No sé qué ejemplo le estamos dando a
nuestros hijos de lo que es la democracia, de la necesidad moral de
respetar las leyes, de que la democracia tiene mecanismos para
cambiar estas leyes cuando se consideran injustas, del papel del
diálogo en la convivencia entre todos, de la importancia que tienen
los argumentos y no sólo los sentimientos, las emociones y los
deseos, de cómo solventar las discrepancias, de cómo unos políticos
se descalifican infantilmente llevando al poder judicial lo que
debería solventar el poder ejecutivo.
No sé dónde está la ética
en este mundo actual.
No sé qué mundo imaginan nuestros jóvenes
con el ejemplo que están viendo y viviendo.
No sé cómo hoy hay
quienes dicen sin sonrojarse que los sentimientos están por encima
de la economía.
No sé cómo hay padres que no tienen inconveniente
en usar a sus hijos pequeños para luchar por sus intereses propios.
No sé cómo en un mundo globalizado, en el que sólo sobrevive lo
grande, se espera que lo pequeño salga adelante sin empobrecerse.
No
sé si hay hombres de Estado por algún rincón.
No sé nada.
No
entiendo nada.
Todos quieren romper algo.
Todo el mundo quiere tener
razón, pero nadie ofrece razones.
¡Qué poco apetecible es este
mundo!
¡Qué lejos estamos de un mundo humano!
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