Hoy es el Día de las Librerías. Es un
día que tiene un componente comercial, como es lógico. Por eso
hacen descuentos en los libros que se compren hoy en ellas. Pero
también tiene un componente más simbólico y menos material. La
lamentable ideología que nos domina -el degradante neoliberalismo-
defiende y practica el lema cruel de que 'Todo vale'. Esto equivale a
decir que todo es lo mismo, que todo tiene el mismo valor y que todos
los lugares tienen la misma importancia. Por eso no tienen
inconveniente en derribar palacios para hacer centros comerciales.
Pero no todo vale igual porque no todo
es igual. Hay lugares que, por la función que desempeñan y por lo
que significan, son diferentes. Ante ellos hay que aprender a sentir
un respeto exquisito y un cariño reverencial, porque, sin ellos, una
vida humana buena no sería posible. Me refiero a los teatros -en
donde la reflexión sobre la vida nos hace crecer como personas-, a
los museos -en donde la cultura se nos ofrece para que podamos
dialogar y gozar con ella- o a los edificios que revelan una
arquitectura de calidad. Y también a las librerías. Son templos de
la cultura, depósitos de sabiduría, espacios a los que recurrimos
cuando queremos conocer otras ideas, otros mundos, otras vidas. Una
de las grandes fuentes de placer es visitar una librería, ver los
libros, pedir consejo al librero, descubrir lo que otros nos dicen de
la vida, disfrutar con la belleza del pensamiento, del arte o de la
ficción.
Me gustaría provocar hoy en todos
nosotros una idea de reconocimiento y de respeto hacia el valor
humano y vital de las librerías. A mí me parece claro que el bien y
la belleza habitan en ellas.
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