martes, 22 de septiembre de 2009

Préstamos / 1


Le pido prestada a Joan Campsolinas Dresaire, de Barcelona, la carta al director que publicó en el diario El País, el pasado día 11 de septiembre. Creo que es un buen texto para que reflexionemos todos.

"Sugiero a los expertos en educación que antes de regalar un ordenador portátil a cada alumno les enseñen algo tan básico como a leer y escribir.

El desastre educativo de este país tiene su origen en que muchos estudiantes simplemente no entienden lo que leen, y tampoco son capaces de expresarse por escrito con un mínimo de coherencia.

Sucede, sin embargo, que casi siempre esos mismos estudiantes son verdaderos expertos en el uso de ordenadores, pasando la mayor parte de su tiempo conectados a Internet, chateando, descargando archivos o batiendo récords en sus videojuegos.

No tengo nada contra la informática en las aulas, siempre y cuando se use como un medio, una herramienta de aprendizaje, no como un fin en sí misma.

Repartir ordenadores portátiles indiscriminadamente en las escuelas será echar más leña al fuego del fracaso escolar, restándole a la expresión oral y escrita su insustituible papel en el acceso del alumno al conocimiento."

lunes, 21 de septiembre de 2009

Contrastes


Nos hemos acostumbrado a prestar atención sólo a lo que nos muestra un contraste. Es la diferencia lo que nos provoca curiosidad. Y también lo nuevo, lo que se aleja de la rutina habitual. Unos reciben lo nuevo con regocijo y otros con franca hostilidad, pero ambos perciben que algo distinto ha aparecido.

Sin embargo, muchos de los males que nos rompen la vida se esconden detrás de lo cotidiano, de lo rutinario, de lo que hacemos todos los días, de lo que no ofrece ningún contraste. Y eso no lo analizamos porque no nos llama la atención. No vemos lo que hay, sino lo que se mueve. Y eso es un carísimo error.

Vivimos con excesiva naturalidad, sin aplicar una crítica racional a lo que hacemos, a lo que somos. No pensamos lo que comemos hasta que no surge una enfermedad. Tampoco somos conscientes de lo poco que nos movemos, ni del tiempo que empleamos en ridiculeces. Lo cotidiano nos esconde la realidad. Hay cosas que están tan extendidas que no las vemos.

Demasiada anestesia.
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jueves, 17 de septiembre de 2009

Auroras


Nietzsche estuvo en Venecia entre 1880 y 1881 escribiendo lo que luego sería su libro Aurora. Pensó titularlo, primero, Sombra de Venecia, y luego, La reja del arado. Su discípulo Peter Gast le sugirió que cambiara el título enviándole este previoso verso del Rig Veda:

¡Hay tantas auroras que aún no han despuntado!
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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Anestesiantes y aislantes


Hace tiempo que veo la sociedad como una fábrica enorme de anestesiantes y de aislantes. No es que sea esto lo único que haya en la sociedad, pero sí un elemento muy importante por el efecto tan fuerte que produce en los ciudadanos.

Por eso me ha gustado encontrar un cierto eco en el artículo que publicó Rosa Montero el pasado día 8, en El País, titulado Metafísica. Helo aquí.

Últimamente las personas que conozco parecen estar adquiriendo la malísima costumbre de morirse, cosa que te hace percibir con especial agudeza la naturaleza fugitiva de las cosas. Que nuestra existencia no dura apenas nada, y que incluso esa vidita minúscula está constantemente amenazada, es una inquietante certidumbre que nos empeñamos en olvidar.

Éste es el origen, me parece, de la incapacidad que mucha gente tiene para quedarse sola. Porque en la soledad, y en la silenciosa calma del pensamiento, puedes escuchar a la muerte tictaqueando en tu interior como el contador de un taxi, corre que te corre hacia el despeñadero. De ahí nuestra propensión universal a las drogas, al barullo y al movimiento constante: todo con tal de no saber, no recordar, no oír.

Y de ahí también, me supongo, el formidable triunfo de los teléfonos móviles, una tecnología perfecta para el aturdimiento. Un azote creciente, o al menos yo nunca lo había notado tanto como el pasado verano. Ibas caminando por el campo en algún lugar hermoso, remoto y solitario, y de pronto, en pleno momento zen, te cruzabas con otro paseante que llevaba la chicharra incrustada en la oreja. O bien veías a una pareja sentada en un café, frente al mar, en una romántica mesita, y al fijarte advertías que cada uno estaba telefoneando por su lado, tan juntos y tan solos, metiéndose en la cabeza todo el ruido posible para no escuchar el latido del tiempo. ¡Pero si incluso dicen que, mientras Michael Jackson agonizaba, su médico parloteaba por el móvil, y que por eso no se enteró de lo que le ocurría! No enterarse de nada, ésa es la ambición de nuestros tiempos. No pensar, no vaya a ser que, si piensas, termines recordando que eres mortal y haciendo la metafísica ramplona que yo acabo de perpetrar en este artículo. Ustedes disculpen.

martes, 15 de septiembre de 2009

Inventos perniciosos


Dice Nietzsche en Aurora:

Las desgracias que asaltan a un pueblo, tales como las tormentas, las sequías o las epidemias, despiertan en los individuos la idea de que han cometido faltas contra las costumbres, o hacen creer a todos los miembros del grupo que hay que inventar nuevas costumbres para aplacar a un nuevo poder sobrenatural o a un nuevo capricho de los demonios. Esta forma de sospechar o de razonar impide que se profundice en la verdadera causa natural y hace que la causa demoníaca se erija en la razón primera del hecho.
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lunes, 14 de septiembre de 2009