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lunes, 12 de agosto de 2013

Buenos días. Regalos.

Nos regalamos miradas. Nos regalamos sonrisas. Nos regalamos besos. Nos regalamos abrazos. Nos regalamos tiempo. Nos regalamos olores de perfumes. Nos regalamos detalles. Nos regalamos palabras. Nos regalamos alegría. Nos regalamos cariño. La vida es bella. Buenos días.

jueves, 11 de julio de 2013

Buenas noches. ¡Ay, cómo te quiero!






He tenido la suerte de contemplar un ¡Ay, cómo te quiero! Un beso en el cuello. Las manos que se entrelazan. Las sonrisas que saltan al mundo sin hacer ruido y que se encuentran en un camino sencillo. El estar a gusto. Las risas que coinciden en el tiempo. El tiempo que se para. La eternidad que se hace real. A mí se me enternece el ánimo. Estoy solo, frente a ellas, escribiendo desde antes de que llegaran. Ellas, ajenas a mí, pero yo, sintiendo que ellas todavía no son normales para mucha gente en este mundo. Miro por la ventana. La gente sigue de fiesta, más o menos vestidos, más o menos ruidosos, pero aquí, a mi lado, dos mujeres están viviendo su profunda fiesta y se están diciendo sin aspavientos, con palabras sencillas, que se quieren. Sus miradas destilan amor, ternura, vida. Las manos que acarician se extienden hacia los brazos con suavidad, con una exquisita delicadeza, como sin querer que se note demasiado. Luego, bajan a las piernas. Hay un beso pedido que se concede con rapidez, con mucho cariño, con un cruce calidísimo de miradas y con alegría. ¿Quién puede ir contra esto?

A ti no te van a pedir besos esta noche cuando te entregues al sueño, pero tú deberías darlos a todas aquellas personas a las que sabes que les vendría bien. Hazlo. Tu mente te lo agradecerá. Y ellas, también. Buenas noches.

miércoles, 10 de julio de 2013

Elegancia 39





Una persona elegante no mira nunca de manera que el otro se sienta observado, como si fuera una cosa.

sábado, 29 de junio de 2013

martes, 12 de marzo de 2013

Buenos días. Disfruta




Mientras no se arregla el mundo económico, social y político, intenta vivir con intensidad lo que la vida te ponga delante a lo largo del día. Si andas, mira con gusto lo que veas, con sus colores, sus detalles y sus sorpresas. Si hablas con alguna persona, mira su mirada, contempla su sonrisa, disfruta con su segura belleza. Si haces algo, hazlo con cariño, como si lo que hicieras fuera el modelo que pudieran seguir todas las personas. Vive y disfruta viviendo. Buenos días.

jueves, 28 de febrero de 2013

Buenos días. Confusión




Los besos hablan claro. Las sonrisas hablan claro. Las miradas hablan claro. Las lágrimas hablan claro. Las manos hablan claro. Los brazos hablan claro. Todo el cuerpo habla claro. Sólo las palabras parecen ser capaces de ofrecer algo de confusión.

domingo, 24 de febrero de 2013

Buenas noches. Ojos




Posiblemente en donde más se concentre la personalidad de un ser humano sea en sus ojos. Si se da el caso, en ellos se pueden encontrar unidas la belleza y la elegancia. Los ojos son, además, una fuente de información privilegiada.

Los ojos sirven para ver y para mirar. Son dos funciones muy distintas. Cuando los ojos ven, lo que hacen es recibir sensaciones del exterior, que el cerebro se encarga de descifrar y con las que podemos identificar lo que encontramos en el mundo exterior. Se ve siempre de fuera a dentro. En cambio, cuando los ojos miran, lo que hacen es mostrar a través de ellos la mente de la persona, su forma de entender el mundo. Es una especie de desvelamiento, casi siempre espontáneo, con el que mostramos nuestra alma desnuda. La mirada, que transcurre siempre de dentro a fuera, es el resultado del juego armónico de los ojos, las cejas, los párpados y los pómulos, que, en estrecha colaboración con nuestra mente, dan lugar a una experiencia expresiva como pocas tienen lugar en el cuerpo humano.

Cuando la belleza formal de unos ojos se une a la elegancia expresiva de una mirada, la vida se te presenta ante ti con una intensidad tal que difícilmente podrás hacer otra cosa que reconocer el carácter sublime de ese momento.

Hay miradas -despreciables- que te juzgan, que intentan humillarte, que te discriminan, que te evitan o que te anulan. Sin embargo, hay otras que te abren las puertas del sosiego y que te invitan a penetrar con un gusto casi sobrenatural en el jardín de la existencia. Hace algún tiempo, la vida me dio la oportunidad de contemplar con veneración una mirada llena de fuerza vital, de ganas de vivir, de generosidad, de cariño, de comprensión, de sabiduría, de solidaridad y de cercanía. De vez en cuando tengo la fortuna de encontrar miradas en las que las formas y el contenido se unen para desnudar con naturalidad el alma de la persona mirante y descubrir sobrecogido en ellas al ser humano.

Te invito a que mires con nobleza, con buena voluntad, con limpieza. Que seas tú quien mire. Vivir no es más que ir modelando y construyendo poco a poco tu mirada, pero eso es un ejercicio que hay que practicar cada día. Mira bien esta noche a las personas que quieres, diles con los ojos lo mejor que desees para ellas y seguro que la paz se apoderará de ti. Llena bien de cariño la nube y repártela con dulzura. Buenas noches.

viernes, 27 de enero de 2012

La mirada




El cuerpo también habla. No todos tus mensajes salen de ti expresados en palabras. Todo tú hablas. Hablan tus manos, tus posturas, tus piernas, tus cejas y también tu sonrisa y, sobre todo, tu mirada. La mirada, que a veces se nos escapa y no somos capaces de controlarla, dice mucho de cómo estamos, de lo que nos duele y de lo que nos alegra, de si estamos de acuerdo con nosotros mismos o si hay algo que nos estorba y nos quema en nuestro comportamiento.

Digo esto porque, a lo largo de los días del juicio, las miradas de Camps y de Costa no me parecía que fueran las de personas que estaban en paz consigo mismas.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

jueves, 23 de septiembre de 2010

Miradas



¿Hacia dónde mirar si quiero darme cuenta cabal de lo que hay?

Podría quedarme, por ejemplo, en los éxitos de mi equipo, en la belleza de las mujeres que me gustan, en la paz de una tarde en la orilla de la playa o en el placer que proporciona cualquier plato bien cocinado. Pero entonces mucha parte de la realidad se quedaría fuera de mi contemplación.

Podría también dirigir mi mirada hacia los cientos de miles de mujeres cruelmente violadas en la República Democrática del Congo, hacia las más de 27.000 personas que mueren de hambre al día en el mundo, de los que la mitad son niños, de forma que cada 6 segundos muere uno de hambre, hacia los 30.000 menores de cinco años que mueren al día por malnutrición o por enfermedades evitables, hacia los 900 millones de personas que no tienen agua potable o hacia los 55.000 habitantes de Madrid de más de 80 años que viven solos.

Podría ser optimista, viendo la parte agradable de la realidad, o pesimista, considerando los aspectos inhumanos de lo que pasa. Quizás tendría que fijarme en los dos, pero hay entre ellos una gran diferencia: lo desagradable, lo inhumano supone un problema, mientras que lo agradable, no. Posiblemente el asunto esté en ser capaz de mirar hacia donde están los problemas o, por el contrario y por el motivo que sea, mirar para otro lado.

jueves, 1 de julio de 2010

La mirada


Cuando el envidiado sobresale, crece o triunfa, el envidioso suele mirar para otro lado. La mirada es la clave para entender el alma del ser humano.


jueves, 6 de mayo de 2010

Pañuelo / 6


Ves con los ojos, pero miras con tu biografía. Tu mirada, la parte de la realidad en la que te fijas, la interpretación que haces de los datos que tu vida te ofrece en cada momento, es fruto de todo lo que has hecho con tu existencia a lo largo de tu historia. Puede que tu mirada esté limpia, pero es posible también que esté llena de prejuicios, de actitudes que no te has parado a pensar si son razonables y justas o no, de fijaciones que te has ido fraguando porque tu cobardía o tu pereza o tus errores inadvertidos te han llevado a ello, de creencias en abstracciones, en meras opiniones que tú te has tomado por definitivas. Es posible que juzgues con excesiva facilidad. A veces el yo lo pide y para sentirnos superiores, sin serlo, nos dedicamos a juzgar sin criterio a los demás. En realidad, somos un continuo ir haciéndonos, una permanente puesta en tela de juicio de nuestras ideas. Y si no lo crees, lee este precioso texto, tomado de internet, que me ha enviado mi amigo Eduardo Redondo, un espléndido ser humano que cree que el sentido de su vida está en irse a vivir, a convivir, con los pobres de la favelas de Brasil.

Lo pongo aquí, como me sugiere él, relacionado con el tema del pañuelo. Cuando juzgues a alguien que lleve un pañuelo o una prenda cualquiera o que sea como sea, acuérdate del negro africano y de la rubia alemana.

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere una bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la deja comer de su bandeja y tal vez pensaba: Pero qué chiflados están los europeos”.


viernes, 4 de diciembre de 2009

La mirada


Muchas veces lo más interesante está a tu lado, pero tú estás mirando más lejos.

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