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viernes, 14 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. El Séptimo de Caballería




A más de un estúpido le ponen una bicicleta entre las piernas y se cree que es el jefe del Séptimo de Caballería persiguiendo a los indios antes de que se escapen. 

Buenas tardes.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. Elegancia y mala leche




Hay que ver con qué elegancia despide el PP al diputado Alfonso Guerra, del PSOE, que se va porque abandona la política activa, y con qué mala leche recibió desde el primer día al presidente Zapatero, que llegó porque lo eligió el pueblo. 

Buenas tardes.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. Hay que reaccionar




En principio, es más probable que un rico esté corrupto que lo esté un pobre. Lo mismo ocurre con un poderoso respecto de alguien que no posee poder. Que haya personas que, por encima de todo, quieran enriquecerse a toda costa y de cualquier manera es una desviación humana muy lamentable que hay que perseguir y anular. Lo que me preocupa es la situación actual, en la que la corrupción surge en un número tan elevado de personas que parece que en determinados ámbitos es difícil que se salve alguien. Y me preocupa más que la corrupción llegue a afectar a estructuras importantes del país; que, además de las personas, los órganos que tienen algún poder en el país estén corruptos. Y lo que más me preocupa de todo es que ese modelo de vida corrupta se extienda como una mancha de aceite entre los ciudadanos, que la corrupción se vea como lo normal, que llegue a haber grandes grupos de personas que no sospechen otro modelo de vida que el de la corrupción. La corrupción embrutece hasta límites insospechados y puede llegar a cotas de crueldad impensables. Creo que vamos por ese camino a gran velocidad. Si no reaccionamos pronto, lo que está en peligro es nuestra tranquilidad, nuestra seguridad, nuestra dignidad y nuestra propia vida. La de todos.

Buenas tardes.

martes, 11 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. El gallego




El tópico dice que nunca se sabe si un gallego sube o baja la escalera. Yo me pregunto hoy si el propio gallego lo sabe o no. Incluso si sabe si está en una escalera o no lo sabe. A veces tengo la sensación de que su ignorancia es tal que lo único que sabe es que está en política, pero que no quiere saber nada ni de escaleras ni, mucho menos, de subirlas o bajarlas. Lo que le gusta es estar sentado diciéndole a sus acólitos -¡tantos corruptos entre ellos!- que pongan el país en las manos privadas de los más golfos, de los más hipócritas, de los más ricos. A fuerza de dar rienda suelta a su afición favorita, la de dejar que los problemas se pudran -ni sabe ni tiene ganas de hacer nada con ellos-, el país huele cada vez más a podrido. Él mismo está podrido y apesta a rayos -a rajoyos. Los ciudadanos se están pudriendo también, unos, por la pobreza, y otros, por la codicia. Habría que decirle al gallego que bajara la escalera, que abriera la puerta, que saliera y que no parara de andar nunca. 

Buenas tardes.

NOTA. 

Le pido disculpas a los gallegos por haber usado el tópico inicial en este texto. En realidad yo lo usaba para hablar de uno solo. Un tópico no es más que el fruto de un prejuicio y los prejuicios suelen ser injustos, falsos e irrespetuosos. Una amiga muy sensata me ha advertido, con razón, de que el uso de este tópico posiblemente no haya sido muy acertado. Es verdad que yo, en cierto modo, lo usaba precisamente para desmontarlo, haciendo ver que a uno de ellos no le ocurría eso, sino algo peor, pero el artificio usado podía hacer que se pensara otra cosa. Por si acaso, quiero dejar claro que yo no pienso así de los gallegos y que los estereotipos regionales, como todas las generalizaciones, siempre me han parecido estúpidos. Pondré más cuidado otra vez que hable de este tipo de personajes que terminan sacándolo a uno de sus casillas.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. Falta fe




En general, la gente no cree en la tecnología telefónica, especialmente en la de los teléfonos móviles (celulares, para los de allende el Atlántico). Su carencia de fe se advierte enseguida en el volumen de voz que usan para hablar, como si fuera su potencia vocal la que transportara el sonido y no la red telefónica. Es posible que de otras creencias anden sobrados, pero en la telefonía parece que no creen mucho. 

Buenas tardes.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. ¿Qué dirán ahora?




Me pregunto dónde estarán ahora todos los que se creyeron aquello que, de manera tan cansina, cantaban todos los días a voz en grito Rajoy y su Orquesta del PP, de que el causante y el culpable de toda la crisis era Zapatero. Me gustaría saber qué dirán ahora que todo está peor. Y, puestos a querer saber, también me gustaría conocer si se sentirán algo responsables de todo lo que han destrozado en estos tres años esta pandilla de vándalos mentirosos que sólo desean el beneficio económico para los suyos. ¿Se habrán sentido engañados o todavía necesitarán más caña? 

Buenas tardes.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Lo que veo cuando miro. Embobados




Cuando nos quedamos embobados mirando la luz, no podemos ver cómo está la instalación eléctrica ni si esa bombilla va a iluminar o no el espacio. 

Buenas tardes.

jueves, 30 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. Castas



No todos los de la casta son de la casta ni todos los que no son de la casta son unos descastados. 

Buenas tardes

miércoles, 29 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. El perdón



Ayer comentaba yo en este mismo lugar que las peticiones de perdón hechas públicas por el presidente del Gobierno, el señor Mariano Rajoy, y por la presidenta del PP de Madrid, la señora Esperanza Aguirre, no tenían ningún sentido en una sociedad civil y democrática, en la que lo único procedente en una situación como la actual -de corrupción no ocasional, sino estructural- es la dimisión.

Me gustaría hoy, sin embargo, no tirar por la borda el perdón como si fuera un acto escaso de sentido. Pedir perdón es una procedimiento humano valiosísimo, elegantísimo y de una enorme calidad humana, sólo equiparable al acto generosísimo, nobilísimo y de una calidad humana similar de perdonar. Pero pedir perdón y perdonar, actos propios de mentes grandes, sólo tienen sentido en el pequeño mundo de las relaciones personales. Yo puedo cometer un error con un amigo, puedo reconocerlo, decírselo y pedirle -no exigirle- que me perdone. Ese acto de humildad, si es sincero, ennoblece y engrandece a quien lo hace. Y el acto de perdonar, tan libre como innecesario, dota igualmente de nobleza y de grandeza a quien lo concede. Pero esto sólo tiene sentido y valor en el ámbito de las relaciones personales, nunca fuera de él.

En el marco de la política nunca se establecen relaciones personales entre los ciudadanos y sus representantes. Son relaciones institucionales, sujetas a reglas -escritas o no escritas- democráticas, en donde no se puede olvidar que lo único que hay que perseguir es el bien común de todos, no el establecimiento o el restablecimiento de ningún tipo de relación personal.

No ser consciente de esto y salir en público pidiendo perdón por unos comportamientos impresentables de una serie -enorme, por otra parte- de políticos, en lugar de presentar la dimisión a los ciudadanos que le otorgaron su representación y su confianza, da a entender una carencia enorme y peligrosa de ética. Se han puesto a gobernar sin un mínimo de formación ética y eso tiene sus consecuencias.

Hay políticos, particularmente entre los neoliberales -como si lo llevaran en sus genes-, que tienen la funesta manía de confundir lo público con lo privado. Llegan a un cargo público y creen que el cargo es suyo y que pueden hacer desde él lo que les venga en gana: mentir, ocultar, ganar dinero, maltratar a los ciudadanos, etc. En el colmo del desvarío democrático, se dedican a privatizar lo público, con excusas o sin ellas, con sentido o sin él, sólo con el interés de beneficiarse a sí mismos o a sus amiguetes y correligionarios. Tanto se creen que lo público que gestionan es un bien privado que les pertenece, que cuando ocurre alguna anormalidad, en lugar de irse y someterse a la justicia democrática, se limitan a pedir perdón. Y se quedan tan anchos.


El despiste democrático en el que estamos metidos es el fruto de muchos años de fomento de la incultura entre los ciudadanos, entre los empresarios y entre los políticos. Abandonamos todos nuestra formación como ciudadanos y ahora estamos recogiendo los frutos podridos de tal dejación.

Lo que veo cuando miro. Perdones



La cazatalentos (o cazafantasmas, no sé) Aguirre pidió ayer perdón a los españoles por haber confiado en unos golfos. El presidente Rajoy ha pedido perdón hace un rato por lo mismo. ¡Qué hueco y qué fofo queda todo esto! Podían haber pedido perdón por todas las reformas que han hecho en las leyes en beneficio de los ricos y en perjuicio premeditado de todos los demás, pero eso ni se les pasa por la mente. Han venido a servir a sus amigos y no están dispuestos a cesar en su empeño.

Lo de pedir perdón tiene unas connotaciones religiosas vacías, que la gente sin escrúpulos está usando últimamente sin el menor propósito de la enmienda y como un deseo hipócrita de quitarse de encima el muerto para seguir haciendo lo mismo. Es como el jovencito que está jugando al fútbol en un espacio público, le da un balonazo a un transeúnte, le pide perdón, pero sigue jugando.

Que el multicargado Granados era un pájaro lo sabía cualquiera que lo hubiese oído hablar o que lo recordara de la comisión que juzgó el 'tamayazo'. Yo no hubiese confiado en él ni de lejos. Al parecer, en Valdemoro, de donde fue alcalde, todos sabían quién era el tal. ¡Cuánto más debería saberlo la presidenta del partido en Madrid y el presidente nacional del partido! ¿A qué viene ahora aparentar una sorpresa adornada de lamentos?


Estos tipos siguen tratándonos como si fuéramos tontos y creen que su hipocresía le vale a cualquiera. Si tan conpungidos están por el daño que se ha hecho siendo ellos responsables, que sean consecuentes. El perdón es un concepto religioso que les valdrá para no condenarse. En la sociedad civil, el perdón no vale para nada. Lo único que tiene sentido democrático es la dimisión.

Buenas tardes.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. Andando



No me gusta andar. No me importa ir a donde sea, aunque quede lejos, pero andar por andar me fastidia. Entiendo que es muy saludable y que hay que hacerlo, pero no me puedo quitar de la cabeza la sensación de estar dejando de hacer otra cosa para estar andando.

Hoy ha sido muy duro. No tenía absolutamente ninguna gana de andar. Lloviznaba, hacía algo de frío, pero como iba como una bala, sudaba. Un desastre.

De pronto, recordé lo que no debí haber olvidado: que hay que sacarle vida a cada día, porque cada día es irrepetible y no se puede desperdiciar así como así. De manera que me fijé en las ventajas que trae andar para adelgazar, para el corazón y para estar cachas (aquí me pasé, pero da igual, no vamos a ser demasiado estrictos) y me propuse buscar detalles de belleza por donde pasaba. El cielo estaba indeciso, con nubes de varias clases y de diferentes colores. Eso me gustó. Había flores con gotas de agua en sus pétalos y plantas que estaban en su momento. Eso también me gustó. No vi a ninguna persona que me trasmitiera algo de belleza, y eso no me gustó, pero tampoco era cuestión de que hubiera suerte siempre. Iba más rápido que otros días sin acusar cansancio. Eso también me gustó. Al final, hice 6 km cuando pensaba hacer menos y eso, al final, me gustó.

Volví pensando que hay que hacer lo que hay que hacer, pero buscando siempre el lado agradable, el aspecto reconfortante, el detalle alegre, aunque sea pequeño. A ver si no se me olvida.


Buenas tardes.

lunes, 13 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. El superador



Se te ocurre poner aquí alguna afirmación intrascendente, como, por ejemplo, 'Hace mucho calor', y enseguida sale un espabilado, un superador, incapaz de que se le ocurra una afirmación así, pero que no se priva de decir: 'Mucho, no. Muchísimo'.

Otra vez, viendo lo que hace algún iluminado, escribes que el tal parece tonto. El superador se apresura a matizar que 'Tonto, no. Es gilipollas'.

O, en un ataque de realismo, dices que hay que limpiar la sociedad de corruptos, y el superador no pierde un momento en afirmar que 'Además de limpiar, hay que sacar brillo'.

Parece que siempre hay preparado un superador, al que nunca se le ocurre decir nada, pero que aprovecha todas las oportunidades que se le presentan para afirmar con rotundidad que lo suyo siempre es más. Pues que le aproveche.


Buenas tardes.

Lo que veo cuando miro. Somos de pueblo



Me parece que somos de pueblo y que jamás hemos salido de él. Tenemos una mentalidad pueblerina, cateta, con unos muros enormes en las lindes que nos impiden ver nada de lo que hay más allá de ellas.

Creemos que somos el centro del mundo, lo más importante, lo único que merece la pena. Nos ocurre con el pueblo, pero también, y, sobre todo, con nosotros mismos. No es que nos queramos mucho, es que nos adoramos, hasta el punto de prescindir estúpidamente de todo lo que ocurra más allá de este pequeño pueblo que es nuestro insignificante mundo, nuestra tambaleante vida.

Ni cuando un virus insolente, como el ébola, se atreve a cruzar nuestras fronteras e instalarse en el pueblo, salimos de nuestra estrechez mental y vital. No nos importa que más allá del pueblo, en África, haya más de ocho mil infectados por el virus que llevan la enfermedad en condiciones lamentables. Ni nos apiadamos de un vecino al que las malas condiciones en las que le hacían trabajar hicieron que contrajera la enfermedad. Lo único que deseamos es que no nos toque a nosotros. Lo único que se nos ocurre sentir no es ni solidaridad, ni respeto, sino miedo, esa horrible vomitadura producida por nuestra propia inferioridad, por nuestra pueblerino sentimiento de limitación. Que no me toque a mí, ni a mi familia, ni a mi pueblo. Si le toca a otro, mala suerte. Eso es lo que sentimos sin pensarlo.

Realmente somos de pueblo, cortos de vista, humanamente pobres.


Buenas tardes.

sábado, 11 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. Tarjeta opaca.




He puesto mi tarjeta VISA delante de una lámpara encendida y no deja pasar la luz. Mi tarjeta es opaca. ¿Estaré metido en un lío sin saberlo? Esto es un sinvivir. 

Buenas tardes.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Lo que veo cuando miro. Tragedia



El espectáculo de los aficionados haciéndose pasar por profesionales, de los que viven de sus intereses personales haciéndose pasar por servidores públicos, de los ineptos haciéndose pasar por expertos, de los tontos haciéndose pasar por listos, de los jueces para ricos haciéndose pasar por jueces imparciales y de los sucios haciéndose pasar por limpios es una desgraciada tragedia real y viva. Buenas tardes.

- Lo que veo cuando miro. Políticos




Político: 

No me digas más el qué; dime el cómo. 

Buenas tardes.

martes, 7 de octubre de 2014

.Lo que veo cuando miro. Estúpidos




No sé por qué será, pero los estúpidos -al menos, los que yo conozco- siempre llevan las prisas metidas en el cuerpo, o sienten la ineludible necesidad de ir haciendo ruidos innecesarios y molestos, o ambas cosas. Qué pesadez de gente. 

Buenas tardes.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Lo que veo cuando miro. No sé



No sé si el PP es un partido de centro lleno de ultraderechistas o un partido de ultraderecha lleno de descentrados. No sé.

Buenas tardes.

jueves, 4 de septiembre de 2014