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jueves, 19 de septiembre de 2013

Buenas noches. El embajador





Piensa sin miedo. Decide sin miedo. Actúa sin miedo. Escribe sin miedo. Pinta sin miedo. Baila sin miedo. Ama sin miedo. Disfruta sin miedo. Duerme sin miedo. Habla sin miedo. Vístete sin miedo. Desnúdate sin miedo. Ríe sin miedo. Llora sin miedo. Relaciónate sin miedo. Exprésate sin miedo. Sé tu sin miedo. Solidarízate sin miedo. Sal de ti sin miedo. Siente sin miedo. Goza sin miedo. Crea sin miedo. Vive sin miedo. No te olvides de que el miedo es el embajador de la muerte. Buenas noches.              

viernes, 16 de agosto de 2013

Buenos días. La nostalgia y el miedo

La nostalgia y el miedo tienen en común que asaltan nuestra mente con ánimo de quedarse aunque uno no quiera. La nostalgia nos acerca el pasado al presente. El miedo nos adelanta el futuro al momento actual. Ninguno de los dos nos trae nada positivo, sobre todo el miedo. Vale más ocuparse en el presente con algo que nos haga más vivos. Buenos días.

viernes, 28 de junio de 2013

Buenos días. La máscara





Vivimos con una máscara puesta, pero no nos damos cuenta. No es que queramos engañar a nadie, no creo que vayan por ahí las cosas. Es que no queremos aparecer como verdaderamente somos. Habitualmente nos sentimos más tranquilos haciendo lo que hacen todos que intentando realizar lo que de verdad querríamos hacer. Y nos ocurre lo mismo con nuestras ideas o con nuestras maneras de expresar los sentimientos. En una sociedad que nos uniformiza y que pretende que no haya diferencias notables, nos sentimos incómodos siendo nosotros mismos, distintos de los demás, honestos con nuestra manera de ver la vida. Nadie es más perseguido y denostado que el que osa mostrarse tal cual es, desnudo de máscaras y de poses habituales. Nos refugiamos así detrás de una máscara que nos evita problemas y que nos cuesta el nada despreciable precio de nuestra propia vida. Sería glorioso que algún día dejáramos la máscara en casa. Buenos días.

lunes, 6 de mayo de 2013

Buenas noches. Sin urgencia





El sosiego desaparece en cuanto hace acto de presencia la urgencia. El sosiego y la paz no tienen nada que ver con el estarse quieto, sino con el hacer lo que se quiere hacer, pero sin urgencia. La urgencia y el miedo son dos de las causas más fuertes de la infelicidad. Deberíamos tenerlos bien controlados si queremos que la vida siga siendo buena.

Está claro que ni con urgencias ni con miedos nos debemos acercar a la mar calmada del sueño. Procura dejarlos en la habitación de al lado y que una honda respiración al borde de tu cama te haga desconectar de esos elementos negativos. Podrás, así, flotar en la superficie de la noche y dibujarás en el cielo de tu alma la nube de cariño en la que están instaladas tus personas queridas. No te olvides, mientras les envías tus mensajes amorosos, de pensar en ellos con confianza y con la seguridad que te dan tus emociones. Buenas noches.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Lo que se ve. Miedo y odio



La libertad puede producir miedo en el débil. La igualdad, por su parte, suele producir odio en quien no le interesa que todos seamos iguales.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Buenos días. Difuntos




Cuando yo era chico, los profesionales de la religión hablaban estos días de los difuntos y de la muerte, nos metían el miedo en el cuerpo y nos proponían un plan bastante triste y sacrificado para andar sin pena ni gloria por esta vida e ir ganándose la otra, que era el objetivo para el que nos habían depositado aquí. Porque no nos pusieron en el paraíso directamente, sino que, antes de que se diera ese posible gozo definitivo, teníamos que ponernos a prueba en esta vida, superar todas las dificultades, incluido un juicio final, y después vendría ya lo bueno.

Hoy todo este asunto me cae muy lejos. Me viene bien esto de recordar a los difuntos porque me hace presente la idea de que me voy a morir, de que soy mortal, de que esto de la vida puede acabar en cualquier momento. Si no nos muriésemos nunca, ¿qué interés tendríamos en hacer nada, con toda la eternidad por delante? No sería posible disfrutar de la vida. Nos volveríamos perezosos, nos daría igual todo, a nadie se le ocurriría vivir la vida con intensidad.

En cambio yo, ahora, tengo unas ganas enormes de vivir, tengo urgencia de vivir. Sé que el número de mis días es limitado y que en cada uno de ellos dispongo sólo de 24 horas para vivir. Si hoy no vivo, pierdo un día de vida, y eso es lo peor que se puede hacer. El arte consiste en montárselo cada cual de manera que la vida le sea satisfactoria. Lo primero es querer vivir con intensidad. Lo segundo es cómo hacerlo. Esto sí que es de mucho pensar, de mucho leer y de mucho hablar. ¿Cómo compaginar y estructurar asuntos tales como la felicidad, el amor, el construirse como persona, la humanidad, los otros, los valores, las injusticias, el mal, la cultura...?

No se puede vivir de cualquier manera, pero lo primero es decidirse a vivir, concentrarse en esta tarea, la única, a la que hemos sido convocados. Es seguro que la muerte llegará, pero antes aún tenemos que hacer una barbaridad de cosas. ¡Pero ya!

sábado, 29 de septiembre de 2012

viernes, 24 de agosto de 2012

Buenos días. Miedo


Poco a poco, sin que él lo notara, el miedo fue esculpiendo sus manías, sus vicios, sus fantasías, sus desconfianzas, sus carencias, sus frustraciones, sus anhelos, sus huidas religiosas, sus negaciones, sus escasas relaciones, su insoportable estilo, su mezquindad, sus ridículos, sus absurdos, sus empecinamientos, sus cerrazones, su no dejar vivir, sus vacíos, sus rutinas, su pobreza, su nada. Le vendió su vida al miedo y se quedó tan tranquilo. El miedo es el enviado de la muerte para acabar con la vida. Intenta no tener miedo. Vence el miedo. Abraza la frescura de la vida.

Que tengas un buen día.

miércoles, 25 de enero de 2012

Proceso



El miedo y la baja autoestima no nos dejan ser libres, no nos dejan ser seres humanos, no nos dejan vivir. El síntoma de ambos es una cierta tristeza vital que nos sume en el desasosiego y que nos convierte en algo ajeno a la sociedad o en creyentes de alguna religión.

miércoles, 18 de enero de 2012

Asco y pena


Escultura de Marino Marini

Miro hacia arriba y siento asco. Miro a mi alrededor y me da pena y, en algunos momentos, miedo. Y lo malo es que tengo que mirar para vivir.

jueves, 31 de marzo de 2011

Miedo


Desde que nací el miedo me impidió ser yo. Me bautizaron pronto por miedo a que, si me moría, no fuese al Cielo. Me hablaron pronto de Dios y, más que de la necesidad o de la conveniencia de ser bueno, me insistieron en que debería cumplir los mandamientos, por miedo a que, si no lo hacía, me condenase. Me dijeron que tenían que respetar al maestro y a los profesores, no por ningún motivo razonable y comprensible, sino por miedo a que me castigasen. Poco a poco y con una naturalidad indolora, el miedo se fue coinvirtiendo en el núcleo central alrededor del cual se iba organizando mi vida y en el criterio para decidir cualquier actuación. Siempre había alguien que no fuera yo preparado para vivir mi vida a través del miedo, sin contar realmente conmigo. Ni siquiera yo me planteaba la posibilidad de ser realmente yo mismo.

Cuando la vida me fue invitando a que yo fuera yo, el trabajo que me costó resucitar fue tremendo. Aún hoy no sé si he resucitado del todo porque no sé si, a pesar del esfuerzo realizado, he vencido completamente al miedo. Durante mucho tiempo el miedo al más allá me fue llevando al miedo al más acá y ambos, para que yo me pudiera sentir convencido de lo que hacía, se materializaban en el miedo a la vida, en el miedo a vivir.

En la medida en que he podido ir matando el miedo, he podido ir naciendo yo y he podido ir viviendo mi propia vida. He tenido que ir quitándome disfraces, costumbres, manías, prejuicios absurdos, prácticas estúpidas y extraños cuentos macabros instalados en mi mente. Al final, casi desnudo, he aparecido yo. En realidad, he aparecido yo, pero felizmente acompañado, porque al aparecer me he encontrado conmigo mismo.

jueves, 10 de febrero de 2011

Más miedo





Vengo de hablar con unas señoras que se dedican a arreglar ropas, subir los dobladillos y pegar cremalleras. Los pobres nunca acudieron a estos sitios, sino la clase media y la alta. Hace algún tiempo tenían mucho trabajo, pero ahora escasea. Hace unos meses hablé con la dueña de una tienda de muebles de una ciudad de provincias. El negocio le va mal. Dicen que los que podrían ser sus clientes tienen dinero, pero también tienen miedo. Los que lo ven todo negro, los que están interesados en que la crisis dure hasta que ellos lleguen al poder les han metido miedo en la mente. Si no se venden muebles, peligra la tienda, peligran los fabricantes y los transportistas y todos los que están alrededor del producto final. No sé si los que están enfriando la economía a través del miedo ni los fanáticos, que siempre están a favor de lo mismo y en contra de los mismos, saben lo que hacen. El arma es el miedo. Y los destinatarios, los débiles.

jueves, 18 de noviembre de 2010

En el tren



Iba yo en un tren de alta velocidad. Del otro lado del pasillo estaban sentadas, frente a frente, una mujer de unos 35 años, otra de unos 20 y un niño de 2 o 3, de cuidada melena rubia y vestido con ropas aparentemente carísimas, sentado en la falda de la primera. De las conversaciones que mantenían deduje que ninguna de las dos era su madre. Ambas iban bien vestidas, con vaqueros estilosamente raídos, bolsos de buen diseño, gafas de marca, ipods y chalecos acolchados.

Me enteré también que ninguna de las dos tenían parentesco entre sí, pero la madre del niño, que no estaba en el tren, les había sacado sendos billetes con la tarifa de familia numerosa y, lógicamente, no tenían ningún documento o carné que lo justificara.

En un momento dado vino el interventor y les pidió que pagaran las diferencias entre la tarifa que les correspondía y la que habían usado injustificadamente. No tenían dinero. El ferroviario entonces les pidió el DNI y la dirección para que Renfe pudiera cobrar el dinero de la estafa.

El niño, a pesar de que el interventor estuvo bastante correcto, dijo que tenía miedo. Después de terminado el episodio y cuando el interventor ya había desaparecido, el niño volvió a decir que tenía miedo.

Me hago algunas preguntas ¿de dónde le ha venido el miedo al niño? ¿Nació ya con él o se lo metieron luego en su mente? ¿Así se han hecho ricos estos pájaros, estafando a las empresas y no pagando lo que les corresponde? ¿Esto se arregla simplemente pagando, sin ninguna multa que les haga recapacitar y volver a los usos y costumbres de los mortales? ¿Qué será de este miedoso niño rubio dentro de treinta años?

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Miedo



El miedo paraliza.
El miedo de los demás se te pega y se añade al tuyo.
El miedo no es necesario ni conveniente.
El miedo no suele tener un fundamento real.
Debes quitarte de encima el miedo, respirar hondo, mirar al cielo y sonreir.
Es más fácil de lo que crees.

viernes, 23 de abril de 2010

Miedo


Insisto en el tema del miedo. Lo he explicado también en clase. Toda la educación tradicional está organizada en torno al miedo. Le llamaban temor de Dios, pero no era más que vivir temiendo que todo terminara en la condena eterna del infierno, en lugar de en el paraíso. Si no vivías de una determinada manera, poco excitante y nada apetecible, podías acabar mal tus días. Te pintaban un infierno inhumano, con tormentos eternos y sufrimientos insoportables. Cuando ya te habían inoculado el gran miedo, comenzaban con los miedos más cotidianos. Miedo a tu padre, más que a tu madre. Miedo a las autoridades, a los profesores, al qué dirán, a los vecinos, a la gente, a cualquier cosa. Se trataba de crear seres dóciles, sin capacidad de protesta ni de reivindicación, cuyo móvil para actuar fuera siempre acompañado por el miedo.

Lo peor de todo era que no actuabas por convencimiento, porque tu razón te impulsara a hacer tal cosa o a encaminarte en determinada dirección, sino que todo lo hacías por miedo. Estudiabas por miedo, te relacionabas con miedo, te divertías con miedo, decidías con miedo y terminabas dándote miedo de no tener miedo en alguna ocasión.

Cuando decidías –si lo decidías- quitarte el miedo de encima, te dabas cuenta de que lo que habían tatuado en tu alma desde tu tierna infancia era prácticamente imposible de quitárselo del todo. Si haces que lo primero que vea un pato recién nacido sea un pato de trapo, pensará durante toda su vida que ese muñeco es su madre y no se separará de él. Es una impronta que le durará toda su vida. Así ocurre con el miedo.

No le metas a tu hijo el miedo en el alma ni, mucho menos, a tu hija. Hazlos fuertes. Acostúmbralos a que actúen por convicciones y no por miedos. Búscate tú también los miedos en tu interior, ponlos debajo del tacón y písalos con toda la fuerza que te den tus ganas de vivir. Que no te dé miedo hacerlo.


viernes, 20 de noviembre de 2009

Urgencia


El sosiego desaparece en cuanto hace acto de presencia la urgencia. La paz no tiene nada que ver con el estarse quieto, sino con el hacer lo que quieres hacer, pero sin urgencia. La urgencia y el miedo son dos de las más fuertes causas de la infelicidad.

viernes, 9 de enero de 2009

Limpiando la mesa / 2 / Miedo



Antes de tirar el diario El País del 14 de noviembre de 2008, pongo aquí un trozo de una entrevista que le hace Juan Cruz a José Luis Borau. Es director de cine y escritor y, además, es el presidente de la Sociedad General de Autores. Desde hace muy poco es también miembro de las Real Academia de la Lengua.

En la entrevista se resalta una parte, a la que titulan 'Un hombre azotado por el miedo'. En ella se lee:

El miedo es una cosa oscura, me domina; en casa siempre hubo miedo, a la
situación económica, a la guerra... Mi madre donó un reloj de oro de su abuelo
para que constara que ellos apoyaban a Franco, para que no les pasara nada, y mi
primo decía que de todos modos no nos pasaría nada, porque mi padre compraba el Abc, pero él era republicano, lo compraba para mi abuelo los domingos...". Palabra de José Luis Borau, director de películas como Furtivos, Tata mía o Niño nadie. Miedo. "No, no me curo del miedo, soy un hombre azotado por el miedo... Y ahora la Academia. Miedo también. Todo me da miedo. Qué me van a pedir, qué voy a hacer...
Mala cosa es el miedo. Pero qué común es. Podría pensarse que el paso a la edad adulta viene acompañado por la pérdida del miedo, pero no es así. Quizás el miedo se pierda con la madurez, que es distinta de la adultez, pero entonces hay muchos falsos maduros.

Tengo para mí que mucha culpa de eso la tiene el tipo de educación, especialmente la educación religiosa. Empiezan por el miedo a la condena eterna, siguen con el miedo a Dios, y al cura y a casi todo, porque casi todo se presenta como algo superior, y terminan por introducir el miedo en tu propia estructura psicológica. En vez de entrenarte en la prudencia, en la justicia, en la igualdad, en los valores humanos, te acostumbran a actuar siguiendo los designios del miedo.

Cuando le he dicho esto a algún padre que lleva a su hijo a un colegio religioso, antes de que hayamos podido dialogar, ha saltado como un tigre diciendo que eso no le pasa a su hijo. Yo creo que es el miedo.
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