Llevo dos años trabajando con los alumnos de 2º de ESO la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Procuro que conozcan la realidad y que razonen, que aprendan a vivir como seres racionales, como seres humanos, que antes de opinar piensen sobre lo que van a decir. Intento convertirlos en seres autónomos, que no obedezcan al que más grita o al más chulo. Pretendo que ni siquiera me obedezcan a mí en mis opiniones, sino que vayan siendo ellos mismos, con sus conocimientos, los que justifiquen su forma de pensar. Les hablo de lo que es una norma, de la necesidad de cumplir normas, de los valores, de que dependiendo de los valores que tengan, así serán las normas que se den. Les hago pensar sobre la igualdad, sobre lo injusto del machismo, del racismo, de las discriminaciones. Procuro traerles a la mente problemas reales sobre los que antes no habían pensado para que encaucen sus vidas por caminos transitables y constructivos para todos.
Creo que esa es la manera de contribuir a crear ciudadanos con una cierta madurez, la misma que no les dan en sus casas porque sus familias no ejercen, en muchos casos, como tales, porque están muy ocupadas acumulando dinero, o muy despistadas, o, simplemente, no existen.
Por eso me molesta mucho que un ciudadano se haya puesto días pasados ante un grupo de alumnos pequeños, de
Este ciudadano, aparte de ir en contra del más elemental sentido del respeto, violó el artículo 19 de la declaración de Derechos del Niño, cuya existencia seguramente desconoce, y contradijo todo lo que había dicho antes para hacer el ridículo yendo en contra de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, con infundadas acusaciones de adoctrinamiento.
Este ciudadano es bien conocido por usar con frecuencia la táctica de hacer algo para acusar luego, con todo el cinismo, al adversario de que es éste quien lo ha hecho.
Este ciudadano se llama Mariano Rajoy Brea, es líder del Partido Popular y ha dicho lo anterior sin ninguna prudencia ni ninguna vergüenza. Seguramente porque no las tiene.