El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
miércoles, 3 de febrero de 2010
martes, 2 de febrero de 2010
La mujer en el Islam
Servicio
lunes, 1 de febrero de 2010
Ardores
El cuerpo humano es una máquina de fabricar ardor.
Cuando ingerimos pulpo a medio cocer o un exceso de pimentón, por ejemplo, el organismo reacciona con una concentración de ardor en el estómago que exige una dosis de antiácido que contrarreste el fuego digestivo.
Otras veces el ardor se dispara ante la presencia de un gesto elegante, una sonrisa que te transporta a otros mundos o unas formas corporales en las que reconoces un poder insuperable. El ardor entonces se esparce por todo el organismo e intenta salir por el sexo para que el cuerpo recobre la temperatura de sosiego.
Pero hay ocasiones en las que el foco original del ardor se sitúa en el alma o, por ser más concretos y menos simbólicos, en la mente. El problema de este tipo de ardor es que es mucho más peligroso que el del estómago o el del sexo, porque exige la práctica de la prudencia y ya se sabe que esto es difícil de adquirir y cada vez más raro de encontrar.
Es posible que la señora María Dolores de Cospedal (“Dolores de Cospedal”: ¿Cómo se irá por el mundo con ese nombre por delante, con ese terrible “de” dándole más tragedia, si cabe, a la denominación) haya sufrido uno de estos calentamientos cuando el pasado 6 de agosto, coincidiendo con uno de los picos informativos del caso Gürtel, anunció que el Gobierno estaba espiando a dirigentes del PP que no tenían nada que ver con el caso Gürtel. Ahora, el Juzgado de Primera Instancia número 3, de Madrid, ha citado para el 17 de febrero, miércoles de ceniza y día de ayuno y abstinencia, a la señora de Cospedal para un acto de conciliación previo a la demanda civil presentada por un colectivo de internautas. En dicho acto la señora de Cospedal tendrá que ratificar y demostrar lo que dijo o bien retractarse. Cabe la posibilidad también de que la señora de Cospedal no acuda al acto, en cuyo caso pagará las costas y se quedará tan tranquila, se hayan producido los actos de espionaje o no, tenga pruebas de ello o no.
Son los ardores más baratos, los de la mente. Siempre cabe la posibilidad de calentarse, largar lo que interese y luego pagar la multa. Sin embargo, en este caso, estoy seguro de que la señora de Cospedal acudirá al juzgado a presentar las correspondientes pruebas y la situación quedará meridianamente clara. Porque si no, no sé dónde quedará la ética. Por cierto, ¿dónde estará ahora la ética? Hace tiempo que no la veo brillar.
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domingo, 31 de enero de 2010
sábado, 30 de enero de 2010
viernes, 29 de enero de 2010
Cuento
“Objeto narrativo geométrico –su mecanismo debe responder a un esfera-, preciso –sin ripios ni memeces- y precioso –con un lenguaje muy cuidado.”
En la web de Sololiteratura puedes encontrar más información sobre el autor.
jueves, 28 de enero de 2010
Formas
El grosor de las medias debe de haber aumentado considerablemente. En días de bastante frío he visto a muchas mujeres de distintas edades vestidas con medias oscuras y un vestido muy corto encima. Las imágenes desprendían en general una belleza peculiar que me recordaba la distinción aristotélica entre materia y forma como criterios, entre otros, para analizar la realidad. En este caso, la belleza no procedía de la materia, oculta bajo las medias, sino más bien de la forma de la pierna de la mujer, cuyo contorno oscuro destacaba sobre un fondo multicolor. También me recordó a los ángeles. Un ángel es un invento teológico que designa a un ser intermediario entre el dios y los hombres, que no tiene materia, sino sólo forma. Los ángeles tienen mucha importancia en el Islam y el barroco católico nos los ha representado espléndidamente. Es muy interesante conocer la clasificación de estos seres y sus criterios representativos en el arte, para poder distinguir un querubín de un arcángel. El caso es que la belleza de las piernas de las mujeres enfundadas en sus medias me pareció una especie de belleza angelical, en donde primaba la forma sobre todo lo demás. Es posible que algo de esto esté en la base del diseño de las ropas que usamos.
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miércoles, 27 de enero de 2010
martes, 26 de enero de 2010
Una desgracia
Nació tonto y la cosa fue yendo a más durante todo el tiempo que tuvieron que aguantarlo. No es que no razonara, sino que lo hacía estúpidamente mal. Sabía cosas, pero ninguna de ellas se traducía en algo positivo, en alguna mejora para la humanidad, ni siquiera para los que estaban más cerca de él, ni siquiera para él mismo.
Dice Rousseau que el hombre nace bueno, pero se hace malo cuando entra en contacto con la sociedad y comienza a compararse con los otros seres humanos. Es entonces cuando nacen en él el orgullo, la vanidad, el afán de propiedad, el deseo de poder y todas esas lacras que convierten a cualquiera en un ser insoportable y odiado. Todos estos vicios hicieron presa en él dejándole el ego hecho un desastre. La vida se le fue apareciendo como una necesidad continua de sobresalir como consecuencia de que su manía por compararse con los demás le ofrecía siempre unos resultados mediocres y un temor a que cualquiera en cualquier momento lo hundiera en la miseria.
No hay que extrañarse de que, al igual que algunos llegan a ser ministros, obispos o controladores aéreos, éste llegara a profesor de universidad. También llegó a dirigir una empresa en el Sur, en la que confundía la gestión con la propiedad. Fue aquí en donde la tontería se le fue transformando en gilipollez y en donde las posibilidades de rehabilitación fueron reduciéndose trágicamente para lamento de los que andaban en su entorno existencial.
En todos imaginaba un enemigo más o menos potencial. Su ego estropeado le llevaba a tomar decisiones absurdas, ineficaces y contraproducentes que a unos les parecían malintencionadas y a otros, fruto de un loco puesto a diseñar medicamentos. No toleraba crítica alguna, gozaba malsanamente con el abuso, maltrataba a los débiles y era servil con quien a su juicio tenía algo de poder. Disfrutaba dictando normas estúpidas que implicaran el fastidio de la mayoría de los que tenían que soportarlo. En cierta ocasión se atrevió a poner una reunión de empleados al final de la jornada laboral de un día en el que comenzaban las vacaciones. Podía haberlo hecho otro día, pero él eligió deliberadamente ese momento. Tal capricho innecesario fue entendido, lógicamente, como una mezcla de torpeza, de locura y de hijoputez, fruto de su mala condición humana y de su ignorancia absoluta de las más elementales reglas sobre el trato eficaz del personal, reglas que conoce hoy cualquier persona mínimamente inteligente que esté al frente de un negocio. Pero así era él, al menos aparentemente, feliz.
Parecía que no lo sabía o que le daba igual, pero la gente lo odiaba y huía de él como de la peste. Era como si le bastara el odio de sus conocidos para que pudiera vivir olvidándose de que era un ser humano. Pero la vida se vuelve a veces muy dura, sobre todo cuando se la fuerza sin sentido y sin dignidad. Y, a su pesar, el odio de los demás se fue tornando en indiferencia y el presente doloroso fue dejando paso al olvido liberador.
Un día se fue. Dejó la empresa, dejó la universidad y dejó vivir a los que le rodeaban. Nadie lo echó en falta. Nadie se acordó de él. Se olvidaron de que había existido como se olvidan las pesadillas al ver nacer el sol de la mañana. Le pedía Rilke a Dios que le diera a cada cual su propia muerte. Y Dios en este caso oyó la petición del poeta. Murió solo, olvidado por todos, sufriendo con la misma intensidad que hizo sufrir a los demás a lo largo de su vida. Le pedía a los que pasaban por su lado las claves para su salvación, pero nadie se las daba. Mendigaba un poco de comprensión y recibía el silencio vestido de desprecio. Gritaba desesperado que quería seguir siendo él, pero nadie lo reconocía. Nadie quería que él fuera él. Como nunca fue capaz de llegar a las puertas de la inteligencia, nunca comprendió que lo que se espera encontrar en la vida tienes que darlo tú antes. Todo el mal que hizo lo recogió al final. Se fue olvidado por todos y todos quedaron en paz, en la misma paz que encontraron en cuanto perdieron el contacto con él en la vida. Siempre fue el tipo prescindible que nunca quiso ser. Una desgracia.
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