El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
miércoles, 21 de octubre de 2020
Alfred Nobel. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 21/ 10/ 2020
martes, 20 de octubre de 2020
Dicho en el pasado. Ombligo
20 de octubre de 2018
En cuanto nací, mi abuela, con buen criterio, tomó un trozo de mi cordón umbilical y lo restregó cuidadosamente por un cerrojo oxidado. Cuando consideró que aquella loncha de carne, o de lo que fuera, había adquirido un tono suficientemente rojizo, se dirigió al balcón del dormitorio, abrió de par en par sus puertas, y, tirando aquella tajadilla enmohecida a la calle -lógicamente, por la izquierda-, exclamó:
Andréi Kolmogórov. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 20/ 10/ 2020
lunes, 19 de octubre de 2020
Ernest Rutherford. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 19/ 10/ 2020
Los lunes, músicas nuevas. Fetén Fetén
FETÉN FETÉN es un dúo burgalés de altísima calidad. Publica disco con colaboraciones variadas, aquí con nuestro querido Guitarricadelafuente. Esta música de raíces es capaz de tocarnos esa fibra...
domingo, 18 de octubre de 2020
Thomas Alva Edison. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 18/ 10/ 2020
sábado, 17 de octubre de 2020
Dicho en el pasado. Sociedad enferma
17 de octubre de 2014
Creo que un síntoma de que nuestra sociedad está enferma -y, con ella, nosotros- es que hay ocasiones en las que nos cuesta trabajo creer en ciertos profesionales.
Santiago Ramón y Cajal. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 17/ 10/ 2020
viernes, 16 de octubre de 2020
Robert Stephenson. Hombres y Mujeres de Ciencia. El Calendario de Bautista. 16/ 10/ 2020
jueves, 15 de octubre de 2020
No al vacío
Me senté a comer. El mundo me tiene harto. No sé si es más responsable de este hartazgo la amenaza del virus, que me está restando vida, o estas hordas de gentes de ultraderecha y de derecha ultra que han traspasado el umbral de la racionalidad y está creando un ambiente en el que ni ellos mismos, si son normales, deben de estar a gusto. Cada vez que esto ocurre ahí fuera, a mí me entra una pereza atroz. Llevo ya algún tiempo con una dejadez encima que solo me permite hacer lo indispensable. Mis circunstancias no son las más favorables para llevar una vida laboriosa, aunque intento mantenerme a flote.
El caso es que me senté a comer. Sé una de las cosas que hay que hacer siempre, que es buscar lo agradable entre lo que la vida te pone delante en cada momento, así que me fijé en la luz que entraba por la ventana de la cocina. Era una luz cálida, acariciante, que contrastaba con el frío que posiblemente hiciera fuera. Era una luz que invitaba a vivirla, a disfrutarla, que me daba no sé si optimismo o esperanza. Los árboles del jardín están aún lozanos, fuertes, con sus hojas defendiendo los últimos días que le quedan por estar en su lugar. Me tomé una taza de caldo caliente hecho con verduras y huesos de pollo. Intenté concentrarme en el sabor del caldo y descubrir el recuerdo de cada uno de sus componentes. Algunos aparecieron. Realmente estaba rico y resultaba reconfortante, como lo es todo lo cálido con los primeros fríos del otoño. Quiero perder peso y me hice una ensalada, de las que los cursis llamarían ilustrada. Mezclé un cogollo de lechuga, un tomate pequeño cortado en trozos, un huevo cocido, media cebolleta picada, un par de lomos de caballa en conserva, unas pocas aceitunas negras, un chorrito de salsa de soja y otro de aceite de oliva. Se me olvidó incluir una zanahoria cortada en rodajas finas y unas semillas de sésamo. Estaba muy rica y no creo que me pasara en calorías. Luego me tomé un par de ciruelas intentando sacarle todo el sabor que pude, pero lamentablemente no fue mucho. Resultó una comida agradable.
La rutina nos hace perder los detalles, los pequeños y los grandes detalles. Nos acostumbramos pronto a pasar por la vida de puntillas, sin estar atentos a todo lo que nuestros sentidos son capaces de ofrecernos y sin pararnos para que la inteligencia nos permita comprender lo que hay, lo que nos pasa y lo que deberíamos hacer. No tenemos alas, pero revoloteamos por la existencia como pájaros que han olvidado su origen, su destino y su trayectoria más adecuada. Huimos con mucha facilidad de la realidad y nos refugiamos en cualquier diversión. Creo que tenemos que pararnos. Los días no pueden irse vacíos.