FOALS,
el grupo británico, de Oxford, publica disco y en su último
videoclip nos enseña cómo lavarnos las manos. Hay un poco de humor,
pero es también un acercamiento a la realidad más candente.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
lunes, 6 de abril de 2020
domingo, 5 de abril de 2020
Estelas en la mar contaminada. Adelante
No podemos ceder ante la tristeza, ni ante la desesperanza, ni ante el aburrimiento, ni ante lo que no depende de nosotros. Todo va a salir bien. Cada vez el panorama es mejor. Hay mucho que escuchar, mucho que leer, mucho que aprender, mucho que esperar y mucho que vivir. Que nadie ceda ante la adversidad. Adelante con alegría, con sosiego y con ganas de vivir.
Buen día, pero de verdad.
sábado, 4 de abril de 2020
viernes, 3 de abril de 2020
Estelas en la mar contaminada. Sísifo
Cada vez que hago una colada de las de ahora me acuerdo de Sísifo, uno de los protagonistas más cercanos a la vida humana de esos relatos intemporales que son las mitologías. Sísifo fue condenado por los dioses a subir una piedra enorme hasta la cima de una montaña para, una vez allí, dejarla caer rodando por la ladera. Luego debería subirla de nuevo para dejarla caer, y así sucesivamente, como si fuera un miembro cualquiera de una macabra cadena de montaje.
Ya conté aquí hace un par de días que hice una colada y que fui subiendo las prendas lavadas, una a una, al piso de arriba. La imagen de un tipo subiendo unas escaleras con un pañuelo mojado en la mano, o unos calzoncillos o un calcetín provocaría una risita de superioridad a cualquier neoliberal que la viera, pero desde hace mucho tiempo sé que un neoliberal no puede pensar nada consistente. Me parecen más perniciosos que el maldito virus.
El caso que es que ayer la ropa ya estaba seca y tocó bajarla. Mandé al fantasma del neoliberal a tomar vientos y subí a por un calcetín, lo bajé y lo puse en su sitio. A continuación, subí a por el otro e hice con él la misma operación. La decimoctava vez que subí las escaleras sabía que iba a ser la última, pero entonces ya comprendía perfectamente el sufrimiento de Sísifo.
No tuve tiempo de comprobar ese estado de placidez, casi de euforia, del que disfruté cuando tendí la ropa, porque en seguida tuve que ponerme el disfraz de hombre superprudente y cuidadoso e irme al supermercado a subsanar la falta de provisiones. Volví sin haber vivido ningún episodio sospechoso, creo. Limpié, por si acaso, lo productos que pude en casa y, después de comer, me eché una siestecita. Fueron veinte minutos de sueño profundo, durante los cuales me perdí un asesinato en la película de Poirot. No todo va a ser perfecto.
Noto dentro de mí como un deseo de retrasar la próxima colada. Ya veremos qué hago.
jueves, 2 de abril de 2020
Los jueves, músicas nuevas. Ízaro
La
vizcaína ÍZARO canta en euskera y a veces en castellano o en
inglés, y publica ya su tercer álbum. Incluso sin entender el texto
se entiende su rebeldía, el grito de protesta de la mujer, la lucha
por conquistar la libertad. Se entiende perfectamente "libre...,
libre..."
miércoles, 1 de abril de 2020
martes, 31 de marzo de 2020
Estelas de la mar contaminada. Arriba y abajo
Ayer no tuve un día muy digno de
repetirse. De hecho estaba del maldito virus y de sus consecuencias
hasta las narices. Hoy, con las mismas circunstancias y un día de
perros, estoy, sin embargo, mejor. Creo que todo ha venido por hacer
ejercicio físico, ese castigo que la naturaleza nos ha impuesto. Por
motivos que no vienen al caso, tengo que realizar labores
-demasiadas- que antes solo hacía esporádicamente, como, por
ejemplo, la colada. La hice esta mañana. Se me ocurrió que podía
meter la ropa en la lavadora pieza por pieza, lo cual, teniendo en
cuenta que la mayoría de las piezas estaban lejos de la máquina, me
supuso unos buenos metros a buen ritmo. Al principio me pareció una
ocurrencia masoquista y absurda, pero aún no sé por qué me animé
a hacerlo. Para tender la ropa tengo que subir un piso, así que, ya
puesto, las llevé a tender de la misma manera. Subí y bajé catorce
veces la escalera, cosa que me dejó sin ganas de poner otra
lavadora. Menos mal que no había más ropa que lavar. Luego, a
mediodía, me sentía extrañamente bien, sin preocupaciones
excesivas y con buen ánimo. Supongo que las idas y venidas al más
arriba -que no al más allá- habrán sido las causantes. Lo cuento
por si alguien quiere hacer la prueba.
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