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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
miércoles, 10 de agosto de 2011
Esperanza Aguirre
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Cospedal
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González Pons
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Letras que hago mías. Legados y prejuicios
Sobre la trampa tonta del gen del fracaso escolar. Artículo publicado en El País del 4 de julio de 2011.
Legados y prejuicios
MARÍA PILAR JIMÉNEZ ALEIXANDRE
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EL PAÍS - Sociedad - 04-07-2011
En el siglo XVIII Linneo clasificaba a los seres humanos en grupos como Homo europeanus, que era "amable, ingenioso y activo", mientras que el Homo africanus era "indolente, negligente y caprichoso" y el Homo asiaticus, "avaricioso y distraído". Pocos dudarán hoy de que esas categorías están basadas en prejuicios y no en estudios rigurosos. En el XIX, Lombroso relacionaba la criminalidad con características como mayor capacidad craneana o abultamiento occipital. Aunque estos ejemplos muestran que antaño se juzgaban innatos todos los comportamientos y desempeños humanos, la genética moderna considera que la expresión de los genes (lo que los biólogos llamamos fenotipo) es resultado de la interacción entre los genes y el ambiente. Quizá un ejemplo ayude a entenderlo: en 1935 la estatura media de los varones gallegos era 163 cm, mientras que en 2005 era 175 cm. Creo que estaremos de acuerdo en atribuir ese aumento de 12 centímetros a una mejora en la alimentación y las condiciones sanitarias, y no a un cambio simultáneo en los genes de toda la población.
¿Quiere esto decir que los genes no influyen en cuestiones como la estatura o el rendimiento académico? Influyen, pues, por ejemplo, el genotipo de una persona determina una potencialidad de ser alto. Que llegue a serlo depende de si su alimentación, condiciones sanitarias, etcétera son adecuadas. Hay estudios que apuntan a que ciertas predisposiciones intelectuales tienen un componente hereditario. Pero todas las investigaciones rigurosas, que son muchas, muestran la relevancia de los factores sociales y económicos en el rendimiento académico. Así lo hace la evaluación internacional Pisa, realizada por la OCDE, organización nada sospechosa de radicalismo. Factores sociales son, por ejemplo, el nivel de estudios de los padres, en especial de la madre, que, según Pisa, es el que presenta una correlación más alta con el rendimiento. No es difícil de entender que un niño o niña educado en una familia en la que hay libros, en la que la expresión oral es sofisticada y en la que se le corrige cuando comete una falta de ortografía está en mejores condiciones para tener buenas notas que otro procedente de un entorno con un bajo nivel de estudios.
Otro caso de influencia del ambiente en el desempeño académico es la incorporación de las mujeres a los estudios universitarios. Aún a mitad del siglo XX se ponía en duda, por ejemplo por Marañón, que pudieran dedicarse a la investigación científica. Se alegaba una supuesta diferencia innata. Es evidente que si a las mujeres no se les permitía el acceso a los estudios, o se dificultaba su carrera académica, difícilmente podían expresar sus potencialidades. Hoy día los resultados de las pruebas de selectividad en todas las comunidades autónomas muestran que la mayor proporción de los alumnos con mejores notas son mujeres. No sé si los autores del informe de la CEOE, que se quejan de que haya profesoras, preferirían que estas alumnas brillantes vuelvan a hacer calceta y fregar sartenes, en vez de cuestionar, por ejemplo, por qué las mujeres reciben menores salarios que los varones.
Es posible que los empresarios sepan de empresas. Pero, antes de lanzarse a decir disparates sobre biología y educación, deberían informarse. Contradecir los resultados e interpretaciones de un estudio tan amplio y riguroso como Pisa, afirmar que la herencia genética tiene más importancia en el éxito escolar no es heterodoxo. Es simplemente una falacia. Es una conclusión que muestra una profunda ignorancia, no solo de la educación, sino de la biología moderna, en la que las interpretaciones deterministas (que llevadas al extremo lindan con el racismo) no tienen carácter de enunciados científicos sino únicamente de prejuicios anticuados.
martes, 9 de agosto de 2011
Letras que hago mías. Toot Thielemans
"Puedo presumir de haber tocado con Charlie Parker"
CHEMA GARCÍA MARTÍNEZ - San Sebastián
EL PAÍS - 25-07-2011
A sus juveniles 89 años de edad, Jean-Baptiste Isidor Thielemans (Bruselas, 1922), con tratamiento de barón en su país por concesión del rey Alberto II, es un auténtico tesoro viviente. Su experiencia acompañando a los más grandes talentos que ha producido el jazz en su centenaria historia no tiene comparación con la de ningún otro intérprete en activo. Hoy visita San Sebastián para actuar al frente de su cuarteto y recibir el Premio Donostiako Jazzaldia 2011.
Como tantos de sus compatriotas, el joven Thielemans sufrió los rigores de la II Guerra Mundial: "No fueron años fáciles para nadie. Durante la ocupación alemana sufrí mi primera contaminación jazzística. Vivía en Bruselas y había cerca una tienda de discos a la que iba a mirar el escaparate. Al cabo de un tiempo, reuní el dinero suficiente para comprarme mi primer disco: Carry me back to old Virginy, de Louis Armstrong. Pero escuchar jazz estaba prohibido en aquellos días. La solución era amortiguar el sonido de la bocina del gramófono con una almohada para que no lo escucharan los vecinos. Si te denunciaban, podías ir a la cárcel". (...)
Para una mayoría de aficionados, el nombre de Toots Thielemans aparece asociado a su participación en series y filmes de éxito como Ábrete sésamo, Cowboy de medianoche o Delicias turcas. Pero fue en 1962, cuando conoció su mayor éxito con Bluesette, un tema que, más tarde, interpretaría en compañía del trompetista y cantante Chet Baker: "Éramos diferentes en todo menos en lo importante: la música. Él era un modelo de perfección. Su manera de construir las frases, el modo en que cantaba... era perfecto. Yo no lo era tanto, por eso trataba de ser más moderno que él, porque él resultaba inabordable".
Para Thielemans, tocar jazz es como declamar una poesía. Eso, dice, lo aprendió de Baker: "Hay que aprender a decir más con menos palabras. He llegado a un punto en mi carrera en que quiero expresar las emociones más profundas con el mínimo de notas. Esta es la verdadera sabiduría".
A sus casi 90 años, el jazzista belga está al día de las últimas corrientes: "En mi ordenador tengo a Joshua Redman, Steve Coleman, Brandford Marsalis, Vijay Iyer... todos fantásticos, pero no me siento tocado por su música. Soy muy crítico, incluso con mis propios discos. Todavía sigo estudiando y practicando a diario. Llevo medio siglo creando música y no pienso bajar la guardia. Hank Jones estuvo en activo hasta los 92, yo tengo 89, así que me quedan algunos años. Toco madera".
Puedes leer el artículo entero, publicado en El País del 25 de julio de 2011, aquí.
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