miércoles, 16 de septiembre de 2009

Anestesiantes y aislantes


Hace tiempo que veo la sociedad como una fábrica enorme de anestesiantes y de aislantes. No es que sea esto lo único que haya en la sociedad, pero sí un elemento muy importante por el efecto tan fuerte que produce en los ciudadanos.

Por eso me ha gustado encontrar un cierto eco en el artículo que publicó Rosa Montero el pasado día 8, en El País, titulado Metafísica. Helo aquí.

Últimamente las personas que conozco parecen estar adquiriendo la malísima costumbre de morirse, cosa que te hace percibir con especial agudeza la naturaleza fugitiva de las cosas. Que nuestra existencia no dura apenas nada, y que incluso esa vidita minúscula está constantemente amenazada, es una inquietante certidumbre que nos empeñamos en olvidar.

Éste es el origen, me parece, de la incapacidad que mucha gente tiene para quedarse sola. Porque en la soledad, y en la silenciosa calma del pensamiento, puedes escuchar a la muerte tictaqueando en tu interior como el contador de un taxi, corre que te corre hacia el despeñadero. De ahí nuestra propensión universal a las drogas, al barullo y al movimiento constante: todo con tal de no saber, no recordar, no oír.

Y de ahí también, me supongo, el formidable triunfo de los teléfonos móviles, una tecnología perfecta para el aturdimiento. Un azote creciente, o al menos yo nunca lo había notado tanto como el pasado verano. Ibas caminando por el campo en algún lugar hermoso, remoto y solitario, y de pronto, en pleno momento zen, te cruzabas con otro paseante que llevaba la chicharra incrustada en la oreja. O bien veías a una pareja sentada en un café, frente al mar, en una romántica mesita, y al fijarte advertías que cada uno estaba telefoneando por su lado, tan juntos y tan solos, metiéndose en la cabeza todo el ruido posible para no escuchar el latido del tiempo. ¡Pero si incluso dicen que, mientras Michael Jackson agonizaba, su médico parloteaba por el móvil, y que por eso no se enteró de lo que le ocurría! No enterarse de nada, ésa es la ambición de nuestros tiempos. No pensar, no vaya a ser que, si piensas, termines recordando que eres mortal y haciendo la metafísica ramplona que yo acabo de perpetrar en este artículo. Ustedes disculpen.

martes, 15 de septiembre de 2009

Inventos perniciosos


Dice Nietzsche en Aurora:

Las desgracias que asaltan a un pueblo, tales como las tormentas, las sequías o las epidemias, despiertan en los individuos la idea de que han cometido faltas contra las costumbres, o hacen creer a todos los miembros del grupo que hay que inventar nuevas costumbres para aplacar a un nuevo poder sobrenatural o a un nuevo capricho de los demonios. Esta forma de sospechar o de razonar impide que se profundice en la verdadera causa natural y hace que la causa demoníaca se erija en la razón primera del hecho.
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lunes, 14 de septiembre de 2009

Alegría


Dice Nietzsche que la alegría ha de ser expresada por la totalidad del cuerpo.
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viernes, 11 de septiembre de 2009

La noche en blanco. Madrid 2009


El sábado 19 de septiembre se celebra de nuevo La noche en blanco. Si la sabes vivir, te gustará. No aspires a ver interiores de edificios, sino a disfrutar de la calle y de la noche. Es una de las pocas fiestas cívicas y populares en las que se puede participar.


Aquí tienes información.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Malos tiempos para la moral


Berlusconi es un delincuente que intenta cambiar las leyes para que sus actos ya no sean delitos. Él y sus propios intereses están, al parecer, por encima de la ley.

Algunos políticos catalanes, ante una posible sentencia del Tribunal Constitucional contraria a la reforma de su Estatuto de autonomía, hablan de cambiar la Constitución para eliminar así la discrepancia.

Padre o madre que lees esto: no te extrañe que si algún día tu hijo roba algo, te eche en cara que lo que hay que hacer es cambiar la ley, porque él no está dispuesto a dejar de robar.

Hoy es muy fácil que cualquier majadero se dedique a gobernar la cosa pública defendiendo sólo lo que le interesa a él y olvidándose de que un gobernante, por encima de todo, debe procurar el bien general, no el suyo.

Corren malos tiempos para la moral.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Con la cabeza ¿perdida?


Me contaron que lo dijo un señor que, al parecer, había perdido la cabeza.

“A partir de ahora en esta casa ya no se va a comer más en el comedor. Vamos a comer todos en la cocina.”

- Pero ¿por qué, hombre?

“Porque ese tío que sale por la tele, el Rajoy ese, no para de decir cosas que yo no entiendo. Pero las dice como si me estuviera riñendo. Y yo no he hecho nada. A mí no tiene por qué decirme nada ese hombre. Y, además, se queda mirando fijamente para ver qué estamos haciendo. Y a él no le tiene que importar nada lo que yo coma o lo que deje de comer. De manera que ¡a comer, a la cocina!”.

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martes, 8 de septiembre de 2009

Orígenes


Estoy leyendo cosas de Jean Jacques Rousseau (1712 - 1778). En la segunda parte del Discurso sobre las artes y las ciencias, un texto publicado en 1750 y con el que ganó un concurso de ensayos, convocado por la Academia de Dijon, sobre el tema de si el progreso de las artes y las ciencias habían posibilitado el mejoramiento o la corrupción de la moral, puede leerse lo siguiente:

La astronomía nació de la superstición; la elocuencia, de la ambición, el odio, la falsedad y la adulación; la geometría, de la avaricia; la física, de una perversa curiosidad, y hasta la filosofía moral nace del orgullo humano. Así, las artes y las ciencias deben su nacimiento a nuestros vicios.

Más que para pensarlo, es para leer a Rousseau.

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