miércoles, 21 de enero de 2009

Limpiando la mesa / 5 / El odio

Me quito de en medio El País del domingo 11 de enero de 2009, pero antes no puedo dejar pasar el artículo del maestro Manuel Vicent. Se titula El odio. Algunas de las ideas con que construye el artículo hay que pensarlas.

… Para saber lo vulnerable que se siente Israel, no hay más que ver con qué
extrema saña, pareja a la agonía, ataca a un pueblo hacinado en la miseria,
desesperado y prácticamente indefenso. …

Algunas veces he comprobado esto. Detrás de una aparente actitud de superioridad se esconde un profundo sentimiento de debilidad, de vulnerabilidad, de inferioridad. Y conviene estar fino de atención para no confundir una cosa con la otra. El que es verdaderamente superior no sobreactúa, ni necesita ir demostrándolo, ni abusa del más débil. Estas cosas son propias del que se siente angustiosamente inferior.

… el odio de los humillados es el arma de más largo alcance …

Un humillado ¿sabe distinguir el odio de la justicia? ¿Cómo, si no es con grandeza moral, se quita de encima el humillado la humillación sufrida? ¿Y si no hay grandeza moral? ¿Se puede olvidar la humillación? La gran tentación del humillado es dejarse llevar por el odio, que no le quitará de encima el sentimiento, pero que, al extenderlo, le ayudará a engañarse.

…uno no podría vivir hoy con una mínima dignidad si no denunciara este
exterminio perpetrado por los israelíes contra el pueblo palestino, aunque sólo
sea para no despreciarse ante el espejo al afeitarse …

Decía Terencio, en el siglo –II, en su comedia El enemigo de sí mismo, que

“Soy hombre. Nada humano me es ajeno”.

Es la expresión más breve y más rotunda de la solidaridad humana. Asunto cada vez más raro hoy porque no hay solidaridad sin dignidad y ésta anda en época de flaqueza.
… la matanza indiscriminada que Israel impone a la población civil de Gaza es
una catástrofe moral y callar, escurrir el bulto, buscar motivos para
justificarla no deja de ser una bajeza …
La vida a veces te pone delante un espejo para que te mires y para que veas cómo eres. Si no te miras al espejo es no sólo que no te gustas, sino que no tienes valor para ser como te gustaría ser. No te falla la razón. Te falla la voluntad.
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martes, 20 de enero de 2009

Paseando por la vida / 35 / La vida se hace pequeña




Traigo aquí algunas aportaciones fotográficas de las andanzas por la vida de David Francisco, el creador de ese blog fenomenal que es Panda de tolos, que tenía yo alojadas en un rincón del ordenador. Muchas gracias, David, y espero que sigas observando las cosas curiosas de la vida.

Esta primera fotografía es una muestra clara de una situación en donde la vida se vuelve pequeña, en donde los problemillas se ven más grandes de lo que son y en donde no se tiene otra cosa que hacer más que ocuparse de mezquindades y de pequeñeces. Hay veces que esto ocurre cuando se está cansado, pero en otras ocasiones responde a una manera de entender la vida un tanto pobre.
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lunes, 19 de enero de 2009

Bye Bye, but for ever. Uf.



Ya te vas, Bush. Vete mucho con Dios. Ojalá puedas recolectar en tu vida lo que intentaste sembrar en el mundo. No hubiésemos perdido nada si no hubieras aparecido. Vete al rancho y da muchas charlas en Georgetown si te da la gana, pero no molestes más ni vuelvas a dejar el concepto de ser humano por los suelos.

Y mucha sabiduría y mucha suerte para Obama. ¡Qué bueno sería que las esperanzas se hicieran realidad!

Para que lo entiendas.

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domingo, 18 de enero de 2009

Limpiando la mesa / 4 / Neutralidad






Con ocasión de la guerra entre Israel y los palestinos he leído algunos análisis certeros y, a mi modo de ver, inteligentes. Uno de ellos es el que hacía el pasado día 15 de enero Maruja Torres en El País, con el título de Son los niños. Sólo quiero destacar una frase que resume con grandeza el punto de vista humano del conflicto.
Yo estoy con los palestinos porque soy neutral.
Porque no se trata de un conflicto ideológico ni político, sino humano.



sábado, 17 de enero de 2009

Limpiando la mesa / 3 / La ley del talión


Me lo dijo una vez Antonio Campos, amigo de cuando teníamos veinte años y hoy catedrático de Histología de la Universidad de Granada: una de las secciones más interesantes de un diario es la de las Cartas al director. Creo que tenía razón porque para escribir algo que merezca ser leído en un periódico no hay por qué ser periodista.

Últimamente están apareciendo Cartas al director muy interesantes. Antes de tirar al contenedor azul El País del 8 de enero de 2009, pongo aquí una interesantísima que escribe el ciudadano de Madrid Agustín Ormazábal Lasa. Dice así:



Ojalá aplicara siempre Israel la ley del talión en sus actos. Este "ojo por ojo y diente por diente" que aparece en el Código de Hammurabi de hace ya 38 siglos y posteriormente en varios puntos del Antiguo Testamento no es una vía libre a la venganza, como muchas veces se cita en nuestra sociedad moderna. En su tiempo, esta ley tenía como objeto el limitar la venganza, es decir, si alguien te rompía un diente o te dejaba ciego de un ojo, no podías matarlo y quedarte con todos sus bienes, como al parecer debía de ser habitual, sino que esta ley limitaba la venganza "estrictamente" al daño producido, es decir, al agresor se le sacaba un ojo o un diente.
Parece triste que el pueblo de Israel, a través de sus gobernantes, lleve muchos años remontándose prácticamente a la edad del bronce y ya no respete siquiera la ley del talión. Así que ojalá Israel aplicara "estrictamente" la ley del talión. Para llegar a parámetros de justicia más modernos y a respetar los derechos humanos, habrá que esperar tal vez unos cuantos siglos más.





Creo que es muy interesante la reflexión del señor Ormazábal. Lejos de fomentar o facilitar la venganza, la ley del talión la limita. Podríamos decir, entonces, que la reacción más visceral, más bruta y menos humana de todas las posibles es la de la venganza. Es la que de vez en cuando y en nuestros días observamos cuando algún elemento da una paliza a alguien 'porque le ha mirado mal', o la de los que cortan las manos a los ladrones, o la de los que practican la violencia de género, o, sin ir más lejos, la que pone en práctica Israel con los palestinos.

El siguiente paso sería el de la ley del Talión, que intena evitar los excesos de una venganza descontrolada. Me resulta curioso el relativamente alto número de alumnos que defienden en clase la bondad de esta ley. Sólo comienzan a dudar cuando se les pone ante la posibilidad de que se les aplique a ellos.

El tercer paso sería el de separar la justicia de la venganza y restablecer el equilibrio dentro del marco del respeto a los Derechos Humanos. Todo esfuerzo por recalcar la importancia de los Derechos Humanos será poco. Se intenta así dotar de una cierta objetividad a la justicia, liberándola de las posibles influencias subjetivas que podrían confundir el restablecimiento de una sociedad vivible con un desahogo que podría desembocar en el disparate.

De todas formas, me gustaría que tú lector o lectora, que de manera tan amable has llegado hasta aquí, ofrecieras tu parecer sobre este asunto para matizarlo, opara enriquecerlo o para darle la vuelta. Gracias.

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viernes, 16 de enero de 2009

Lejanía


Me gusta ponerle título a las entradas porque de esa manera, por una parte, me obliga a sintetizar y me ayuda a clarificare la idea central de lo que quiero transmitir y, por otra, para facilitar al lector la comprensión de lo que quiero decir, con independencia de que pueda ver en el escrito otras cosas.

Me ha costado trabajo titular esta entrada. He optado por 'Lejanía' porque quizás sea el sentimiento más fuerte que me ha producido el caso.

Cometió un error, pero él no lo sabía. Ignoraba lo que tenía que saber para hacer bien lo que había hecho.

Por segunda vez irrumpió en la conversación para decir lo bien que había resultado aquello, lo que era un error, pero que él creía que era un acierto. La debilidad de su ego le exigía dar cuenta de la necesidad de quedar ante los demás como un ser listo al que el acierto le sonreía.

Antes de hacerlo, no preguntó. No suele preguntar nunca. Después de hacerlo exhibió su listeza para quien pudiera captarla y su ignorancia para quien la supiera apreciar.

Yo no dije nada porque hubiese sido inútil hacerlo. Sentí un poco de soledad, de cansancio y de lejanía. Y me di cuenta otra vez de que mi mundo no es de este reino.
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jueves, 15 de enero de 2009

Paseando por la vida / 34 / Escaparates

Íbamos paseando por los alrededores de la Plaza Mayor, de Madrid, cuando me fijé en un escaparate de una de esas tiendas de las que ya casi no van quedando. Era una tienda de objetos hechos de esparto, entre los que había alfombras, portabotellas y el espléndido serón que aparece en la foto.




Precisamente cuando estaba haciendo esta foto, un señor que estaba a mi lado me miró y, de forma algo tímida, me dijo:

Ese serón ha salido de mis manos.

Como le debí de poner cara de no entender muy bien lo que me estaba diciendo, me aclaró:


Qué sí, vamos, que lo he hecho yo con estas manos.


El buen hombre estaba delante del escaparate contemplando su obra y le debió de llamar la atención que un transeúnte se pusiera a fotografiarla. Te puedes imaginar lo que me llamó la atención a mí el hecho de que, viendo una cosa tan rara hoy como es un serón en un escaparate, me abordara nada menos que el autor de la obra. Así que, por si acaso se trataba de una alucinación, le pedí al artesano que se hiciera una foto conmigo.


Ya me he hecho una con mis hijos y con mis nietos, pero, si usted quiere, la hacemos.


Y la hicimos. Cosas de la vida.
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miércoles, 14 de enero de 2009

Don José Robledo

Don José Robledo se puso de pie con energía, se ató bien la correa del pantalón, que debía tener dos o tres tallas más de la necesaria, se sacó del bolsillo un monedero de tacón y lo puso encima de la mesa. Manolo, el dueño y camarero y alma, junto con sus hermanas, que se encargan de la cocina, del bar Nueva Bahía, en la Isla de San Fernando, se acercó y tomó del monedero el importe del vaso de vino que don José había ido “estirando” a lo largo de la mañana mientras leía el periódico en “su” mesa.




Don José no ve bien. Realmente ve muy poco. Lleva unas gafas de las de culillo de vaso y, como herramienta de trabajo, porta una lupa con la que va leyendo el periódico y va poniéndose al tanto de lo que pasa en la ciudad y en el mundo. Posee nuestro amigo una memoria prodigiosa que le permite contar anécdotas de las que no se acuerda ya nadie.

No es la primera vez que, cuando nos acercamos a tomar un aperitivo a la Nueva Bahía antes de comer, nos encontramos allí a don José. En realidad, está siempre, pero lo que me sorprendió es que, a pesar de su casi ceguera, me hubiera visto en varias ocasiones. Una vez, al pasar por mi lado cuando iba de recogida, me lo dijo:


Yo a usted lo he visto varias veces por aquí.

Le contesté que sí y me presenté. Se alegró mucho cuando se enteró de quién era mi padre.
Hombre, ¿tú eres hijo de Manolo Casal?
Nos dimos un abrazo que a mí me resultó emocionante y que me pareció que a él también. Mi padre tenía fama de buen profesional y de persona recta entre la mayoría de la gente que lo conocía, aunque también había quien no lo tragaba y lo ponía de vuelta y media. En este caso, don José era de los partidarios, cosa que expresó a su manera.

Hay que ver lo bien que escribía tu padre. Lo que escribía tu padre no se lo leía ni el comandante.
Mi padre fue durante bastante tiempo una especie de secretario del jefe que mandaba en la dependencia militar en la que estaba destinado. Se refería don José a la confianza total que el jefe tenía en mi padre y en lo que hacía.

Lo que escribía tu padre no se atrevía a levantarlo nadie.
Yo lo escuchaba con la reverencia y el reconocimiento con que me gusta escuchar a las personas mayores y, a la vez, con unos toques de orgullo filial y con un tono marcadamente sentimental que me provocaba lo que decía don José.



No le decía yo a don José cómo van cambiando los tiempos, pero lo pensaba. Lo que mi padre escribía no se lo leía ni el comandante, pero, en cambio, yo, con este invento del blog, daría algo por que lo que escribo se lo leyera hasta el comandante.

Se paró un momento don José cerca de la puerta de salida de la Nueva Bahía. Contó que cuando él era joven, con cincuenta años de edad la gente ya era vieja, que había entonces mucha ignorancia y que eso hacía que se viviera poco y mal, pero que ahora era otra cosa, que el de ahora era otro mundo.

La charla duró poco tiempo porque, del brazo de su hijo, iba camino de su casa a dar cuenta del almuerzo correspondiente. Nos despedimos alegrándonos de habernos visto y deseándonos lo mejor.

El próximo 24 de julio de 2009 don José Robledo cumplirá 100 años.
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martes, 13 de enero de 2009

Paseando por la vida / 33 / Escaparates



En el mismo escaparate en el que se encuentra el maniquí del post anterior y cerca de unos calzoncillos amenizados con el escudo del glorioso Atlético de Madrid, debió ocurrir una catástrofe porque se observa un desprendimiento de tierras que ha dejado el castillo del Belén en una situación lamentable, al igual que al guardián del mismo. No se observa ninguna prueba de que haya alguna relación entre lo ocurrido y el escudo que porta el calzoncillo del maniquí.




En este mismo Belén, que el escaparatista ha situado en La Camerana, hay algunas figuras curiosas. Observa la escena de la matanza del cerdo. Junto a ella, el panadero mete una hogaza en el horno y un parroquiano bebe de una bota. Una escena un tanto dura es la del desollamiento de un cordero, de un realismo tremendo. Detrás, un individuo parte leña con un hacha. Pero ¿seguro que como le han puesto el hacha en la mano podrá partir mucha leña?



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lunes, 12 de enero de 2009

Paseando por la vida / 32 / Escaparates

En los alrededores de la Plaza Mayor, de Madrid, hay una tienda de las de antes, en donde se vende ropa imposible de encontrar en los Grandes Almacenes. Se llama La Camerana y lo único moderno que tiene en su interior es un aparato dispensador de números para que la clientela guarde su turno a la hora de comprar. La entrada está formada por una gran plataforma con una puerta en medio y dos grandes escaparates a los lados. En uno de ellos se encuentra este orondo maniquí que recuerdo haber visto en este lugar ya la primera vez que yo vine a Madrid.





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