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lunes, 11 de abril de 2011

El globo






Vivía colgado de un globo que me mantenía en contacto allá arriba con los ideales. Tenía mucho interés y hasta la necesidad de estar unido al globo, porque eso era lo que me permitía conectar la realidad con un futuro mejor. Ni por un momento pensé en una vida en la que no estuviera presente el globo, mi globo, ni los ideales a los que me transportaba.


Un día el globo se pinchó. Un punto insignificante, mínimo, entró a formar parte de su débil contorno y la dura realidad de que el globo, como todo en la vida, era efímero y caduco se me presentó inexorablemente en las puertas del futuro. Poco a poco el globo se fue desinflando y entonces fue cuando me fui dando cuenta con horror, con desazón, con una dolorosa mezcla de impresiones y sentimientos encontrados, de que esa realidad de la que yo quería tirar hasta acercarla a los ideales, en realidad, era un inmenso mar de mierda en el que chapoteaban casi todos, unos, hacia arriba, para salvarse, y otros, hacia abajo, para evitar que la visión de lo limpio les creara molestos problemas existenciales.

Por fortuna en aquel mar asqueroso y repulsivo brillaban, como faros que guiaban a quienes los querían ver, unos cuantos seres humanos con sus correspondientes globos, vistosos y brillantes, y con la inmensa luz cercana de su sonrisa vital en el rostro. He de decir que fueron ellos los que me ayudaron a construirme otro globo con el que poder seguir sobreviviendo.

A Alipio, Ángel, Charo, Cristina, Emma, Lucía, Mencía, Olvido, Paloma, Patricia, Raquel y Yolanda.

viernes, 25 de febrero de 2011

Negro futuro



Llego a clase el día que tienen examen de mi asignatura. Nadie repasa nada, salvo dos, que tienen un papel delante y lo miran con un cierto aire de concentración. Antes de repartir las hojas de papel, tengo que esperar algún tiempo para que se sienten, se callen y quiten de la mesa las mochilas, los cuadernos y los libros. Les digo que quien quiera preguntarme algo venga a mi mesa, para no molestar a los demás. Preguntan casi todos, pero desde su mesa y con unas caras que parecen decir que no tienen ganas de levantarse. Están acostumbrados a practicar la ley del mínimo esfuerzo. Antes de contestar, preguntan si deben hacerlo dando las explicaciones convenientes o si basta con decir lo imprescindible. Por ver qué hacen, les aviso de que si alguien quiere más papel, que venga a recogerlo a la mesa. Uno que está a dos metros de la mesa intenta estirarse para alcanzar una hoja, pero sin éxito. Lamentablemente se tiene que levantar, aunque sólo un poquitín, lo indispensable para llegar a la meta. Otro tose, pero no tiene pañuelo ni de tela ni de papel ni de nada. Otro más pregunta algo que ya he aclarado antes, pero, además, como tiene un piercing atravesado de lado a lado en la lengua, no se le entiende lo que quiere decir hasta que lo repite varias veces. Es muy deprimente ver a estos viejos inútiles de quince años.


miércoles, 27 de octubre de 2010

Escucha y piensa

Este es un hombre sabio. Su cuerpo tiene 93 años, pero su mente está en plena madurez. Cuando habla, dice cosas que muchos no quieren oir, lo cual es la mejor señal del interés de su mensaje. Escúchalo. Piénsalo. Y haz lo que tengas que hacer.


domingo, 5 de septiembre de 2010

El futuro


El futuro se imagina, se diseña, se teme o se desea desde el presente. Pero nunca se escribe desde el presente.

Aunque tu miedo o tu debilidad se empeñen, no puedes adelantar el futuro.

El futuro anticipado con la imaginación suele ser más cruel que la realidad.

No sabes lo que va a pasar. Nunca. Siempre cabe una posibilidad.

Por esto es por lo que cabe la esperanza, no sólo la espera.

viernes, 18 de junio de 2010

La vela


“Cuando el cansancio echa sus raíces en ti, las negras sombras de las más espesas nubes hacen que se oscurezca el paisaje, que no parezca apetecible el futuro y que la vida se confunda con una especie de estrecho y movedizo puente colgante que no se sabe muy bien por qué hay que atravesar.

Pero tú eres fuerte y sabes que casi todo es pasajero, que siempre se puede encender una vela que dé un poco de alegría y que no suele pasar tanto tiempo para que vuelva a salir el sol”, le dije hoy al del espejo mientras me afeitaba.