay algo mucho más endeble. No sé. No sé.



Pero, junto a la entrevista a Landa, aparece la columna del inigualable, del genio Manuel Vicent titulada precisamente “Éxito”. Pongo aquí sólo el comienzo y te invito a que la leas, si no lo hiciste en su día. Es para pensar un poco en nuestras actitudes hacia la vida, hacia lo que hacemos.


“En los países anglosajones el deporte es la base de la educación. El esfuerzo, la audacia, el juego limpio, no dar nunca nada por perdido hasta el final, aceptar la victoria o la derrota con elegancia son valores que se desarrollan primero en el patio de los colegios, se transforman en conocimiento en las aulas y de ellos se nutre luego la moral ciudadana. En la cultura anglosajona el pensamiento se genera a través de la acción. (leer más)


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miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿En qué consiste actuar como un ser humano? / 3

Pues esto no es humano. En esto no consiste la noble tarea de vivir humanamente, de construir un mundo en el que podamos estar a gusto todos. Esto es, más bien, cosa de animales antropomórficos. Ni se puede tratar así a una mujer (no porque sea mujer, que tampoco, sino porque es un ser humano), ni se puede confundir la venganza con la justicia, ni se puede pretender que la violencia sustituya a la racionalidad. Todo esto que leemos en la prensa es un disparate y debería ser objeto de debate y de pensamiento en cada casa, en cada grupo de amigos y en cada aula.


Salió en El País del 1 de diciembre de 2008.




Sentenciado a la ceguera con ácido



Un tribunal iraní ha condenado a un hombre que dejó ciega a una mujer al arrojarle ácido a la cara a perder la vista de la misma forma. La
sentencia, que puede recurrirse, se ha pronunciado a instancias de la víctima, quien durante dos años fue tratada en España de las graves quemaduras que sufrió.

Según la prensa iraní, Majid Movahedí, de 27 años, atacó con ácido a Ameneh Bahramí en noviembre de 2004, cuando la muchacha, a la que
conocía de la universidad, rechazó su propuesta de matrimonio. "Quería que fuera mía para siempre", justificó el agresor, que no mostró
arrepentimiento.

"Sólo pido que el culpable corra la misma suerte que yo", manifestó por su parte Bahramí ante el tribunal. Aunque los cirujanos españoles lograron reconstruir su rostro, la mujer perdió la vista. Si la condena se ejecuta, Movahedí recibirá 20 gotas de ácido en los ojos porque a su
víctima le parece "salvaje" que le arrojen el líquido corrosivo como él se lo hizo a ella.

La justicia iraní, basada en la sharía o ley islámica, aplica la pena del talión en los casos de daños físicos intencionados y a instancias de la víctima, que puede perdonar el castigo a cambio de una compensación económica.

Las organizaciones de derechos humanos iraníes denuncian a menudo la crueldad de estas penas, que en los últimos años se han hecho más frecuentes. El sábado, el Tribunal Supremo suspendió una nueva
condena a lapidación pronunciada pocos días antes por un juez de Shiraz.
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martes, 2 de diciembre de 2008

Paseando por la vida / 26



Yo no he nacido ni me he criado en el campo. No sé si esto es para lamentarse o no, pero es lo que ha sido. De aquí que yo de vacas no sepa nada. Jamás me he quedado mirando una vaca ni me he sentido observado por ninguna de ellas. Pero algo debe de tener la mirada de una vaca cuando le han puesto ese nombre a una tienda de ropa de la calle Fuencarral. Algo debe de tener, sin duda, pero no sé qué podrá ser.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Ángel Guinda estuvo en la Biblioteca Nacional

Para mi amiga P., que deseó enormemente estar en el acto, pero que no pudo hacerlo porque tenía que cumplir con su deber. Desear, poder, deber. Tres verbos de los que expresan lo trágico de la vida y que sólo saben conjugar bien los que tienen talento humano.

El edificio de la Biblioteca Nacional, tan señorial y tan discretamente iluminado, lucía imponente en la noche otoñal. En la puerta, amigos y admiradores de Ángel Guinda esperaban con expectación su llegada. Cuando hizo su aparición, la magia del edificio se eclipsó por el magnetismo del poeta. Llegó con esa sonrisa tan cariñosa, tan envolvente, coronada por unas cejas optimistas que riman consonantemente con unos ojos pillos y vivaces, instalados sobre dos pilastras en forma de carrillos que se estiran provisionalmente para estallar de vez en cuando en una risa, en una sonrisa o en una carcajada. A los poetas hay que mirarles a la cara y fijarse bien en ella, porque no la tienen diseñada igual que el resto de los mortales. El poeta piensa con los ojos y ve con el cerebro. Por eso tiene gestos inhabituales que merece la pena indagar e interpretar. Como no suelen ser personas normales, corrientes, sorprenden y hay que analizarlos con criterios distintos de los que usamos con la gente común. Cuanto más sufrimiento interior tenga el poeta, seguramente ofrecerá una expresión más comprensiva y dulce. Un poeta con la expresión triste y distante, por el contrario, quizás tenga poca tragedia dentro que transformar en versos.

El caso es que el poeta Ángel Guinda llegó y pareció que ya estábamos todos, que ya se podía parar un rato el mundo para que hablara, no sabemos muy bien si el poeta o el amigo o, a ser posible, los dos a la vez.

Como el propio Ángel se apresuró a decir, de telonera iba nada menos que sor Juana Inés de la Cruz, con su poesía barroca y difícil de seguir, pero preciosamente contada por tres buenísimas actrices lectoras.

La presencia recitando de la genial Carmen Feito resultó espectacular porque esta mujer es capaz de crear una situación de una fuerza inusitada con la voz y con el gesto unidos al texto del poeta. Pero también fue un espectáculo observar al poeta absorto en la contemplación de su propio poema recreado por la palabra, las manos y el alma de la recitadora. Un lujo breve e intenso, como tantas cosas buenas.

Y luego llegó Ángel Guinda, con esa limitación necesaria que él mismo impone cuando dice que más de veinte minutos de poesía no tienen sentido. Somos tiempo y usamos el tiempo también como medida. Ya los epicúreos sabían que el mucho placer produce displacer, aunque eso a veces y a primera vista nos fastidie y no lo entendamos. Veinte minutos de poesía. Conocí a uno que le preguntó a la dueña de una tienda de ultramarinos cuánto le cobraría por un cuarto de hora de jamón. No por un cuarto de kilo, que sería lo normal, sino por un cuarto de hora cortando y comiendo de la pata del jamón. La tendera no le hizo el presupuesto porque temió que el uso del tiempo y del jamón que podía hacer aquel peticionario podía resultarle ruinoso y sobrepasar todas las previsiones. El tiempo como medida de todas las cosas. De todas.

Pero fue suficiente. Quedó claro, entre otras cosas, que a Ángel Guinda no le gusta el mundo en el que vive, lo cual dice mucho de su sensibilidad y de su profundidad humana. Que no escribe sobre la realidad, sino contra ella, que traducido quiere decir que estamos ante un hombre joven y de izquierdas, de la izquierda vital y de la usual. Y que el arte de este poeta estriba en el fondo en saber descubrir y recubrir con una capa de lúcida belleza toda la crueldad que surge de la contemplación de la vida y de la muerte.

Morir es no volver, afirma el poeta. Deseamos, por tanto, mientras estemos vivos, volver siempre con Ángel Guinda, emocionarnos con sus palabras, sumergirnos en su mundo, dejarnos sorprender por su persona, descansar en la cuna de sus versos.


Dejo puesto aquí uno de los poemas que recitó Ángel, que se llama Cajas, pero que va, como siempre, mucho más allá.

Lo diría un indígena y tendría razón.

"Ustedes tienen la vida organizada en cajas.

Nacen y les depositan en una cajita,

su casa es una caja, y las habitaciones

son cajas más pequeñas.

Suben a la casa en una caja,

bajan a la calle en una caja.

Viajan en una caja.

Duermen y hacen el amor sobre una caja.

A través de una caja ven el mundo.

Cambian de casa: lo meten todo en cajas.

Los Bancos y las Cajas hacen caja.

Y cuando mueren

les introducen también en una caja."

Todo está hecho para que encajemos.

Nos encajan la vida.

Algunos no encajamos, y nos desencajamos.

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domingo, 30 de noviembre de 2008

Platón. El mito de la caverna.

Pongo aquí este vídeo por si le sirve a los alumnos para repasar el tema de Platón. También para cualquiera que quiera saber de qué va la filosofía y que quiera pensar un poco. 


Desnudez / 5


También Juan Cruz en su blog hablaba hace unos días del escribir como un acto de desnudarse. Y añadía un matiz interesante.


Escribir es desnudarse a uno mismo, y leer es vestirse con lo que otro ha hecho.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Paseando por la vida / 25




Ponerle el nombre a una tienda debe de ser un problema tremendo porque se tratará, supongo, de llamar la atención y de que el que vea tal nombre se acuerde de él fácilmente. Tengo que reconocer que las ocurrencias en este campo son muy ingeniosas. Voy a poner una serie de ellas que he ido recopilando en mis paseos madrileños.

La primera es la de una peluquería que está en una calle, cuyo nombre no recuerdo, pero que es perpendicular a la de Fuencarral. El nombre invita a no entrar a los amantes de los peinados tradicionales y, en cambio, es un reclamo para los que quieren hacerse algo diferente en el pelo. A mí, al menos, es lo que me parece.
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viernes, 28 de noviembre de 2008

Nacer, vivir, morir


Nacemos solos.

Nacemos inútiles.

Nacemos viejos.

 

Morimos solos.

Morimos inútiles.

Morimos viejos.

 

Vivimos deseando huir de la soledad, pero ¿con quién?

Vivimos procurando dejar de ser inútiles, pero ¿para qué?

Vivimos intentando ser jóvenes, pero ¿cómo?

jueves, 27 de noviembre de 2008

Paseando por la vida / 23


Por una parte, el título lo es todo. Hay que llamar la atención para que la gente se fije y acuda y compre. Por otra parte, nunca hay que faltar a la verdad y hay que decir las cosas como son. Si es el que faltaba, ¿por qué no se va a poder decir?

Lo puedes encontrar en la Isla de San Fernando.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Desnudez / 4


Es miedo. Lo que hace que muchos no quieran desnudarse es el miedo. A veces incluso ese miedo se convierte en odio. Algunos huyen de desnudarse físicamente en público porque creen que los demás los van a juzgar y que van a salir malparados si los comparan con otros. No saben que suelen ser ellos los únicos que juzgan y que comparan y que los que se desnudan con naturalidad prefieren emplear el tiempo en gozar de la desnudez y no en hacer competiciones absurdas.

Peor me parece la afición por no desnudarse a la hora de hablar. Hablar desnudo es pensar de forma abierta y decirlo con honestidad, contando con la posibilidad de no tener razón y, sobre todo, escuchando al otro y viendo lo que de razón puede tener el otro. El otro es la vía natural de crecimiento y de aprendizaje.

El que no está dispuesto a desnudarse se suele vestir con la armadura de lo que siempre supo, de lo que le contaron, de lo que le valió un día y de lo que quiere que le valga a todo el mundo porque le valió a él. Y repite una y otra vez siempre lo mismo, y no deja hablar porque no deja de hablar, y, si oye, oiga lo que oiga, no le valdrá nunca lo que le digan.

Es posible que estos que no están dispuestos a desnudarse oculten lo que de verdad piensan con el mismo miedo con el que ocultan sus cuerpos para no ser vistos. El vestido es la mentira del cuerpo. La cerrazón es la mentira del pensamiento.