Tal día como hoy de 1888 Rubén Darío publicó Azul.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Es como si todo les diera igual, como si todos les diéramos igual. A mí esto me parece muy peligroso. Van por el mundo como si estuvieran solos, sin tener conciencia, al parecer, de que molestan, de que hacen daño. Solo les mueve lo suyo, pero tampoco algo que pueda ser importante para ellos, sino sus caprichos, sus impulsos, sus apetencias, y lo ejecutan de cualquier manera, como les salga. A veces un animal hace menos daño.
Hay un bar en el que todo lo que ponen es bueno, pero como es pequeño y acogedor, se ha instalado en él gente ya talludita que entablan conversaciones entre ellos a gritos. No puedes hablar, pero tienes que oír los chillidos, con frecuencia supuestamente graciosos, de quienes hacen un uso privado de un lugar público. No ven en el mundo a nadie más que a ellos mismos, y si hay alguien más, que se fastidie.
Te cruzas por una acera estrecha con algún elemento que actúa como si fuera el dictador de un lugar recóndito: no hace el menor ademán de compartir la acera, solo espera que te desintegres o que te quites de en medio para que pase él. O nadie les ha enseñado a convivir o no han logrado aprender a hacerlo. Quizás no tengan ningún interés en convertirse en seres humanos.
Hay un detalle que me resulta especialmente doloroso y que me enfada, quizás más de la cuenta. Son los estornudos. Por lo que se ve, llevar un pañuelo o un kleenex se ha convertido en algo absurdo e innecesario. Vi -tuve que ver- en un autobús a un tipo al que le entraron ganas de estornudar. Una y otra vez se tapaba la nariz con la mano, hasta que se le acabó la serie. Se paso la mano por el pantalón y, a continuación, la puso en el borde del asiento delantero. Luego, pulsó con ella el timbre de parada y se bajó. Sentí asco. Hoy iba yo por la calle sorteando grupos de personas que charlaban en la acera. De pronto veo que una señora de uno de esos grupos gira la cabeza y obsequia al mundo con un soberbio estornudo ¡a medio metro de distancia de mí!. Frené a tiempo, pero a la señora le dio igual. Pasé a su altura y, en cuanto la adelanté, soltó otro estornudo de la misma clase, sin mirar, sin ningún cuidado, como quien le suelta al mundo lo mejor que tiene. Me dio un asco tremendo y complejo, no solo por lo que pudo quedar en el aire, sino también por ver a un ser humano comportándose como si fuera un animal cualquiera.
Hemos pasado una pandemia terrible. Nos dijeron que había que estornudar contra un kleenex o contra el interior del codo. Nos avisaron de que no era bueno contagiar lo que lleváramos dentro. No aprendieron nada. Siguen tan embrutecidos como antes. Debe de ser muy difícil aprender a ser humanos. Parece más sencillo permanecer en estado animal. Qué bonita es la vida, pero el mundo, por estos y otros detalles, me da cada vez más asco. No sé si será posible a estas alturas suministrar una educación conveniente a los ciudadanos.
Tal día como hoy de 1917 nació Gloria Fuertes, autora de Historia de Gloria.
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La felicidad no se consigue buscándola. Para llegar a ella es necesario dar un salto en el vacío, que es difícil de realizar, pero indispensable. Se trata de olvidarse de la felicidad propia y procurar la felicidad del otro, de la otra, de los otros. Solo entonces, sin buscarla y como de rebote, puede aparecer en nuestra mente esa sensación de sosiego, de alegría profunda y contenida, de estar a gusto en el mundo, que es la felicidad.
Tal día como hoy de 1921 nació Alicia Morel, autora de Cuentos araucanos.
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Yo creo que han intentado que la gente trague un relato, un cuento, como lo único verdadero. Es una mentira interesada que intentan pasar como verdad. Ese relato consta de palabras, mentiras, inventos interesados, bulos, insultos de mal gusto, encuestas infladas, telediarios y mucha insistencia, todo ello adobado con los Principios de Goebbels ya explicados aquí. Con esto forman un cuento que la gente que vive del odio, de la codicia y que es poco dada a la reflexión y al entendimiento racional de la realidad, se hace un tatuaje en el alma y se creen que solo eso es lo que hay. Para muchos, este relato es contraproducente, pero el problema es que se lo creen, y los asuntos de fe son muy difíciles de quitar de ciertas mentes.
¿Por qué tienen que hacer este relato? Porque mucho de lo que defienden es impresentable: va contra un buen número de los votantes anestesiados con el relato, va contra los derechos humanos, va contra las personas, y se trata de que no se despierten y de que voten bajo los efectos del cuento.
Dentro del relato circulante hay un invento con el que nos reventarán los oídos ahora. Creen, porque les interesa, que deben gobernar ellos por ser la lista más votada. Esto no lo han aplicado cuando no les ha interesado, pero ahora sí les interesa y ya están dando la matraca. Pero lo que defienden no lo dice la Constitución (ya se sabe que el cumplimiento de las leyes no es su fuerte). Esto es una democracia parlamentaria. No elegimos a un presidente, sino a unos parlamentarios. Estos se pondrán de acuerdo para poder gobernar, y lo hará el primero de la lista más votada u otro de la lista que acuerden. De esto se trata. Lo que defienden ahora -porque no les queda otra y no les importa que sea ilegal- es propio de regímenes presidencialistas o dictatoriales, pero no de una democracia parlamentaria. Pero estos señores y señoras son duros de mollera, parcos en moral y blandos de intereses, por lo que seguirán dando la tabarra con lo de la lista más votada.
Es ridículo, impropio de un presidenciable, ver a un señor insistir por balcones, micrófonos y cámaras recitando la parte del relato inventado que dice: “Quiero ser presidente, ea, ea, ea”.