sábado, 30 de junio de 2012

Rajoy es y no es Rajoy




Rajoy es Rajoy, pero no es Rajoy. ¿Cómo que no es Rajoy? Bueno, depende. Es Rajoy y no es Rajoy, porque a veces es Rajoy sin serlo y otras no lo es, aunque lo sea. Él nunca ha dicho que sea Rajoy o que deje de serlo. Es Rajoy cuando lo es, cuando no puede dejar de serlo, y cuando no lo es, pues puede que lo sea o que no lo sea, ya que la situación es difícil y a veces hay que hacer lo que hay que hacer, con independencia de que se sea o que no se sea. Además, la herencia recibida hace que unas veces tenga que ser Rajoy y otras, o las mismas, que no pueda ser Rajoy. Él lo tiene muy claro y está convencido de que hay que ser lo que hay que ser, sea lo que sea. Porque cuando las cosas están muy claras hay que llamarlas por su nombre y se es Rajoy cuando se es Rajoy y cuando no se es, pues no se es. Pero cuando la gente no tiene una visión de la situación con la meridiana claridad necesaria, pues entonces hay que ser Rajoy o no serlo, según contribuya al bien general del país. Y cuando aparece el miedo estructural o la señora Merkel se cambia de chaqueta, de color de chaqueta, claro, o la prima de riesgo se pone peor que con Zapatero, pues entonces, oiga usted, se es Rajoy o no se es o lo que haga falta. Lo importante es que la gente se crea que estamos en un país bien gobernado, que vamos hacia adelante y que no dé la lata, porque da igual quién esté en el poder con tal de que sea Rajoy o no Rajoy. Y da igual también que Rajoy diga una cosa y haga la contraria, porque en todo caso luego el no Rajoy saldrá dirá que él no, aunque el otro sí, pero que hay que recortar, asunto éste que probablemente no haya hecho Rajoy, sino el no Rajoy. Antes, el poder se ejercía de manera bicéfala, como lo hacían Felipe González y Alfonso Guerra. Hoy el PP lo ejerce de forma postmoderna, es decir, pluricéfala y multipostural. Así, cada uno dice una cosa, la que le dé la gana, aunque el de al lado diga luego la contraria, y todos digan que sí y que no. Rajoy, ante esta situación, tiene que poner de manifiesto que él es el jefe, el líder, y asumir en su humilde y quebrantada persona toda la creatividad que ponen de manifiesto sus seguidores y proclamar a todos los vientos sucesivamente el ser y el no ser. No en vano él es Rajoy y no lo es. Ser o no ser, esa es la cuestión de Hamlet, pero no la de Rajoy, que tiene superada la contradicción al sintetizar perfectamente los contrarios en una unidad superior y equivalente a la nada más vacía.

Desprecio




La Papessa lo ha expresado perfectamente hoy: El silencio es la expresión más perfecta del desprecio.

Disparate académico




Habló Wert y largó el disparate. Vuelta a las reválidas. Los problemas reales de la educación están en el principio, en el diseño curricular, y en el desarrollo, en los métodos pedagógicos y didácticos que deberían usar los profesores, no al final, no en los exámenes, pero estos políticos alejados del mundo real son incapaces de ver esto. Sólo miran a los alumnos buenos y a aquéllos a los que sus padres pueden pagarles profesores particulares. No han visto jamás a un alumno ni a un profesor, pero se permiten el lujo de opinar y de legislar sobre el tema. No sé si engañan con descaro o lo hacen porque están engañados ellos mismos. Ahora se les ha ocurrido rehabilitar las reválidas. Hasta ellos mismos no quieren llamarlas así porque dicen que les suena a antiguo. La cosa es tragicómica. Hasta los franquistas no las querían en su tiempo porque decían que sólo servían para estrangular el camino académico de los alumnos, pero aquí tenemos a estos dirigentes zoquetes, ignorantes y ocurrentes, capaces de descubrir otra vez el teorema de Pitágoras y asegurar que es algo nuevo. Esto se pone demasiado mal.

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