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lunes, 8 de septiembre de 2014

Buenas noches. Los maleducados 3



Los maleducados creen tener una fina sensibilidad y una vasta cultura y se permiten el lujo de organizar la cultura, pero la destrozan, la maltratan y pretenden su desaparición, porque no son capaces de ver más que tradiciones viejas y sin sentido humano ni actual.

Los maleducados hablan a veces de igualdad, pero viven de la desigualdad.

Los maleducados lo ignoran casi todo sobre el sexo como un elemento humano, pero se empecinan en imponer sus prejuicios a las demás personas.

Buenas noches.

domingo, 3 de agosto de 2014

Buenas noches. Destrozando




Es muy habitual que tengamos la mente rebosante de prejuicios, de ideas que no son nuestras ni que hayamos pensado nunca, de modas impuestas y de costumbres que no sabemos por qué reproducimos. Es posible que algún día nos cansemos de ir por la vida con una carga tan pesada y tan poco nuestra. Entonces, empezaremos a criticarlo todo y a preguntarnos el porqué de cada asunto. Probablemente comenzaremos a destrozar todas esas baratijas que nos han acompañado desde siempre y que nos han gobernado. Sólo entonces estaremos en situación de crear nuestra propia vida, de ser nosotros mismos, de que no sean otros los que vivan en nosotros. Veremos entonces que vivir no es reproducir lo de otros, sino producir lo nuestro; que la vida es un conjunto de alegrías y de penas, pero que son nuestras y que nadie debe vivirlas por nosotros. Buenas noches.

miércoles, 2 de abril de 2014

Buenas noches. Amigos




Los amigos verdaderos suelen estar por encima o al margen de muchos prejuicios, de muchas convenciones, de todas las vaciedades que intenta imponer la sociedad. Sólo los amigos verdaderos son capaces de vivir y sentir la vida viva. Buenas noches.

martes, 13 de agosto de 2013

Buenas noches. Desnudos





En el mundo hay ya siete mil millones de personas. En tu mundo hay muchas menos, seguro. En principio, todas son seres mudos en mitad del ruido ensordecedor que se oye, aunque no nos diga nada. Haz la prueba de lanzarte al mundo sin convenciones, sin poses, sin prejuicios, sin exclusiones, sin ir a la defensiva, siendo tú, siendo como eres. Verás como hay personas dispuestas a encontrarse contigo. Las almas desnudas tienden a acercarse. Es una de las grandes gozadas de la vida. Buenas noches.

lunes, 8 de octubre de 2012

Buenos días. Belleza




Sería bueno que no nos fijáramos sólo en las apariencias ni que nos formáramos un juicio sobre alguien basándonos en pequeños detalles demasiado visibles. Si lo hacemos, seguramente nos llevaremos un chasco. Busquemos más en la mirada que en los ojos, en la sonrisa que en la boca, en los ademanes que en las manos, en las ideas que en el cuerpo. No digo que renunciemos a la belleza sensible, pero no nos quedemos en ella.

sábado, 21 de enero de 2012

Lo importante es querer vivir




Amo la vida. Me lo decía esta mañana mi amiga P.: Amo la vida y por eso sufro. El sufrimiento procede de la dificultad. Y de la dificultad, de todo lo que significa esfuerzo, huimos en cuanto podemos.

No entiendo la vida sin libertad. Pero ejercer la libertad, ponerla en práctica, elegir, ser capaz de hacer lo que creo que debo hacer y no lo fácil o lo que me apetece es, a veces, muy difícil.
No entiendo la vida sin la igualdad, el gran valor de la madurez humana. Pero hay días en los que me cuesta admitir costumbres, diferencias, orientaciones, cualidades. Que las diferencias son una fuente de riqueza es una idea feliz, pero no siempre soy capaz de hacerla real.

No entiendo la vida sin la desnudez. Me refiero, sobre todo, a la de la mente. Me acostumbraron a cubrirme de prejuicios, de estrategias defensivas, de ocultamientos, de desconfianzas, de pudores y mi yo fue quedando en el fondo de una carga pesada de mentiras. Y desnudarse de verdad ante el otro, ante los otros, hay días que cuesta mucho. Una vez desnudo, como siempre, te das cuenta de que estás mejor así, que respiras mejor y que te sientes más tú, pero lo duro es el camino, el viaje, el proceso.

No entiendo la vida sin amor. Pero si hay algo difícil de hacer real, eso es el amor. El amor lleva dentro de sí la paradoja, el creerse que dar es más feliz que recibir, el ser consecuente con que el otro es más importante que tú. El amor es la gran manera de vivir la vida y quizás la dificultad de la vida proceda de la dificultad de amar.

Quizás en el fondo lo que me ocurra es que no entienda la vida. Pero sé que la vida no se puede entender, que sobrepasa los límites del entendimiento. La vida hay que vivirla. Y hay que vivirla tal como es, con sus alegrías y con sus dificultades. No se trata de entender por qué flotas, sino de nadar. Sólo hay que querer vivir.


martes, 1 de febrero de 2011

Citas



No le veo mucha verdad a las generalizaciones. Más que un acercamiento a lo que puede ser la realidad, siempre compleja, me parecen muchas veces una expresión de los prejuicios latentes, de las simplezas y los tópicos que usamos cuando somos incapaces de adentrarnos en la riqueza variada de lo real sabiendo que no lo vamos a poder dominar ni conocer en su totalidad.

Es lo que pasa, por ejemplo, con "los españoles". Somos muchos y muy diferentes. ¿Se nos puede agrupar de alguna forma para poder afirmar algo realista de nosotros? Yo creo que no, pero, por si acaso, recojo aquí unas citas al respecto de la columna de Rosa Montero en El País del 25 de enero.

"Los españoles están atomizados en grupos tribales y son incapaces de concebir lo colectivo". Gerald Brenan en 1943.
"Entre ellos, los españoles se devoran". Bartolomé Joy en 1603.
"La propia persona es el centro de gravedad de todo español (...) Desde tiempos muy remotos a todos los observadores les ha sorprendido este localismo, considerándolo como uno de los rasgos característicos de la raza ibera, que nunca (...) consintió en sacrificar su interés particular en aras del bien general". Richard Ford a mediados del siglo XIX.
"¿En qué se puede decir, sin temor a equivocarnos, que estamos verdaderamente entre los más destacados del planeta? Pues en nuestra incivilidad, señoras y señores; en nuestra apasionada elección del propio ombligo como paisaje social; en el desdén del otro, de los derechos del otro y del espacio común". Rosa Montero, artículo citado.

jueves, 6 de mayo de 2010

Pañuelo / 6


Ves con los ojos, pero miras con tu biografía. Tu mirada, la parte de la realidad en la que te fijas, la interpretación que haces de los datos que tu vida te ofrece en cada momento, es fruto de todo lo que has hecho con tu existencia a lo largo de tu historia. Puede que tu mirada esté limpia, pero es posible también que esté llena de prejuicios, de actitudes que no te has parado a pensar si son razonables y justas o no, de fijaciones que te has ido fraguando porque tu cobardía o tu pereza o tus errores inadvertidos te han llevado a ello, de creencias en abstracciones, en meras opiniones que tú te has tomado por definitivas. Es posible que juzgues con excesiva facilidad. A veces el yo lo pide y para sentirnos superiores, sin serlo, nos dedicamos a juzgar sin criterio a los demás. En realidad, somos un continuo ir haciéndonos, una permanente puesta en tela de juicio de nuestras ideas. Y si no lo crees, lee este precioso texto, tomado de internet, que me ha enviado mi amigo Eduardo Redondo, un espléndido ser humano que cree que el sentido de su vida está en irse a vivir, a convivir, con los pobres de la favelas de Brasil.

Lo pongo aquí, como me sugiere él, relacionado con el tema del pañuelo. Cuando juzgues a alguien que lleve un pañuelo o una prenda cualquiera o que sea como sea, acuérdate del negro africano y de la rubia alemana.

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere una bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la deja comer de su bandeja y tal vez pensaba: Pero qué chiflados están los europeos”.