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jueves, 25 de octubre de 2012

Mirando por la ventana ¿Todo vale para la policía?






Un amigo me ha enviado el siguiente texto:



Hace un par de horas la policía me pidió la documentación. Todo mi delito era que yo bajaba al Metro hablando con dos vagabundos. Yo venía del Albergue de Vagabundos de hacer un servicio de Voluntariado, conozco a vagabundos y los trato como lo que son, personas. Al final de la escalera nos esperaban dos chicos jóvenes, nos enseñaron la placa y nos dijeron: "Policía, documentación". Hasta ahí todo normal. Que uno apuntara mi nombre en un papel ya no me pareció tan normal, pero bueno. Que el otro apartándose dos pasos llamara a algún sitio con el móvil, y le vi y le oí decir mi nombre y mi DNI, me siguió pareciendo poco normal. Pero bueno, pueden estar investigando algo y es normal, claro. (También puedo pensar que es la manera acostumbrada con la que actúan con los vagabundos, personas con aspecto de inmigrantes, etc.) Pero que el del teléfono se acercara al corro formado por nosotros tres y ellos dos y me espetara con un tono seco: "¿Ha estado usted preso alguna vez?" eso ya es pisotear la ley. No me apartó tres pasos para hacerme la pregunta a solas, no. Si yo tuviera algo que ocultar (que no es el caso, la Fortuna me ha tratado bien en la vida), tenía la alternativa de mentir a la policía o decir delante de gente conocida un secreto que la Ley de Protección de Datos suponía que me protegía. ¡Y yo suponiendo que la ley me protege!
¿Qué diferencia hay entre esto que llaman democracia o aquello que llamaban dictadura? Van tan sobrados, se ven tan respaldados que el respeto al ciudadano es cero. Nos despidieron con un deseo de que pasáramos un buen día. Yo ni les contesté, claro.
Ya sé que esto es una tontería, que hay gente con problemas graves, muchísimo más graves. Pero es que se te queda una cara de tonto...



Hasta aquí el relato de los hechos. Yo me pregunto en qué país estamos, para qué estamos pagando con nuestros impuestos a la policía, si esto es un Estado de derecho, si nuestros gobernantes nos gobiernan o nos oprimen y si podemos ir seguros por la calle, pero no sólo porque haya delincuentes, sino porque hay policía.

Parece que la policía se deja llevar por eso tan infantil y tan injusto como es la apariencia externa. Si esto es así, nadie nos está preservando de todos esos ladrones, explotadores y asaltantes que van con chaqueta y corbata y a los que ningún policía retiene para pedirle la documentación o para preguntarle si ha estado ya en la cárcel en alguna ocasión. Yo oí hablar por teléfono no hace mucho en el tren a uno de esos que ofrece tan buen aspecto y la verdad es que eché en falta un poco de protección.

Me pregunto también por el grado de formación de los policías, de sus mandos y de los responsables políticos de los mismos. Yo no soy experto en leyes, pero sé que el artículo 18.1 de nuestra Constitución habla del derecho al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen. ¿Saben algo de esto estos señores? Sé que el artículo 44.3.g de la Ley de Protección de Datos de carácter Personal considera una infracción grave la vulneración del deber de guardar secreto sobre los datos de carácter personal incorporados a ficheros que contengan datos relativos a la comisión de infracciones administrativas o penales. ¿Saben algo de esto estos señores? Sé que la Declaración Universal de los Derechos Humanos rechaza, en su artículo 5, el trato degradante (y una sospecha infundada expuesta en público puede serlo), y en el artículo 12, los ataques a la honra y a la reputación. ¿Saben algo de estos estos señores?

Me parece que la falta de credibilidad que está ganándose a pulso la policía últimamente deriva de algo que ellos ponen en práctica, pero que puede que sus superiores, por lo que dicen en público, no tengan muy claro. Es que confunden a los ciudadanos con meros seres, a los que ellos suelen llamar españoles. Un ciudadano es una persona que tiene unos derechos que tienen que respetar todos, hasta la policía, por muchas porras y armas que porten. Pero los miembros de nuestro Gobierno o las personas que de él dependen no parece que quieran respetar esto. Quizás por esto manden pegar indiscriminadamente y sin piedad a todo lo que se mueva, sin tener en cuenta que son ciudadanos; o que los traten sin el menor respeto, haciendo preguntas que no deben hacer o tratándolos de manera inadecuada. La mala educación y los tratos injustificados se están adueñando lamentablemente de la vida pública española.

Vas al médico y no ponen en la puerta la lista de los que tienen cita, para preservar así su intimidad. No puedes poner en el tablón de anuncios las notas de todos los alumnos, para preservar su intimidad. Y vas en el Metro y porque les da la gana a unos funcionarios, tienes que perder tu intimidad y padecer lo que ellos quieran. ¿Vale todo para la policía?


miércoles, 8 de agosto de 2012

El golpe de estado del PP




De la crisis económica global que padecemos, saldremos. Mejor o peor -seguramente, peor, dados los planes inexistentes de Rajoy y su entreguismo a los poderosos europeos-, pero saldremos.

De lo que nos va a costar muchísimo más trabajo salir va a ser del golpe de estado que está, poco a poco, día a día, fraguando el PP. Muchos ciudadanos están muy ocupados con los éxitos futbolísticos de quien toque, con las olimpiadas, con las belenes esteban o con lo que se les ponga delante en el camino de la huida y asisten impertérritos e inconscientes al desmantelamiento de la educación, de la sanidad, de sus sueldos, de la estructura de lo público, de la cultura, de la televisión, de las estructuras laborales, de los derechos, del aborto, de la idea de ciudadano, de la idea de persona, de la idea de Estado y de la idea de ser humano.

A este paso, cuando nos despertemos, si se da el caso, el PP seguirá allí, pero es posible que algunos de nosotros, no.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Fascismo en la educación



Definir el fascismo es complicado, pero, más o menos, en el lenguaje común solemos entender por fascista a quien quiere imponer su visión del mundo a todos los demás e impide que los ciudadanos tengan parcelas de libertad en las que pensar, decir y hacer lo que crean oportuno. Es propio de un fascista no dejar hablar al que opina lo contrario de lo que él defiende, o impedir que se defiendan en público esas ideas, o prohibir manifestaciones de los adversarios, o querer que las únicas ideas que existan en la sociedad sean las que defiende el propio fascista.

Últimamente estoy detectando en el comportamiento de algunos políticos de la derecha unos ramalazos fascistas que me están empezando a preocupar y que me están creando una desazón muy desagradable. Desde el desprecio, el nerviosismo y la mendacidad con los que se expresan gobernantes y gobernantas de Madrid hasta expulsiones de la oposición en los plenos de algún Ayuntamiento o coacciones a funcionarios públicos. Esto es muy negativo para la salud democrática de los ciudadanos y supone una actitud que violenta la paz de una sociedad libre como la que se supone que es la nuestra.

Hoy me he enterado de otro ramalazo fascista en un terreno en el que ya era lo único que faltaba: en el de la educación. En algunos Institutos de Madrid se ha recibido una orden del máximo responsable de la Dirección de Área Territorial correspondiente prohibiendo que se expongan carteles informativos en los Centros y que se informe a los padres sobre la situación que en la actualidad están sufriendo sus hijos, esto es, los alumnos de esos Centros. Cabe suponer fácilmente que es el poder político el que transmite estas órdenes al citado responsable y que éste, para no perder la confianza depositada en él, las transmite puntualmente a los funcionarios de las escuelas. Pero lo que conllevan esas órdenes es una prohibición de la libertad de expresión y de reunión, un hurto del derecho de los padres a estar informados de la educación que reciben sus hijos y una injerencia de dudoso carácter democrático en el funcionamiento de los centros. Los Derechos Humanos sufren con estos comportamientos.

Esas órdenes, además, revelan una torpeza política desmesurada, propia de quien está acostumbrado a tomar por súbditos a los ciudadanos sin medir las consecuencias de lo que esa actitud puede producir. ¿Creen acaso los generadores de esas órdenes que los profesores no van a informar a los padres? Si no les dejan en los centros, lo harán en la calle, con lo que el elemento fascista se hará manifiesto. ¿Están invitando a que en lugar de carteles, los profesores y/o los alumnos y/o los padres hagan pintadas? Pues es posible que opten por esa salida. ¿Quieren así rebajar la tensión que se masca en los centros? Pues van listos. Nunca vi a tantos profesores tan desmotivados, tan sin ganas de hacer algo que merezca la pena y que suponga el tradicional esfuerzo extra que suelen desarrollar como este año.

Muchos tenemos la impresión de que quieren cargarse la enseñanza pública. Pero lo alarmante es que no les importa si lo hacen cargándose de paso el comportamiento democrático. Hay que andarse con ojo.