Tal día como hoy de 1895 murió José Martí, autor de Ismaelillo.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Tengo la impresión de que en este país las mentes envejecen mucho antes que los cuerpos. Es necesario un ciclón de aire fresco, de vida amable, de alegría colectiva, de ilusión visible, de ganas de vivir en un mundo bueno.
Iba yo a comprar el pan cuando una señora, de mediana edad y que resultó ser de la Edad Media, aguantaba desde dentro la puerta de entrada a la panadería, como si en algún momento fuera a salir. Vio que yo quería entrar y soltó la manija, pero no se quitó de la puerta, por lo que me fue un poco difícil acceder al interior. Ya dentro pude oír que le estaba contando al panadero que en Europa las cosas iban muy bien, pero que, en cambio, aquí en España no hacíamos otra cosa que pagar impuestos. Como la afirmación me pareció propia de una persona mal informada (no sé qué haría si viviera en los países nórdicos) y tendenciosa, le dije:
-Perdone, señora, ¿prefiere usted no pagar ni un euro de impuestos, pero renunciando a tener sanidad pública gratuita, educación pública gratuita, a pasar con su coche por toda carretera que esté asfaltada, a transitar de noche por cualquier calle que esté iluminada, a usar el agua del grifo o la electricidad, a comprar cualquier cosa, a poder tirar la basura al contenedor, a todas las mejoras que se hagan en su ciudad y a tener una pensión cuando se jubile?
La señora me miró con unos ojillos que se le querían salir de sus órbitas, apretó las mandíbulas, con los labios puso cara de asco o de odio, no sé, salió de la panadería y se despidió dando un sonoro portazo.
Me quedé sin saber si en realidad quería pagar impuestos o no.
Observo sorprendido e incrédulo la existencia de personas que van por la vida sin darse cuenta de la presencia, creciente y por doquier, de los tontos obstinados, de los gilipollas. Van vestidos de personas normales, pero llevan su sello en la cara, en sus gestos, en sus actos y en su presencia.
(La fotografía que añado es del inteligente y ameno libro de Carlo M. Cipolla, Allegro ma non troppo, en donde se habla con mucha claridad y amenidad del tema).