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domingo, 30 de noviembre de 2008

Desnudez / 5


También Juan Cruz en su blog hablaba hace unos días del escribir como un acto de desnudarse. Y añadía un matiz interesante.


Escribir es desnudarse a uno mismo, y leer es vestirse con lo que otro ha hecho.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Desnudez / 4


Es miedo. Lo que hace que muchos no quieran desnudarse es el miedo. A veces incluso ese miedo se convierte en odio. Algunos huyen de desnudarse físicamente en público porque creen que los demás los van a juzgar y que van a salir malparados si los comparan con otros. No saben que suelen ser ellos los únicos que juzgan y que comparan y que los que se desnudan con naturalidad prefieren emplear el tiempo en gozar de la desnudez y no en hacer competiciones absurdas.

Peor me parece la afición por no desnudarse a la hora de hablar. Hablar desnudo es pensar de forma abierta y decirlo con honestidad, contando con la posibilidad de no tener razón y, sobre todo, escuchando al otro y viendo lo que de razón puede tener el otro. El otro es la vía natural de crecimiento y de aprendizaje.

El que no está dispuesto a desnudarse se suele vestir con la armadura de lo que siempre supo, de lo que le contaron, de lo que le valió un día y de lo que quiere que le valga a todo el mundo porque le valió a él. Y repite una y otra vez siempre lo mismo, y no deja hablar porque no deja de hablar, y, si oye, oiga lo que oiga, no le valdrá nunca lo que le digan.

Es posible que estos que no están dispuestos a desnudarse oculten lo que de verdad piensan con el mismo miedo con el que ocultan sus cuerpos para no ser vistos. El vestido es la mentira del cuerpo. La cerrazón es la mentira del pensamiento.

martes, 11 de noviembre de 2008

Paseando por la vida / 19


Esto me lo manda mi amiga P. y apareció con profusión en una estación de tren de las cercanías de Madrid.

De nuevo la desnudez. El deseo de desnudar el alma en público. Si no es posible en la televisión, al menos en un sitio concurrido en el que pueda leerlo mucha gente. No basta, al parecer, con que lo lea, en este caso, PJ. El autor necesita que lo lea todo el mundo. ¿Qué manera de entender la relación con una persona es esta? ¿Qué manera de entender la vida? Si todo está fuera ¿qué queda dentro?
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jueves, 9 de octubre de 2008

martes, 22 de julio de 2008

La desnudez

Para Naima, que lo entenderá bien.
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En el último número de Babelia, el del 19 de julio de 2008, se publica una entrevista con Frédéric Beigbeder, autor del libro Socorro, perdón, publicado recientemente en la editorial Anagrama. En la entrevista, el autor declara algo que entronca con lo publicado en este mismo blog, el 12 de julio de 2008, bajo el epígrafe de ‘Amor’, y también con una conversación que tuve posteriormente con Naima Benaicha. El tema es el desvelamiento, la desnudez o, mejor, el desnudarse que supone muchas veces el expresar ante un auditorio, aunque sea pequeño, las opiniones propias. No es lo mismo hablar, por ejemplo, de una verdad matemática, que manifestar lo que uno piensa sobre determinado tema ante un público que o no conoces o no sabes qué le va a parecer lo que dices o cómo te va a juzgar. Puede que en este caso te sobrevenga la sensación de desnudez, de estar todo tú, pero sólo tú, ante el mundo. Pero también, como siempre que estás desnudo con alguien, eso te une mucho. Posiblemente nos unimos a las personas en la medida en que nos desnudamos vitalmente juntos.

Lo que ocurre es que a mí me parece que Frédéric Beigbeder es, por lo menos, un pelín tramposo. Como se puede ver en la foto, se desnuda en seco y con un pedazo de libro descomunal que le cubre las partes habitualmente menos desnudas. Es un escritor que crea un personaje y, luego, lo desnuda, pero él se queda cubierto. Así consuma la trampa. Yo creo que lo dice bien claro:

Un escritor debe correr el riesgo de desnudarse; ésta es una época en que la literatura debe romper las reglas de lo bien visto por la sociedad. Amo la literatura de confesión. Pero nunca hay un Frédéric en mis novelas; hay un Marc o un Octave. Uso mi intimidad dentro de unos acontecimientos ficticios. Soy y no soy”.

O sea, que yo creo que se queda a medio desnudar.


Manuel Casal