Tal día como hoy de 1817 murió Madame de Staël, autora de Diez años de destierro.
Tienes más información aquí de la autora.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Tal día como hoy de 1817 murió Madame de Staël, autora de Diez años de destierro.
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Ayer fue un día raro: a ratos, difícil, y, a ratos, pesado. No sé si sería la luna, con su influjo, o el sol, con su calor. Era, además, el día del debate, que resultó ser el día del modelo de conversación al uso, el día del cansancio frustrante de lo mal hecho, el día que se vio con mucha claridad una situación en la que, si no lo remediamos antes, nos van a obligar a mirar para atrás, a ser cultos a escondidas y a morirnos antes porque no habrá servicios sanitarios accesibles.
Me pasé la tarde trabajando en el ordenador. A media tarde se me ocurrió tomarme la tensión. Estaba bien, como era de esperar, pero, en mitad del proceso, el ordenador decidió ponerse en negro. No sé si se cansó de funcionar o fue un intento de evitarme la paliza de tragarme el debate. El caso es que se fue a dormir y tuve que recurrir a una matraca antigua, perdón, obsoleta, con el que me tengo que manejar.
Hoy tengo, como primer objetivo, recuperarme de la cantidad de mentiras concentradas en un par de horas nunca vista antes, del ruido cansino e indescifrable originado ante dos pasmarotes, que habrán cobrado por su imaginaria labor de moderación. Fueron los dos un modelo de lo que las derechas ultras quieren de los ciudadanos: que traguen todo lo que se les ponga por delante. Triunfó la estrategia de las derechas (ayer eran dos derechas muy parecidas con una sola cara visible): crear una maraña tupida de mentiras eficaces ante una masa de partidarios, de la que era muy difícil salir desmontándolas una a una. Hoy observo que casi todos se fijan en la estrategia, sin tener en cuenta los contenidos. Y lo que vamos a sufrir los ciudadanos son las consecuencias de los contenidos. Como no nos cuidemos, el “vale todo” se va a apoderar de nuestras mentes y de nuestras conductas.
Vienen tiempos de sufrimiento y de solidaridad.
Un cumpleaños es la celebración del momento de la aparición de alguien o de algo en este mundo. Hay personas que lo ven desde un punto de vista algo más negativo, como centrándose más en la otra cara de la moneda: se dan cuenta vitalmente de que ha habido un año más de vida, pero también de que queda un año menos de existencia en el mundo.
No suele ocurrir esto último en el caso de que se celebre el cumpleaños de las cosas. Que algo bueno perdure es siempre un motivo de alegría. Y que lo haga evolucionando y haciendo crecer sus buenas cualidades es causa suficiente para pasar de la alegría al alborozo.
El día 7 de este mes de julio estuvimos comiendo alborozados celebrando el 26 aniversario de la creación de Dantxari, un restaurante de cocina vasco-navarra situado en la calle Ventura Rodríguez, nº 8, en Madrid, fundado en 1997 por Jesús Medina y Eduardo Navarrina, hoy ya jubilado, en la sala, y con Ángel Alonso, también jubilado ya, en la cocina. Todos procedían de la alta cocina madrileña y lograron dar comienzo a un éxito que ha superado crisis y pandemias y ha llegado hasta el presente dando siempre lo mejor de todos sus integrantes. Hoy se han incorporado otros grandes profesionales, como Manolo Medina, en la sala, y Luis Martín, en la cocina. Entre todos ha logrado que este restaurante de base tradicional pueda ser considerado como moderno, porque han sabido aligerar los platos de la carga calórica que suele aportar lo antiguo, y, a la vez, han creado algunos platos que, sin salirse de los cánones vascos, dan un aire nuevo y más gustoso a la carta.
Los platos que degustamos ayer mostraron claramente lo que es este restaurante: buen producto, estupenda cocina y un servicio eficaz y cordial. El primero fue un carpaccio de langostinos con bilbaína de setas, en donde se lograba un sabor resultante espectacular. Un plato para comer despacio, saboreando cada bocado. Un éxito, sin duda, de la cocina de este lugar. Seguimos con una vieira con muselina de limón, un gran sabor para un pequeño bocado. Luego vino un bonito encebollado con algas wakame, rico y en su punto, y yo tomé un rape a la bilbaína con ajetes que superó todas mis expectativas. Ya he destacado la materia prima, toda de primera calidad. No puedo olvidarme de las salsas. La bilbaína tiene una personalidad digna de gozo y de recuerdo. Seguramente es fruto de la sabiduría y la iniciativa del cocinero. La del bonito era también magnífica. Y recuerdo la de algún pichón que he tomado aquí, con una salsa plena de sabor.
En Dantxari no solo se come bien, sino que se come a gusto. Es muy difícil hacerle una crítica, aunque sea constructiva, porque se empeñan en no darle motivos a nadie. La vida, a veces, te crea situaciones gloriosas que te reconcilian con la existencia. Una de ellas es la de haber podido comer en Dantxari, haber conocido a su personal y desear que dure muchos años más para poder seguir degustando estos placeres de la vida. Muchas gracias, muchas felicidades y que nos encontremos muchas veces en este magnífico lugar.
Tal día como hoy de 1980 murió Juan Larrea, autor de Guernica.
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