El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
viernes, 19 de agosto de 2011
Llamada al PSOE y a los ciudadanos
miércoles, 9 de marzo de 2011
Tipos molestos
Ya en la cola del tren había demostrado lo listo que era intentando ascender por la cola con descaro y como resbalando sobre los demás. Cuando ha subido al coche, se ha instalado los auriculares en los oídos, ha sacado el ordenador y el teléfono y se ha puesto a trabajar. Se le ha antojado enseguida ir al servicio, que estaba ocupado, pero él ni lo ha sospechado. Con la firmeza y la decisión que puede que dé la convicción de que el servicio es suyo o que a ningún mortal se le puede ocurrir hacer un pis cuando él lo necesita, ha comenzado a tirar del picaporte de la puerta hasta que ha hecho saltar la palanca. Como la puerta que separa un coche de otro está abierta, he visto que le ha sonreído al ocupante y he oído que le ha dicho: "No, no. Termina, termina". Cuando ha vuelto, ha decidido hablar por teléfono. Como es tan listo y puede hacer dos cosas a la vez, se ha quitado uno de los auriculares, sólo uno, y se ha puesto a telefonear con un volumen de voz tal alto que ha provocado las miradas de los viajeros. Toda su inteligencia la ha puesto al servicio del negocio que se traía entre manos, olvidándose de quitarse el auricular para no gritar y no molestar.
Casualmente hemos estado hablando en clase esta mañana de este tipo de personajes que van por la vida como si estuvieran solos, que abundan cada vez más y que son tan molestos.
jueves, 14 de octubre de 2010
El marco
“Pero si a ti no te va a pasar nada. Es libertad de expresión”
martes, 29 de septiembre de 2009
Candados
Se acostumbraron a hacer pintadas en donde les daba la gana y nadie les dijo nada. Ahora se les ha ocurrido proclamar su mutuo amor eterno hasta que se separen colocando un candado en el Puente de Triana, en Sevilla, que, además de ser un monumento BIC, esto es, un Bien de Interés Cultural, es algo que no es suyo, sino de todos los sevillanos y de toda la humanidad. La moda está en que las parejitas vayan al Puente y lo infesten de candados. No saben ni qué es un bien –lo cual es lo más grave de todo-, ni en qué consiste tener interés, ni qué es la cultura, cosa que quizás sea ya demasiado pedir. Sólo saben que se lleva lo del candado y que hay que poner un candado y que por qué no voy a poner yo un candado donde me salga de donde me tiene que salir, coone.
El Ayuntamiento parece que ya ha reaccionado y va a quitar los candados cada quince días. En la red social Tuenti el asunto está que arde y se ha creado un blog
http://trianasincandados.blogspot.com
que ha lanzado una campaña en la que se sugiere al del candado que invite a su amada a pescaíto frito y que se deje de hacer el capullo incívico.
El lema no puede ser más claro y, además, tiene su gracia.
lunes, 26 de enero de 2009
¿Por qué se ofende este hombre?
Cuando el ciudadano Rouco dice creer en dios, yo, que no profeso tal creencia, no me siento ofendido por ello ni por él. Tampoco creo que ninguna persona razonable, sensata, adulta, con un sentido maduro de la democracia, tolerante, ocupada en vivir su vida y que no tenga las creencias que pregona el citado ciudadano se sienta ofendida por que este señor crea en lo que cree.
Cuando el ciudadano Rouco prohíbe a sus seguidores el uso de condones y, en general, de métodos anticonceptivos, yo no me siento ofendido. Me parece una monstruosidad más propia de alguien por quien aún no ha pasado la Ilustración y que, ante el fenómeno del SIDA y el de los embarazos no deseados, se empeña en mirar hacia otro lado, que de personas que ocupan puestos destacados en una organización, aunque ésta sea religiosa. Sé que muchísima gente está en contra de ese disparate, pero no por eso se sienten ofendidos. Allá cada cual con lo que dice y con lo que obedece.
Si toleramos que el ciudadano Rouco crea en lo que cree y que diga lo que dice, ¿por qué entonces el ciudadano Rouco, ante la presencia de autobuses en los que se dice que “probablemente dios no exista”, dice lindezas tales como que “los medios públicos no deberían ser utilizados para socavar derechos fundamentales” o que los creyentes tienen derecho “a no ser heridos y ofendidos en sus convicciones”? ¿Todavía no se puede decir en público que, según alguien, dios no existe, porque quien cree que sí existe se ofende? ¿Tan débiles son esas creencias que la postura contraria se vive como una ofensa? ¿En qué siglo habita este ciudadano? ¿Y en qué siglo quiere que habitemos los demás?
El ciudadano Rouco se atreve, además, con una osadía que linda con el mal gusto, a pedir a las autoridades –que, por lo que se ve, cree que están a su servicio- que “tutelen como es debido el derecho de los ciudadanos a no ser menospreciados y atacados en sus convicciones de fe”.
Quiero que sepa el ciudadano Rouco que yo no me callo ni me voy a callar porque su hipersensible (para lo que le interesa) personalidad se sienta ofendida. Que él no es nadie para decirme a mí lo que puedo decir y lo que no puedo decir. Que me siento con todo el derecho del mundo a expresar lo que pienso y a avisar a mis conciudadanos de lo que me parece una actitud antidemocrática, trasnochada e inhumana. Que si se ofende, que revise con seriedad sus mecanismos psicológicos, porque puede que algo no funcione de manera saludable, racional, cívica o humana en ellos. Que sería bueno que tomara de donde pudiera un poco de sentido del ridículo y, sobre todo, que dejara vivir tranquilos a los demás. Pero ¿quién se cree este ciudadano que es? ¿quién le paga a este ciudadano para que diga estas cosas?
Y a las autoridades civiles les pediría que abordaran de una vez por todas las antidemocráticas normas que regulan las relaciones del Estado con la Iglesia católica. Ya está bien de tolerar lo intolerable.