jueves, 23 de junio de 2011

En la curva / 2




VIAJE A ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.


No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.


Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.


Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.


Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.


Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.


Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.


No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.


Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.


Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Kavafis

miércoles, 22 de junio de 2011

Expo sobre Antonio López

En el Museo Thyssen, en Madrid, hay actualmente una espléndida exposición de buena parte de la obra del gran pintor español Antonio López. Antes de ir a verla puedes ver este vídeo.

En la curva / 1

Te dejo este poema de Walt Whitman, por si te ayuda a ser.


CANTO DE MÍ MISMO

46


Sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio;
nunca he sido medido, y no seré medido jamás.

Viajo eternamente (¡venid todos a escucharme!),
mis señas son un capote de invierno, zapatos recios y un báculo cortado en el bosque,
ningún amigo mío se sentará en mi silla a descansar.
No tengo cátedra, ni iglesia, ni filosofía.
No llevo a ningún hombre a la mesa puesta, ni a la biblioteca, ni a la bolsa,
pero a vosotros, hombres y mujeres, os llevo a la cumbre.
Con mi brazo izquierdo os rodeo la cintura,
con mi mano derecha os señalo los pasajes de los continentes y el camino real.

Ni yo, ni nadie, pueden recorrer ese camino por ti.
Tú mismo tienes que recorrerlo.

No queda lejos, es fácil llegar a él,
acaso has estado recorriéndolo desde que naciste, sin saberlo,
acaso está en todas partes, en la tierra y en el mar.

Échate tus trapos al hombro, hijo mío, yo tomaré los míos y pongámonos en camino sin demora.
Maravillosas ciudades y naciones libres encontraremos a nuestro paso.

Si te cansas, me darás las dos cargas y apoyarás tu mano en mi cadera.
Y, cuando yo te lo pida, me recompensarás con el mismo servicio,
pues, habiéndonos puesto en marcha, ya no podremos descansar. 

Esta mañana, antes del amanecer, subí a una colina a contemplar el firmamento poblado de estrellas,
y le dije a mi alma:

Cuando poseamos aquellos mundos y el
placer y la sabiduría de todo cuanto hay en ellos,
¿estaremos por fin llenos y satisfechos?

Y mi alma dijo:

No, no habremos hecho otra cosa que
 alcanzar esos mundos para ir más allá.

También tú me haces preguntas y yo te escucho.
Y te digo que no puedo contestarte, y que la respuesta has de encontrarla por ti mismo.
Siéntate un momento, hijo mío.
Aquí tienes pan para comer y leche para beber,
mas tan pronto como hayas dormido y te hayas puesto ropa fresca,
te daré un beso de adiós y te abriré la puerta para que salgas.

Largo tiempo has soñado sueños despreciables,
mas ahora te quito la venda de los ojos,
para que te acostumbres al resplandor de la luz
y de cada uno de los instantes de tu vida.

Largo tiempo has vadeado, asido de una tabla, cerca de la playa.
Ahora quiero que seas un nadador intrépido,
que saltes en medio del mar, que te levantes, que me hagas señales,
que grites, que agites el agua con tus cabellos.

Hojas de hierba. Organización Editorial Novaro. Barcelona,1977.

martes, 21 de junio de 2011

Violencia



Al principio fue la violencia. Había muy poca humanidad todavía en los hombres primitivos y la violencia era la única forma heredada de resolver los problemas, los grandes y los pequeños. Poco a poco, siglo a siglo, la humanidad se fue desarrollando y apareció la razón y el pensamiento y, con ellos, el diálogo, la posibilidad de llegar a acuerdos, la necesidad de ceder por todas las partes, la empatía, la generosidad, la libertad, la igualdad, la justicia y la democracia.

Pero, quizás para recordarnos nuestros orígenes o porque todos no evolucionaron en la misma dirección, la violencia se mantuvo y adquirió hasta nuestros días nuevas formas más sutiles, más alejadas de la paliza física. Así alumbraron su camino la mentira, el grito amenazante, el mantenimiento del otro en la ignorancia, el miedo como arma paralizante, el negocio descarado, el individualismo que fuerza y degrada nuestra naturaleza social, la descalificación excluyente, el mantenimiento de grandes masas en la pobreza, en la ausencia de futuro, el cinismo en las excusas, la desvergüenza sin límites, la traición descarada, el desbaratamiento de la educación, de la sanidad y de la cultura y tantas otras formas tan usuales y abundantes que muchos las vieron como normales.

Estos mecanismos de la violencia y otros similares lo que hacen, en definitiva, es procurar que unos no tengan condiciones idóneas para llegar a ser seres humanos, y que otros, que tienen mejores condiciones materiales, dejen de ser humanos porque caen en una violencia que les acercan a la primitiva. La violencia deshumaniza por todas partes.


Za! Megaflow

lunes, 20 de junio de 2011

Ruido




Sólo hay algo más molesto que un pobre cateto que no para de hablar: cuatro juntos. Si la vida, en un arranque de mala sombra, te pone cerca de un grupo de cuatro catetos habladores sin pausa y que no paran de echar bobadas y tonterías, una tras otra, por sus bocas, lo mejor es que cambies de lugar. Lo malo es que tan funesta aparición tenga lugar en el tren, en las cuatro plazas que, cara a cara, están situadas delante de la tuya. El odioso cuarteto estaba formado por cuatro señoras incapaces de callar o de bajar la voz o de darse cuenta de que no están solas en el coche a las cinco de la tarde. Estás encerrado. No te puedes mover del sitio, so pena de hacer el viaje de pie. Con semejante verbosidad no se puede dormir, no se puede leer, no se puede uno concentrar en nada. En realidad no se puede estar con estas cuatro señoras de almas vacías y buche rebosante de palabras.

Nada más llegar se zamparon unas madalenas y ni por eso dejaron de hablar. Una ingenua pasajera cercana se trajo una almohada cervical y un antifaz, pero no cayó en la cuenta de cargar con lo fundamental: unos buenos tapones para los oídos que la aislara del mundo sonoro que engendraban estos cuatro seres hablantes. Aparecieron con unas enormes maletas que, por lo que se oye, es posible que vinieran cargadas de palabras. A un señor que amablemente y sin saber lo que hacía les ayudó a subir las maletas a la repisa le endosaron un trozo de bizcocho, al parecer artesano, con el que viajaban para recobrar energías, a pesar de que el buen hombre les manifestó repetidas veces que no quería bizcocho. Lógicamente, se lo dejaron encima de la mesita como consecuencia de que les dio la gana a sus reales voluntades.

No pararon de hablar en todo el viaje. Ni un momento. Y dale, y dale, y dale. Hicieron el tiempo enormemente lento y largo, y el viaje, eterno, interminable. El ruido no es que acabe con todo, es que no deja empezar nada.

domingo, 19 de junio de 2011

¿Es suficiente la indignación?

Esta es la opinión de Daniel Innerarity.

El himno a la libertad en el 19 J

El cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven se conoce como Himno a la alegría. En realidad, se trata de un texto del poeta Schiller, que había escrito para ser cantado en las logias masónicas, y que tenía el título de Himno a la libertad. Tuvieron que cambiarle el nombre para huir de la reacción antimasónica.

Emociona oírlo ahora en la calle, en una manifestación del pueblo.


Miles Davis