viernes, 20 de agosto de 2010

Machismo / Padres 2

 



Después del sermón del cura, tan machista, tan poco humano y tan deshumanizador, leo en El País el largo y espeso artículo de la magistrada de la Audiencia Provincial de Barcelona María Sanahuja titulado Los caminos y los atajos de la igualdad.

Extraigo de él algunas ideas interesantes. Una de ellas advierte del error en el que caen algunas mujeres al pensar que en la sociedad actual gozan ya de todos los derechos posibles, que ya han llegado a la meta de su desarrollo y que son los hombres los que ahora se han quedado atrás, en una especie de parón en su evolución, por lo que les corresponde a ellos ponerse, con su esfuerzo, a la altura de la igualdad. Olvidan estas mujeres, en opinión de la autora, que, a pesar de los avances habidos, siguen siendo las mujeres las que transmiten la ideología patriarcal, en donde el hombre sigue ejerciendo al poder y la mujer la que obedece. Y esto lo hacen, en general, porque el hombre no participa en la educación y, por consiguiente, son las mujeres las encargadas de hacerlo, pero lo hacen en gran medida siguiendo los pasos de la televisión, de películas, de series de éxito y de la publicidad, en donde el modelo que se transmite sigue siendo el de una mujer destinada a vivir su papel de género en una sociedad machista.

Invita la autora a las mujeres a que sigan reivindicando su función de conquistadoras de la igualdad, porque no han llegado aún a ninguna meta tranquilizadora. Y a los hombres, que se sumen a esa búsqueda de la igualdad real, si no quieren verse relegados al papel de meros sementales.

Mado 10 / 51








miércoles, 18 de agosto de 2010

Impresiones






Sábado 14. 21 horas. El embrujo en La Isla. Yolanda y Manolo. Abren Carlos y Blanca, los responsables del lugar. Brisa agradable. La mesa en la calle. Llegan Charo, Antonio, María José y Gabriel. Besos. Alegría. Encuentro. Nos sentamos. Regalos. Manolo preso en el delantal de Charo. Cervezas y agua. Vino de Ibargüen. Risas y sonrisas. Pastel de berenjenas. Rebujito de croquetas. Ideas. Chispa. Vino de Taberner. Caracteres organolépticos. Vino estupendo. Charo: Fine Tempo. Carlos: Charo sabe de vinos. Albóndigas al tomillo. Ensaladilla rusa. Todo muy rico. Procesión de antorchas. Que no nos falte de nada. Charla. Sonrisas. Agradable. Quesos de la sierra. Estupendos. Nos vamos. Antes, el interior. Estampas. Botellas. Antigüedades. Aisladores y cables nuevos, pero antiguos. Teléfonos y direcciones de internet. Buena experiencia. Muy buen rato. Calles de la Pastora. Callejón de Crócquer. Calle Real. Pub El Carmen. Copas con y sin. Fotografías. Escritos. Mantones. Imágenes. Abigarramiento. Sofás. Charla. Más charla. Son casi las 3 h. Nos vamos. Buscar el coche. Andar. Buena temperatura. Despedida con cariño. Yolanda y Manolo se quedan. Los líquidos presionan las vejigas. ¿A dónde ir? Todo cerrado. Volver a El Carmen. Otro gin tonic de excusa para el alivio. Sorpresa. Carlos y Blanca están allí. Cádiz y Lleida. Charla. Recuerdos catalanes. Las 4 h. Despedida. La noche ha sido una gozada para los sentidos, para la cabeza y para el corazón.

José Saramago

Hoy hace dos meses que murió José Saramago. Sus ideas siguen entre nosotros.

Mado 10 / 49








lunes, 16 de agosto de 2010

Niqab


Vi hace días por la abigarrada Gran Vía de Madrid a tres mujeres vestidas, o como se pueda describir el hecho, con el niqab que usan algunas musulmanas en Arabia Saudí. Se trata de una tela negra que le cubre todo el cuerpo, salvo una abertura horizontal a la altura de los ojos que les permite ver. Dentro de esa enorme máscara negra va un ser humano, posiblemente mujer, aunque no se sepa ni su edad, ni sus facciones, ni su estado de ánimo ni si tiene ganas de vivir o no.

Es la segunda vez que veo a mujeres así. La primera fue en la no menos abigarrada planta de ropas de mujer de unos grandes almacenes. Me producen siempre un impacto grande por lo lejos que se sitúan, es posible que en contra de su voluntad, de mi idea de lo que debe ser un ser humano.

Recuerdo que en mi infancia me metieron en la mente ciertas ideas que en el fondo son muy parecidas a las que hay detrás del niqab, del burka y de todos estos detalles que convierten a la mujer en una cosa sin libertad y en un objeto propiedad de algún hombre o, más bien, de los hombres. Decían entonces que el cuerpo de la mujer había que ocultarlo porque la belleza no debía mostrarse y que el recato, las buenas costumbres y los buenos modales deberían ser las notas propias de una mujer decente. Ciertamente no llegaban a los niveles musulmanes, pero la consideración de la mujer era estructuralmente la misma: deben mantener su cuerpo en buena medida oculto.

Afortunadamente me he ido quitando de encima estas ideas, que no sólo son ñoñerías, sino expresiones de una terrible discriminación que convierte la belleza de la mujer en fuente de males, aunque éstos estén situados más bien en la mirada del hombre. Por eso me emociona hoy ver a una mujer que no se preocupa por tapar su cuerpo, sino que se muestra con naturalidad, como si por encima del sexo y, por supuesto, de las religiones hubiera un ser humano libre y dueño de todo su ser.

Mado 10 / 47








domingo, 15 de agosto de 2010

Levante


Viento de levante. Viento seco que seca el agua del mar para que salga uno sus frutos, la sal. Viento que seca también la mente y que impide que afloren ideas. Viento que se te mete en el alma y que termina en el cuerpo agotándolo, poniéndolo pesado, enfadándolo. Supe que se había ido el levante cuando me desperté pensando en algo que me pareció interesante y cuando, después de una levantera de silencio, me dijo que me quería. Viento seco, este jodido levante.

Mado 10 / 46









sábado, 14 de agosto de 2010

Las bellezas y el tiempo





Han pasado muchos años y he vuelto a ver a algunas personas que antes me parecían bellas. Tenían entonces una belleza resplandeciente, que salía de manera natural de sus rostros y me llegaba y me sobrecogía sin yo quererlo. Esa belleza ahora ha desaparecido y ha permanecido otra, no menos cargada de fuerza, pero que hay que buscar en una mirada, en una sonrisa o en un gesto que se fragua entre los estragos del tiempo.


Mado 10 / 45










viernes, 13 de agosto de 2010

Hoy






Todos los días son iguales. Todos empiezan con el negro de la noche, del sueño, de la fantasía, de la cara oculta de la vida. Luego va apareciendo el azul celeste de la inocencia, de la incertidumbre, de la ignorancia de lo que será, de la posibilidad. Más tarde, el blanco de la mañana comienza a recibir la escritura de  los problemas, de las ocupaciones, de la actividad, y surge el amarillo del mediodía, cuando la fuerza bruta del día comienza a transformarse en calidez, en cansancio, en deseos, en un cierto calor de cercanía, en el poderío culto de la luz. Con el rojo anaranjado, la tarde cobra madurez y se hacen promesas de pasiones y de aventuras que seguramente se cumplirán en la negrura de la noche, de la nueva noche que servirá de eslabón para que la cadena de la vida se vaya envolviendo de nuevo en nuestro cuello y nos vaya arrastrando hacia el final del viaje.

Pero hoy el día no es para mí tan igual. Hoy me doy cuenta de que necesito vivir con intensidad, con urgencia, como si el tiempo se me escapara entre los dedos de unas manos que no sé si dan o piden. Hoy no veo el camino tan alejado del precipicio como lo veía antes. Los quitamiedos me parecen ahora un hilo frágil frente a la inmensidad del abismo. Ahora no tengo tiempo que perder. En realidad, nunca lo tuve, pero ahora lo sé. Un momento sin vida, sin cariño, sin un beso, sin un encuentro es un momento perdido. Y la vida no es más que momentos, unos detrás de otros. Unos pocos momentos.

Hoy me gustaría abrazar, tomar por el brazo, apretar la mano, acariciar la cara y nadar en el alma de la gente que quiero. Me gustaría que me salieran sonrisas que dijeran algo a los que las vieran. Me gustaría notar miradas y gestos que me hablaran de un futuro vivo.

Seguramente mañana me gustará ayudar a ser a quien quiera ser y a quien yo quiero y sé. Y me gustaría también que me dejaran ser a mí.

Brindis


MANUEL VICENT


EL PAÍS  -  Última - 12-07-2009


Alguna gente madura, tal vez la más lúcida, suele pensar con acierto que lo mejor que tiene la juventud es que ya pasó. Fue una época breve y radiante, romántica y vigorosa, pero también llena de luchas, temores, dudas, celos y rivalidad. Alrededor de los 50 años, en cualquier biografía llega un momento en que el caballo de fuego que uno llevaba dentro comienza a perder la ansiedad en el galope y aun sin abandonar la curiosidad ante la vida siente que hay que tomarse las cosas con más calma. A qué viene tanta prisa, se dice a sí mismo una mañana. De pronto uno se da cuenta de que no tiene que correr detrás del autobús ni necesita presentarse ya a ningún examen ni le inquietan las modas ni se ve obligado a cambiar de costumbres y cada día le importa menos lo que piensen de él los demás. No ha dimitido de ninguna idea ni ha cambiado de bando. Le siguen cabreando los mismos políticos, las mismas injusticias, los mismos fanáticos, los mismos idiotas, pero no está dispuesto a que ninguno de ellos le estropee una buena digestión. Si uno es viejo lo peor es comportarse como un joven. Cada edad tiene su baraja con placeres que pueden ser tan intensos como uno quiera, si sabe jugar las cartas. Peor que querer ser joven a toda costa es tener ya ideas de carcamal con apenas 30 años. Gente joven envejecida la vemos y oímos todos los días en las tertulias de la radio y de la televisión. Del primer caso lo salva a uno el sentido del ridículo; en el segundo no hay cura posible porque es cuestión de carencia de minerales. El hecho de que uno con el tiempo alcance cierta serenidad y contemple las cosas con una sabia perspectiva no impide blasfemar si llega el caso. Marco Aurelio debe darle la mano a Epicuro y la resignación no tiene por qué dejar de ser creativa. Lo que ibas a ser de mayor ya lo eres y lo que no ibas a ser ya no lo fuiste. Adiós a la juventud. Se acabaron las luchas, los nervios y las dudas por la identidad. Para una persona madura hoy es el futuro que tanto temía. Ya ves, no ha pasado nada. No ha caído la bomba atómica, has salido bien de una grave enfermedad, al final la crisis económica se ha superado y tus hijos son más altos y más listos. Encima el sol sale todas las mañanas y tú estás vivo. Hay que brindar.


Mado 10 / 44