Una gran bibliotecaria y mejor persona, Nuria García Serna, de la que se acordarán los alumnos del IES Luis Buñuel, me envía este precioso texto que quiero compartir con vosotros en el Día del Libro.
El lema debe ser siempre: ¡Cultura!
Discurso de
Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo,
Fuente Vaqueros (Granada), en 1931.
Medio pan y un
libro.
Cuando alguien va al
teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea,
si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que
las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le
gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del
espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la
melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería
pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios
y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es
vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo
nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y
por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca
del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive
el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no
pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco
desde aquí violentamente a los que solamente hablan de
reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones
culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que
todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen
todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es
convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en
esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más
lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un
hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente
con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene
ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque
son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están
esos libros?
¡Libros! ¡Libros!
Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor»,
y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la
lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor
Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin,
estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro
paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía
socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme
libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía
frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía
libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la
cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física,
biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco,
muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya
ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos
de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura».
"Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los
problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto
de
luz".
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