viernes, 27 de noviembre de 2015

Buenas noches. No al machismo 16



Los hijos y las hijas deben entender con toda claridad que ser hombre no equivale a mandar ni ser mujer, a obedecer. 

Deben acostumbrarse desde pequeños a tratar a las chicas y a todo el mundo como iguales. 

Buenas noches.


Buenos días. Soledad



De la soledad se sale queriendo a los demás, no intentando que los demás nos quieran. 

Buenos días.


Los viernes, etimologías. 87. Verbo sedeo




Significa sentarse, el verbo sedeo latino. Es el origen de sedente, sedentario, sedimento. Es una raíz muy productiva y presente en muchas lenguas indoeuropeas. Sentarse en sánscrito es sad, en persa had (ver más abajo la relación entre h y s), islandés e inglés sit, lituano sedeti, armenio stim... Sentar en castellano es muy raro hasta el s. XVI; lo que sí existía antes era asentar, proveniente del latín adsedentare, y de asentar viene sentar. Ya nos hemos encontrado en estas páginas más de un caso de derivación regresiva, cuando el que parece el primitivo es el derivado y al revés.

Son multitud las palabras en castellano creadas a partir de sed- o sent-: sesión, sesgado, sosegar, silla, sisa, sedar, sedante, seo, y con prefijos: asentar, asiduo, asedio (de obsidium), asesor, asear, desidia, disidente, deseo, enseres, insidia, obsesión, poseer (sentarse como amo de un lugar), presidir y presidente, residir, residuo, sobreseer, subsidio; con vocalismo o, solio.

Deseo, a partir del latín desidia, inactividad, y, conforme a la doctrina moral de que la ociosidad es la madre de la lujuria, aparece desidium, significando deseo sexual, para evolucionar a deseo en general. Enseres nace del lenguaje de los inventarios, que citan los objetos que están "en ser", y de ahí enseres. Presidente es el que está sentado a la cabeza; esto daría pie a hacer algún chiste, pero de política... ya no me queda ni gota de humor. Silla viene de sed-la, ya en latín era sella; y de silla, sillar, piedra que se asienta bien en la construcción, y ensillar el caballo. Sisa fue asisa, proviene del francés asseoir, asentar, y fue un impuesto que se asentaba; de impuesto, algo que te quitaban, evolucionó a lo que se hurta a ocultas en las compras, y también a la sesgadura que se hace en la prenda de vestir para que asiente bien al cuerpo, la sisa esta de aquí (tócate donde tengas una sisa, incluso si estás leyendo esto en camisón).

En griego la raíz sed- aparece aspirada, hed-. Que equivalga s a h no debe sorprender; ya expliqué un día (27-VIII-15) que si le pides a un madrileño que diga "las moscas", te pronunciará "laH moHcaH". La raíz griega hed-ra es origen de cátedra, catedral, cadera, diedro, hexaedro y todos los poliedros, por las caras en las que se asienta el cuerpo geométrico, y sanedrín, de synedrion, el consejo supremo de los judíos.

Algo que a mí me sorprende muchísimo es que, según los expertos, un buen número de las formas del verbo ser español no se han formado a partir del verbo sum latino, sino a partir de sedeo, en concreto el futuro seré, el condicional sería, y las formas no personales sido, siendo, y el propio infinitivo ser, ah, y el imperativo. El verbo sedeo de significar estar sentado estaría evolucionando a significar simplemente estar, y ser.

Y otra cosa que me resulta curiosa es tanta silla como símbolo del poder: presidente, cátedra, catedral, seo, solio. ¿Y los demás qué? Pues os sentáis en el suelo.



Horacio. El Calendario Cultural de Bautista. 27/ 11/ 2015.




Tal día como hoy de 8 a.C. murió Horacio

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miércoles, 25 de noviembre de 2015

Buenas noches. Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer



Son cosas de mujeres ...
Eduardo Galeano

“Son cosas de mujeres, se dice también. El racismo y el machismo beben de las mismas fuentes y escupen palabras parecidas. Según Eugenio Raúl Zaffaroni, el texto fundador del derecho penal es el “martillo de las brujas”, un manual de la Inquisición escrito contra la mitad de la humanidad y publicado en 1546. Los inquisidores dedicaron todo el manual, desde la primera hasta la última página, a justificar el castigo de la mujer y a demostrar su inferioridad biológica. Ya las mujeres habían sido largamente maltratadas por la Biblia y por la mitología griega, desde los tiempos en que la tonta de Eva hizo que Dios nos echara del Paraíso y la atolondrada de Pandora destapó la caja que llenó al mundo de desgracias. La cabeza de la mujer es el hombre, había explicado san Pablo a los corintios, y diecinueve siglos después Gustave Le Bon, uno de los fundadores de la psicología social, pudo comprobar que una mujer inteligente es tan rara como un gorila de dos cabezas. Charles Darwin reconocía algunas virtudes femeninas, como la intuición, pero eran virtudes “características de las razas inferiores”. Ya desde los albores de la conquista de América, los homosexuales habían sido acusados de traición a la condición masculina. El más imperdonable de los agravios al Señor, quien, como su nombre lo indica, es macho, consistía en el afeminamiento de esos indios “que para ser mujeres sólo les faltan tetas y parir”.

En nuestros días, se acusa a las lesbianas de traición a la condición femenina, porque esas degeneradas no reproducen la mano de obra. La mujer, nacida para fabricar hijos, desvestir borrachos o vestir santos, ha sido tradicionalmente acusada, como los indios, como los negros, de estupidez congénita. Y ha sido condenada, como ellos, a los suburbios de la historia. La historia oficial de las Américas sólo hace un lugarcito a las fieles sombras de los próceres, a las madres abnegadas y a las viudas sufrientes: la bandera, el bordado y el luto. Rara vez se menciona a las mujeres europeas que protagonizaron la conquista de América o a las mujeres criollas que empuñaron la espada en las guerras de la independencia, aunque los historiadores machistas bien podrían, al menos, aplaudirles las virtudes guerreras. Y mucho menos se habla de las indias y de las negras que encabezaron algunas de las muchas rebeliones de la era colonial. Esas son las invisibles; por milagro aparecen, muy de vez en cuando, escarbando mucho.

No hay tradición cultural que no justifique el monopolio masculino de las armas y de la palabra, ni tradición popular que no perpetúe el desprestigio de la mujer o que no la denuncie como peligro.

Enseñan los proverbios, transmitidos por herencia, que la mujer y la mentira nacieron el mismo día y que la palabra de mujer no vale un alfiler, y en la mitología campesina latinoamericana son casi siempre fantasmas de mujeres en busca de venganza, las temibles ánimas, las luces malas, que por las noches acechan a los caminantes. En la vigilia y en el sueño, se delata el pánico masculino ante la posible invasión femenina de los vedados territorios del placer y del poder, y así ha sido desde los siglos de los siglos.

Por algo fueron las mujeres las víctimas de las cacerías de brujas, y no sólo en los tiempos de la inquisición. Endemoniadas: espasmos y aullidos, quizás orgasmos, y para colmo de escándalos, orgasmos múltiples. Sólo la posesión de Satán podía explicar tanto fuego prohibido, que por el fuego era castigado. Mandaba dios que fueran quemadas vivas las pecadoras que ardían. La envidia y el pánico ante el placer femenino no tenían nada de nuevo. Y en este mundo de hoy, hay ciento veinte millones de mujeres mutiladas del clítoris.

No hay mujer que no resulte sospechosa de mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas. Según los tangos, son todas putas (menos mamá). Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra. (…) Vuela torcida la humanidad, pájaro de un ala sola.“


Extracto del libro “Patas arribas. La escuela del mundo al revés” de Eduardo Galeano.