Confundir el amor con la maternidad,
con el sexo o con el dinero es no haberse enterado de nada.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
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jueves, 21 de marzo de 2013
viernes, 8 de marzo de 2013
Día de la mujer. Hay que eliminar los géneros
El machismo, fiel a su interés de
dominación y explotación, se ha empeñado siempre en dividir a las
personas según su sexo y en asociarles unas funciones sociales
determinadas a cada uno de los grupos resultantes. Surgieron así el
género masculino, que aglutinaba los valores considerados
superiores, como la capacidad de mandar, la fuerza, el ostentar la
representación de la familia y la toma de decisiones. Su ámbito era
y es el de lo público y teóricamente es el que racionaliza la
realidad y está preparado para enfrentarse a las situaciones más
difíciles. A su lado, el género femenino, el que según los
machistas es propio de las mujeres, es el mundo de lo emocional, de
los sentimientos, de lo privado -en donde no tiene por qué haber
publicidad de lo que en él ocurra-, de la docilidad, la comprensión,
la dulzura y la obediencia. El machista entiende que el hombre
razone, pero duda de que la mujer pueda hacerlo con eficacia. En
cambio, las cuestiones sentimentales son cosas de mujeres, que saben
expresar bien el cariño y que son capaces de llorar con facilidad,
cosa que los hombres no deben hacer nunca.
La vida, así, se convierte en una obra
de teatro con dos grandes papeles que representar: el de los hombres
y el de las mujeres. Desde pequeños, los machistas acostumbrarán a
los niños a que vayan conociendo y adoptando el papel que
desempeñarán en el futuro, con vestimentas y juguetes adecuados, y
a las niñas igual, pero con vestidos y juguetes bien distintos, más
cercanos a su género. Así hemos sido educados casi todos.
Lo que yo defiendo y lo que he
pretendido siempre y sigo pretendiendo es hacer saltar esta absurda
dicotomía, que lo único que hace es explotar a las mujeres y que
impide que surja un mundo igualitario, agradable de vivir y en el que
pueda crecer la semilla de una humanidad justa. Esto hay que lograrlo
en la sociedad, pero también en lo personal. Los valores del género
masculino son buenos, así que hay que integrarlos en la propia
persona. Pero los del género femenino, también, por eso hay que
integrarlos igualmente. ¿Por qué un hombre no puede ser
comprensivo? ¿Por qué un hombre no va a poder ser dulce, y cariñoso
y dócil, si es conveniente serlo, y obediente, si es lo que procede
ser? ¿Por qué el hombre no va a participar trabajando también en
el ámbito de lo privado? ¿Por qué no va a poder planchar, y coser
y cocinar? ¿Por qué no va a poder llorar? ¿Por qué la mujer no va
a poder mandar, razonar, dirigir, opinar y hacer exactamente lo mismo
que haga el hombre?
Creo que en nuestras propias vidas,
tengamos la edad que tengamos, y en la educación que podamos aportar
a los demás, hay que romper estos esquemas tan interesados y
centrarse en que somos seres humanos, todos con los mismos derechos,
todos insertos en un mundo de igualdad. Y los valores y los derechos
que tengamos en ese mundo no deben ser considerados ni masculinos ni
femeninos, sino humanos. Los criterios sexistas y de género lo único
que producen es injusticias e infelicidad.
sábado, 9 de febrero de 2013
viernes, 8 de febrero de 2013
jueves, 7 de febrero de 2013
martes, 24 de enero de 2012
El arzobispo de Tarragona
Leo con una mezcla de indignación y de deseo de solidaridad con las mujeres las declaraciones del hombre Jaume Pujol Balcells, que ejerce la función de arzobispo de Tarragona y que pertenece, al parecer, al Opus Dei. Me parecen sus palabras un ejemplo más de una ignorancia antropológica y sociológica, de un tradicionalismo que no somete a autocrítica sus principios heredados y de una defensa interesada de su estatus y de su función social masculina.
Para evitar hablar y pensar como este hombre es muy importante no perder de vista la diferencia entre sexo y género. Cuando la mujer que ocupa en la actualidad el Ministerio de Sanidad e Igualdad evita emplear la expresión 'violencia de género' no sabe, ni como mujer ni como ser humano, lo que está diciendo. Repitámoslo una vez más. El sexo es algo que pertenece al terreno de la biología y estableces diferencias físicas entre los seres humanos, en virtud de las cuales, podemos hablar de hombres y de mujeres. Lo que la cultura y el pensamiento humanista nos han hecho ver es que no podemos hacer derivar desigualdades sociales de las diferencias biológicas, no podemos relacionar las diferencias físicas corporales con un disfrute diferente de los derechos humanos que, como tales, son iguales para todas las personas. Este hombre dice que él no puede traer hijos al mundo y, en cambio, las mujeres, sí. Pero ¿y qué?, si eso nadie lo discute. El problema está en que este señor extrapola estas diferencias meramente biológicas hasta terrenos distintos, en los que establece diferencias para las que no hay ninguna justificación racional admisible, como cuando saca la conclusión de que como él no puede parir (por cuestiones biológicas), tampoco las mujeres pueden oficiar la misa, cosa que no tiene nada que ver con la biología, sino con tradiciones que a este hombre, como machista que ejerce, le interesa mantener. Mezcla así sexo y género porque o no sabe o no le interesa saber sus diferencias.
Es muy importante conocer y no olvidar las diferencias entre los conceptos de sexo y género, porque ellas nos ayudan a entender la maniobra que los machistas han ideado para ocupar los mejores puestos en la sociedad a costa de las mujeres. Así como el sexo está relacionado con la biología, el género se refiere a las funciones que las personas desarrollan en la sociedad. El machismo, porque le interesa, ha dividido las funciones que las personas desarrollan en la sociedad en dos grupos. Unas son las más importantes, las que implican dirigir y mandar e, incluso, el uso de la fuerza, las que se desarrollan de cara al exterior e implican algún tipo de importancia social. Según ellos, son asuntos masculinos y los deben poner en práctica los hombres, los que poseen el sexo del varón. Las otras funciones, las que carecen de importancia, son secundarias, implican valores, como la belleza y la dulzura, o contravalores, como la obediencia y la sumisión, son llamadas femeninas y propias de las personas que tienen el sexo de mujer.
Se establece así una división social en géneros -masculino y femenino- que el machista quiere hacer derivar de la diferencia de sexos – hombre y mujer. Pero esta división social en géneros, primero, no está justificada con ninguna razón de peso. Y, segundo, no responde más que al prejuicio del machista, que se cree superior a las mujeres y por eso se atribuye él las mejores funciones, y a su propio interés por reservarse dichas funciones porque le favorecen. Como el cura se cree superior a las mujeres, se atribuye el papel de usuario del altar, dejándole a ellas las tareas de limpiarlo, prepararlo y mantenerlo para que cuando llegue él esté en perfectas condiciones para desarrollar su función. Cuando la mujer quiere liberarse y gozar de los mismos derechos que los hombres, el machista puede reaccionar en contra de las mujeres y en defensa de su supuesta superioridad. Aparece entonces la violencia de género, violencia que siempre se ejerce en virtud de esa supuesta superioridad y no por otros motivos, razón por la cual nunca puede hablarse de violencia de género cuando es una mujer la que la ejerce. La mentalidad de este cura, que no ayuda a fomentar la igualdad, sino que favorece las diferencias, se sitúa así en la línea que puede conducir a este tipo de violencia, aunque él no lo sepa.
Otra característica de estos machistas poco evolucionados es su tendencia al simplismo y su aversión a admitir a los diferentes. Cualquier diferencia implica para ellos inferioridad, razón por la cual les lleva a hacer afirmaciones tan bastas como que los homosexuales no tienen un comportamiento adecuado ni para ellos ni para la sociedad. Su mente, al parecer, no está para ver que hay muchas maneras de vivir en el mundo y sólo son capaces de admitir lo que la rancia tradición les ha hecho llegar. Así, homosexuales, bisexuales, transexuales y sus correspondientes maneras de crear familias les parecen aberraciones que no pueden entrar en los estrechos cauces de su simpleza mental.
Este cura no es más que un vulgar ejemplo de machismo, interesadamente ignorante de lo que dice y de lo que hace, y un pésimo ejemplo para esas mentes débiles, que buscan en la religión una orientación para sus vidas y unos criterios para educar a sus hijos, y que son incapaces de encontrarlos por sí mismos usando el medio más potente que tienen a su alcance: la razón.
martes, 9 de febrero de 2010
Sexo explicado
Pongo aquí un enlace al blog karisma.les en el que hay una preciosa interpretación del sexo realizada por alumnos de 1º de ESO.
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