Tal día como hoy de 2009 murió Michael Jackson.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
lunes, 25 de junio de 2012
domingo, 24 de junio de 2012
sábado, 23 de junio de 2012
viernes, 22 de junio de 2012
Esclavas. Exposición de Yolanda Domínguez
Se trata una vez más de que en el
mundo actual se sigue queriendo ocultar al ser humano que es cada
mujer. En el centro de todo el entramado estructural de nuestras
sociedades está instalado el poder. Y el poder está en manos
fundamentalmente de los hombres. Esta es la base desde la que surge
el problema del que trata la exposición titulada “Esclavas”
que nos presenta Yolanda Domínguez en la Galería Rafael Pérez Hernando, calle Orellana, nº 18, de Madrid.
El poder se ejerce siempre sobre
alguien. Puede ser que por motivos circunstanciales, que pueden ser
económicos, políticos, sociales o de cualquier otro tipo, alguien
caiga dentro de uno de los ámbitos del poder y tenga allí que
soportarlo. Pero a determinados hombres, que hacen del poder, sea
éste poco o mucho, el eje de sus vidas, les interesa tener bajo su
mando a personas, no por meras causas circunstanciales, sino
estructurales. Necesitan dominar a seres que, al exclusivo juicio de
estos poderosos, posean una estructura tal que no puedan alcanzar el
estatus que ellos ocupan. Y en este ámbito estructural y como
consecuencia de la ideología machista que profesan, colocan a las
mujeres. A estos hombres que viven del poder les interesa profesar la
idea de que cualquier mujer, por el mero hecho de ser mujer, debe
ejercer unas funciones en la sociedad distintas de las que llevan a
cabo ellos. Así, a la mujer le corresponde ser femenina, esto es,
dulce, obediente, sumisa y bella, entre otras atribuciones de índole
igualmente secundaria, de la misma manera que ellos creen haber sido
destinados a desarrollar funciones masculinas, siempre relacionadas
con el mando, la fortaleza, la libertad y la superioridad.
Esta maniobra interesada de los hombres
de poder establece en la sociedad una peculiar distribución
funcional. A cada uno de los sexos los machistas asocian un género,
con la particularidad de que el género femenino, constituido por las
funciones asociadas a las mujeres, siempre es inferior y dependiente
de los hombres, que son los llamados a poner en práctica las
funciones propias del género masculino. De esta manera, el sexo, a
través del género, se convierte en el último criterio de
estructuración social.
Es evidente el interés que el hombre
machista tiene cuando pone en práctica esta maniobra, porque ella le
permite tener a su disposición una mujer obediente que le
proporciona mano de obra gratuita en la casa, la satisfacción de las
necesidades cotidianas y el recurso a una fuente siempre disponible
de placer sexual. Y resulta también evidente el prejuicio del que se
deriva toda esta organización social machista: el de la supuesta (y
jamás comprobada) superioridad de los hombres sobre las mujeres.
Hay culturas en las que el poder sobre
la mujer se ejerce de una manera dura y cruel, con prohibiciones
brutales y con ritos que un mínimo sentido de lo humano condenarían.
Recordemos, por citar sólo dos ejemplos, a las mujeres de las tribus
de los patanes, en Pakistán, que no pueden salir a hacer sus
necesidades fisiológicas fuera de la casa, como sí hacen los
hombres, mientras no se haga de noche, para que nadie las vea,
sufriendo enfermedades renales derivadas del simple capricho
masculino; o a las de la tribu de los danis, en el valle de
Baliem, en Papúa Nueva Guinea, que deben soportar la amputación de
alguna falange de sus dedos cuando muere un familiar varón.
Sin embargo, hay costumbres menos
cruentas, más sutiles, pero igualmente eficaces para ejercer el
dominio sobre la mujer. Son las que afectan a la vestimenta de las
mujeres, como es el caso del burka, que los talibán impusieron como
obligatorio a las mujeres en Afganistán. La vestimenta, en general,
siempre conlleva una fuerte carga simbólica. Cuando el hombre
machista considera que la mujer no es un ser humano, sino un objeto
de su propiedad, del que puede gozar a su antojo, y no quiere que
ningún otro hombre pueda contemplar eso que es suyo, entonces la
tapa sin piedad con telas que van desde el pañuelo hasta el chador,
el niqab o el burka. Si la mujer que va dentro de esa cárcel de
tela, sufre, tropieza, padece enfermedades por no recibir la luz del
sol o termina perdiendo la visión, eso no le importa al machista,
porque para él la mujer no es más que un ser inferior, utilizable
para sus intereses y sustituible por otra en el caso de que se
convierta en inservible.
Es verdad que en nuestra cultura
solemos ser muy críticos con el uso del burka. Sin embargo, no nos
damos cuenta de que en nuestro entorno vital practicamos otra manera
de hacer desaparecer a la mujer como tal, de presentarla no como una
persona, sino como una cosa que cumple las funciones que al machista
le interesan. Este es el planteamiento de la exposición de Yolanda
Domínguez.
Con la misma tela con la que están
confeccionados los burkas y en colaboración con Sara Ostos
como diseñadora, se presentan prendas femeninas occidentales
cargadas de erotismo, de sensualidad e, incluso, alguien diría que
de glamour. Tangas, corsés, pezoneras o vestidos más o menos
livianos y sugerentes parecen indicar una condena al burka, del que
se exhibe también en la muestra un ejemplar auténtico. Sin embargo,
la propuesta no acaba en esta crítica, porque la mujer que puede
vestir ropas similares a las que se presentan en la muestra sufre en
su ser un tipo parecido de esclavitud, aparentemente más llevadero,
pero igualmente despersonalizante. La mujer occidental es también
víctima del machismo desde el momento en que acepta en su vestimenta
los criterios que le impone el hombre. Si al hombre machista le
interesa que la mujer se destape y ésta no tiene otro criterio mejor
que oponer, se destapará. Por un supuesto amor, por protección, por
economía o por rutina, la mujer que asume el criterio machista
termina por obedecer “a la manera occidental” a las llamadas
desde el poder de los hombres. Es muy significativo que uno de los
temas en los que puede vislumbrarse la presencia de un maltratador en
nuestra sociedad es el control que suele hacer sobre la forma de
vestir de su pareja. Y la mujer puede llegar a tener tan asumido el
gusto y la exigencia de los hombres en sus ropas, que encuentra
normal taparse o destaparse aunque ningún hombre concreto se lo
pida.
Hay dos maneras de impedir que una
mujer viva como una mujer, esto es, como una persona que es mujer.
Una, tapándola para que nadie vea que debajo de esas telas va una
mujer y para que ella misma no pueda sentirse como tal. Otra,
destapándola para que luzca a los ojos de todos, no como un ser
humano, como una persona, sino como un objeto de deseo y de
complacencia, como una propiedad privada que se exhibe con orgullo
por su dueño. Mientras los hombres machistas no aprendan a vivir
como seres humanos y mientras las mujeres no reaccionen y dejen de
hacerse cómplices de una ideología que las reduce a la condición
de esclavas del macho, aquí seguiremos pensando equivocadamente que
el método de tortura en la vestimenta de la mujer es el burka y no
lo que se ha asumido como normal en nuestro entorno. Mientras hombres
y mujeres no sean capaces de comprender y de vivir la igualdad real,
la sociedad seguirá siendo machista y las mujeres, las víctimas de
los hombres. La brillante exposición de Yolanda Domínguez es
un espejo en el que deberían mirarse las mujeres de cualquier
cultura y de cualquier sociedad.
jueves, 21 de junio de 2012
Con artistas
El que no crea, envejece y los viejos,
que pueden serlo a cualquier edad, acaban muriendo pronto.
Me gusta ver arte, contemplar obras de
arte. El arte no sólo te permite evadirte de este mundo estúpido,
sino que te impulsa a otro mucho más agradable, aunque a veces sea
más trágico, que éste. El arte se apodera de ti con una fuerza
irresistible y te proporciona un placer intenso y suave, a la vez,
inquietante y relajante, como si fuera un prodigio milagroso de la
naturaleza.
Me enamora el arte y me entusiasma
escuchar a personas que viven creando, que entienden la vida como
algo en las antípodas de la rutina, de la tradición, del estatismo
interesado de quienes están en los poderes.
Últimamente he tenido el grandísimo
placer de hablar con algunos artistas, y, sobre todo, de
escucharlos. A algunos los oí con atención en público y les tiré
de la lengua todo lo que supe, pero a otros -a otras, porque éstas
eran mujeres- tuve la fortuna de escucharlas de manera más personal.
Me parecieron seres humanos excepcionales, conscientes del mundo en
el que estamos, humildes en su forma de estar en él, pero sin
renunciar a sus deseos de cambiarlo para mejorarlo, fuertes como
árboles bien plantados aunque en terrenos poco propicios, con muchas
ganas de vivir y de crear, de sacarle al mundo sus secretos. Sobre
todo, imbuidas del ideal de la igualdad, que adorna con luces de gozo
y de fiesta a los espíritus elegidos para abrir los caminos.
Creo que una de las características
básicas del artista es su mente abierta a un mundo con el que quiere
comunicarse y que entiende que puede cambiar, pero no para que le
favorezca a él, sino porque entiende que un mundo mejor es posible y
deseable.
La emoción que me produce el estar un
rato con un creador hablando de su obra y del acto de creación se la
traduzco luego, cuando puedo, en un abrazo que me sale de dentro y
que no sé si entenderán o no, pero que estoy seguro de que sienten.
Es mi reconocimiento a la presencia ante mí de un ser que me supera
y que es capaz de entender esa vida como a mí me gustaría poder
vivirla. Es también, claro, una muestra del cariño que siento por
quien es capaz de estar un rato de su tiempo hablando conmigo de lo
que hace, de lo que piensa y de lo que vive.
He sido afortunado estos días y le doy
las gracias a estos amigos artistas por sus detalles. Dar las gracias
quiere decir que ojalá la vida les regale a ellos también el mismo
placer que ellos me han regalado a mí.
miércoles, 20 de junio de 2012
CARTA DE UN PACIENTE ONCOLÓGICO A LOS VOTANTES DEL PP
He encontrado esta carta en Facebook y creo que es necesario difundirla.
A todos y todas las que habéis votado al PP y seguís apoyándolos, ya sea a nivel nacional o en la Comunidad de Madrid, me gustaría daros un puñetazo en el alma, que también sangra si se la golpea con suficiente fuerza.
Entre vosotros seguro que tendría que pegar a unos cuantos familiares, amigos y conocidos, pero os lo mereceríais, por cabrones.
Como soy de la opinión de que una paliza no se justifica si no se explica antes el motivo, os lo voy a dejar bien claro.
Me llamo Roberto, esposo de Eva y padre de dos hijos. El cuarto cumpleaños del pequeño lo celebré en el hospital luchando para vencer el cáncer que quería matarme.
Hace tres años sufrí tratamiento quirúrgico, quimioterápico y radioterápico. Desearía que sufriérais cada una de las arcadas y llanto que tuve que pasar porque, por vuestro voto culpable, hoy estoy un paso más cerca de sufrir de nuevo el infierno. Yo, y todos los pacientes oncológicos que se ven afectados por los recortes que Esperanza Aguirre y el Gobierno del PP se niegan a aceptar, mintiendo como hacen siempre.
Este es mi caso particular. Ojalá infecte vuestro corazón.
Tenía cita prevista con mi oncólogo a inicios de Julio. Él y otra doctora más se han jubilado y, por culpa de los recortes que el gobierno del PP está implantando en la sanidad, me he quedado sin especialista y mi cita se ha movido a Septiembre, ya que el Hospital no va a suplir dichas plazas con nuevo personal.
¿Que pasa con los pacientes de esos oncólogos? La respuesta del hospital La Princesa, en Madrid, es que sus expedientes se valorarán de forma “virtual” por la Responsable de Oncología y, si hay algún problema en las pruebas, llamarían al paciente. Si no, la cita de septiembre permanecerá.
Por si no lo tenéis claro, os lo recordaré. Los enfermos oncológicos tenemos derecho a que un especialista nos revise personalmente en los plazos estipulados según el procedimiento marcado. No me vale una revisión virtual. ¿Queréis saber porqué no me fío? Cuando me detectaron mi primer cáncer no me avisaron y transcurrieron más de dos meses hasta que caí en manos de una especialista que me trató. En ese tiempo, mi tumor pasó de dos centímetros a más de seis, y sufrí tratamiento quimioterápico más fuerte y con peores efectos secundarios.
Esperanza Aguirre, Rajoy y el resto de políticos con responsabilidades hoy en día son culpables de todo el sufrimiento que se va a causar a víctimas de sus recortes y familiares. Y en la cadena de responsabilidad también estáis vosotros, porque les habéis votado y garantizais que sigan maltratando la sanidad pública de forma impune. Vosotros, simpatizantes del PP, sois más culpables aún que ellos de lo que está pasando, por creeros la sarta de mentiras que nos quieren hacer tragar.
Y por eso, os maldigo.
A todos y todas las que habéis votado al PP y seguís apoyándolos, ya sea a nivel nacional o en la Comunidad de Madrid, me gustaría daros un puñetazo en el alma, que también sangra si se la golpea con suficiente fuerza.
Entre vosotros seguro que tendría que pegar a unos cuantos familiares, amigos y conocidos, pero os lo mereceríais, por cabrones.
Como soy de la opinión de que una paliza no se justifica si no se explica antes el motivo, os lo voy a dejar bien claro.
Me llamo Roberto, esposo de Eva y padre de dos hijos. El cuarto cumpleaños del pequeño lo celebré en el hospital luchando para vencer el cáncer que quería matarme.
Hace tres años sufrí tratamiento quirúrgico, quimioterápico y radioterápico. Desearía que sufriérais cada una de las arcadas y llanto que tuve que pasar porque, por vuestro voto culpable, hoy estoy un paso más cerca de sufrir de nuevo el infierno. Yo, y todos los pacientes oncológicos que se ven afectados por los recortes que Esperanza Aguirre y el Gobierno del PP se niegan a aceptar, mintiendo como hacen siempre.
Este es mi caso particular. Ojalá infecte vuestro corazón.
Tenía cita prevista con mi oncólogo a inicios de Julio. Él y otra doctora más se han jubilado y, por culpa de los recortes que el gobierno del PP está implantando en la sanidad, me he quedado sin especialista y mi cita se ha movido a Septiembre, ya que el Hospital no va a suplir dichas plazas con nuevo personal.
¿Que pasa con los pacientes de esos oncólogos? La respuesta del hospital La Princesa, en Madrid, es que sus expedientes se valorarán de forma “virtual” por la Responsable de Oncología y, si hay algún problema en las pruebas, llamarían al paciente. Si no, la cita de septiembre permanecerá.
Por si no lo tenéis claro, os lo recordaré. Los enfermos oncológicos tenemos derecho a que un especialista nos revise personalmente en los plazos estipulados según el procedimiento marcado. No me vale una revisión virtual. ¿Queréis saber porqué no me fío? Cuando me detectaron mi primer cáncer no me avisaron y transcurrieron más de dos meses hasta que caí en manos de una especialista que me trató. En ese tiempo, mi tumor pasó de dos centímetros a más de seis, y sufrí tratamiento quimioterápico más fuerte y con peores efectos secundarios.
Esperanza Aguirre, Rajoy y el resto de políticos con responsabilidades hoy en día son culpables de todo el sufrimiento que se va a causar a víctimas de sus recortes y familiares. Y en la cadena de responsabilidad también estáis vosotros, porque les habéis votado y garantizais que sigan maltratando la sanidad pública de forma impune. Vosotros, simpatizantes del PP, sois más culpables aún que ellos de lo que está pasando, por creeros la sarta de mentiras que nos quieren hacer tragar.
Y por eso, os maldigo.
Yolanda Domínguez en PhotoEspaña: Preludios
Cada artista expresa lo que vive,
aquella parte de su experiencia que le resulta relevante y que
considera merecedora de ser comunicada a los demás. Esta experiencia
vital del artista puede ocupar un espacio significativo más bien
cercano a su mundo intelectual, en cuyo caso su obra es muy posible
que resulte un tanto críptica u oscura, con un contenido muy
personal y propio del artista. Por el contrario, cabe suponer que la
referencia de la obra de arte se encuentre más en los alrededores de
lo que le ocurre a un buen número de ciudadanos y probablemente en
estas circunstancias pueda ser más fácilmente comprendida por
estos, con lo que la experiencia comunicativa pretendida por el
artista será, sin duda, más feliz.
Este último me parece que es el caso
de Yolanda Domínguez en toda su obra y, en particular, en su
última propuesta para PhotoEspaña, la titulada Preludios,
que puede contemplarse en la Galería Rafael Pérez Hernando,
de Madrid, hasta el 27 de julio. La artista, sin renunciar, ni mucho
menos, a la dimensión sugerente, simbólica, provocadora e
interpretable que toda obra de arte tiene, presenta una temática
cercana, o que, al menos, debería serlo, al espectador.
La serie, como decimos, se denomina
Preludios. La lógica pregunta subsiguiente es: preludios ¿de
qué? Veamos. Que sean fotografías, todas ellas pigmentadas en rosa,
sobre temas domésticos y tomadas en una casa de muñecas son
indicios suficientes para concluir que se refieren a la mujer. Con
más concreción, se trata de plasmar las funciones que el ideario
tradicional ha atribuido a las mujeres dando lugar a lo que
socialmente se conoce como género femenino.
Aparecen así un conjunto de paisajes
domésticos en los que figuran muebles, ventanas, atuendos de mujeres
y enseres que podemos encontrar en cualquier hogar. En todos ellos
parece latir algún elemento inquietante que sirve para que nos
adentremos en el mundo real de la mujer. No encontramos en ellas
ningún ser humano y, sin embargo, su enorme poder sugerente nos hace
adivinar presencias ausentes, pasados hechos presentes, futuros
adelantados, temores invisibles, esclavitudes sin cadenas, rutinas
asumidas o incluso violencias que pueden avecinarse. Una mujer sin
rostro y sin cuerpo parece estar siempre presente, sin verse, en
todas las fotografías.
La iconografía de Yolanda Domínguez
es, no obstante, sencilla y hasta podría parecer un tanto ingenua.
No encontramos en ella a primera vista elementos que la conviertan en
una suerte de denuncia o de crítica en algún sentido. Pero puede
detectarse pronto un enorme poder evocador, sugerente, en cuyo caso
las fotografías se convierten en vehículos con capacidad para
enlazar las situaciones que se relatan con otras que encontramos en
la vida diaria. La limpieza, el sexo, la belleza, la figura de la
madre o la comida son algunos de los asuntos que se muestran y
justamente la ausencia de personas hace que las situaciones que se
adivinan se puedan generalizar y permitan una lectura más teórica y
más desligada de situaciones demasiado concretas. Estas situaciones
presentes en la serie se asocian con frecuencia con funciones
femeninas, con tareas que, sin que medie ninguna justificación
razonable, la sociedad atribuye a las mujeres. Pero ¿qué ocurre
después de que la mujer emplee su vida en el desarrollo de esas
funciones femeninas? Lo que se entiende como femenino ¿humaniza más
a la mujer o la reduce a un ser obediente? ¿Cuál es el precio que
paga la mujer por estar siempre bella, dulce y dispuesta? ¿Tienen
sentido las horas de trabajo doméstico sin remuneración, los
sacrificios por mantener una estética femenina? ¿Qué razón hay
para mantener la discriminación por razón de sexo? Estos son
algunos de los asuntos vitales que la propuesta de Yolanda Domínguez
podría sugerir con sus Preludios. Lo que hay más allá de
estas fotografías, lo que puede que sugieran es que todavía en
nuestras sociedades las mujeres tienen que revisar sus papeles, si
quieren recuperar su libertad y su humanidad.
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