viernes, 17 de junio de 2011

¿Un día más?




Hoy viernes 18 de de junio de 2011 daré mis últimas clases. Mañana dejaré de ser profesor. Seguiré siendo yo, pero ¿quién sabe eso qué será? Pido que me disculpen todos los que hayan podido ser víctimas de mis errores. Doy las gracias a todos los que han estado a mi lado para llegar hasta aquí. A algunos no sé ni cómo localizarlos, pero mi agradecimiento es sincero. Recuerdo algunos nombres: Beatriz, Teresa, Martín, Juanjo, José Antonio, Pedro, Mari Carmen, Ángel ... y otros nombres más cercanos, Alipio, Emma, Lucía, Mamen y hasta Juanjo, que me dió el otro día un ejemplo de nobleza.  Recuerdo muestras de afecto de profesores, de alumnos, de padres, de conserjes, de bibliotecarias, como Nuria, Gloria o Patricia. No quiero acordarme de lo que no quiero acordarme ni de quienes no quiero acordarme. Me acuerdo también de compañeros de otros institutos que me han dado ejemplo de lo que hay que hacer: Lola, Patricia, y de lo que no hay que hacer (ni lo nombro, por el interés). Me acuerdo de tantos alumnos y alumnas que me han tratado como un ser humano, no sólo como un profesor: Aurora, Ana Belén, Floren, Laura, Palo, Iago, David,  Marcelo y tantos otros, de los que tengo caras, pero no nombres. Patricia, mi amiga P., siempre estuvo aquí, no ahí ni allí. Los amigos de FB,. siempre atentos: Charo, Raquel, Olvido, Anchonia, Carmen, Ana María. No quiero ni puedo dejar de citar a Yolanda, mi compañera de todo, el alma para mi cuerpo y el cuerpo para mi alma.

Perdóname, compañero de viaje, si te llevo en mi mente y no te cito. La memoria, atacada por la emoción, es especialmemnte débil.

Mañana seré yo, pero seré otro. El mismo para quien quiera. Otro para quien lo desee así. Una incógnita para mí.

Este es un oficio duro. La ventaja es que tratas con personas y eso hace que puedas encontrarle un sentido a lo que haces. Todo ha sido por los alumnos. Todo ha sido por ayudar a crear seres humanos, ciudadanos, gente de bien. Espero que haya merecido la pena.

Yo seguiré siendo yo, pero mi mundo cambiará.

Espero que sigas ahí, cerca, al menos, como hasta ahora.

Noble




Sólo el que es noble es capaz de reconocer el valor de pedir disculpas por los posibles errores cometidos.

jueves, 16 de junio de 2011

Quizás nadie las quiere




Hoy vi por los pasillos a una alumna de cursos pasados que difundía una intensa luz por los ojos. Me dijo:
"Profe, he sacado un siete y medio en -no sé en qué me dijo".
Era tal la alegría que irradiaba que me salió de dentro abrazarla y darle un beso, a lo que ella correspondió entusiasmada. A su lado, una compañera de curso, poco dada al estudio y, por tanto, a las buenas notas, me dijo con mucho interés en que yo me enterara.
"Profe, yo también he aprobado".
Le di también a ella un beso y un abrazo y aproveché para decirles que eso es lo que les pasa a los buenos, que cuando estudian, sacan buenas notas.

Me quedé, después de esto, con una sensación que me resultó algo trágica, porque quiero a estas alumnas, a estas personas. Me pareció que, salvo los tonteos que puedan tener con sus amiguetes, nadie abraza, nadie besa, a estas alumnas. Que quizás nadie, en su vida normal, las quiere.

miércoles, 15 de junio de 2011

¿Dónde se esconde el veneno?




El veneno, además de letal, es innoble, porque le gusta siempre esconderse. Unas veces lo hace detrás de la belleza de unas flores o de una hojas. Otras, detrás de la formas sorprendentes de un insecto, de un reptil. Otras, detrás de las palabras de un político que vive lejos del pueblo.

Nos preocupamos poco por saber dónde está escondido el veneno.

martes, 14 de junio de 2011

Sería fantástico

Homenaje a Joan Manuel Serrat, doctor honoris causa por la Universitat Pompeu Fabra.


Cuando te hablo, te invento




Estoy seguro de que tienes muchos amigos en Internet que te han agregado y que te comunicas con ellos y con otras personas de forma virtual. Es posible que a muchos de ellos no los hayas visto nunca en persona, que no sepas cómo son sus sonrisas, ni la textura de sus voces, ni sus estaturas, ni el aire de sus miradas, ni la gracia que expresan al andar ni el mundo que crean sus manos. Probablemente sepas más de sus ideas que de sus aspectos físicos. Y, sin embargo, hablas siempre con un que tiene ojos, manos, cara, boca y un cuerpo con el que se comunica, además de hacerlo con las ideas de su mente.

Cuando un yo habla con un en el mundo real, el es un conjunto complejo de elementos, todos los cuales intervienen en la comunicación que tiene lugar contigo. "Por qué me miras así?" "¿Qué quiere decir esa sonrisa?" "¿Estás nervioso?" "No paras de mover las piernas" "Se te han saltado las lágrimas" ... Nada de esto tiene por qué aparecer en la comunicación virtual.

¿Qué edad tiene el ? ¿Es simpático el ? ¿Tiene alguna manía? ¿Es sensible a algunos temas, a algunas actitudes? ¿Le parecerá bien que le mande un beso o un abrazo? A veces le mando un beso con cariño o, incluso, le digo que lo/la quiero, pero ¿cómo le sentará?

¿Quién eres , que eres mi interlocutor/a virtual?. Creo que en realidad eres un invento mío. , realmente, eres , pero yo, cuando te considero como un virtual, sé más bien poco de ti. Ignoro tu físico, pero yo no puedo hablarle a un ángel, ese invento medieval que era un ser con forma, pero sin materia (!!?? Aaahhh) Necesito imaginarme cómo eres para no hablarle a la nada. Las fotos dicen algo, pero reconocerás que dicen bien poco.

Es más. En la imagen que yo tengo de ti, además de los datos de los que yo haya podido tener noticia, como tu cara, parte de tu aspecto, quizás tu profesión o puede que tus aficiones, además de eso interviene otro asunto importante. Y es que, como sé poco de ti, entonces te imagino, no tanto como eres, sino como me gustaría a mí que fueras en el momento en el que me pongo en comunicación contigo. Así, si estoy triste, te imagino receptivo/a, escuchante, con una disposición para echarme una mano. Y, sin embargo, es posible que tú estés en realidad más triste que yo. Y si, por el contrario, estoy alegre, cuento con que tú lo estés también, cosa que será cierta o no.

Lo cual me dice que es una aventura sentarse delante del teclado y hablar contigo, porque lo mismo conecto con quien eres, que lo hago con quien me gustaría que fueras, o con quien necesitaría que fueras, o con quien creo que eres, o con quien has procurado que crea yo que eres, o con ninguno de estos.

Estoy convencido de que cada vez que hablo contigo, te invento. Pero también lo estoy de algo que me dijo hace tiempo una amiga muy practicante de la comunicación virtual: Internet puede sacar de nosotros lo mejor que llevamos dentro. Esto no es ningún dogma, porque siempre hay gente para todo, pero, por lo que he observado en los otros y en mí, suele ser así.

Y otra cosa. Lo que me pasa a mí contigo, también te pasa a ti conmigo. Por consiguiente, debe de haber un montón de yos por ahí, uno en cada una de las mentes de mis amigos y amigas virtuales, y todos ellos inventados por cada uno de mis interlocutores. O sea, muchos yos y muchos tús , como para ponerse a simplificar y a juzgar a la ligera.

Ah, no te lo he dicho antes. En la vida real pasa también algo parecido, no creas que esto sólo pasa en Internet.  

lunes, 13 de junio de 2011

Periódicos / 3



Lo sepamos o no, todos somos consecuentes con nuestros valores. Según sean nuestros valores, así pensaremos, así escribiremos, así actuaremos, así viviremos. Un buen ejercicio es tomar unos cuantos periódicos y descubrir los valores que se encuentran en su base ideológica.

viernes, 10 de junio de 2011

Periódicos / 2





Un periódico es bueno cuando no se sabe lo que va a decir antes de leerlo.

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Hay lectores que se acercan a los periódicos buscando la novedad, la idea interesante, el punto de vista que aclare, el análisis crítico de lo que ocurre. Otros lectores se acercan para encontrar más de lo mismo y dar así alimento a sus pasiones.

jueves, 9 de junio de 2011

Periódicos / 1


Hay periódicos que atentan contra la salud mental de sus lectores.

Algunos escribidores en periódicos creen firmemente que los culpables de lo que ocurre son siempre los débiles, los pobres, los necesitados. Su forma de decirlo, lógicamente, no es nunca directa, sino que insisten en alabar a los poderosos, a los ricos, a los que no necesitan nada, dejando así en evidencia a los otros. Los más incautos no se enteran de este rodeo y por eso los leen, los aplauden y los votan.

miércoles, 8 de junio de 2011

Soluciones únicas




Los más ignorantes suelen ser los más ineptos. Los más ineptos suelen ser los que proponen sus soluciones como las únicas posibles. Suele ser gente peligrosa.

martes, 7 de junio de 2011

lunes, 6 de junio de 2011

Pensar o no pensar



Decía Sastre que lo peor es haber pensado, porque con el pensamiento descubres el horror del mundo, la maldad humana, el infierno terrenal, lo poco que eres y lo problemática que es la vida.

Sin embargo, es peor aún no pensar. Si no piensas, estás muerto en vida.

¿Quién creyó con tanta ingenuidad que vivir era fácil?

viernes, 3 de junio de 2011

Lo duro que es irse



Por muy largo que les ponga el examen, siempre acaban antes de lo previsto. La ley del mínimo esfuerzo les domina. Para llenar el tiempo de los que ya habían acabado y mientras lo terminaban de hacer los tres que aún estaban escribiendo, se me ocurrió pedirles que me escribieran algo que hubiesen aprendido a lo largo del curso, en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, de 2º de ESO, y que consideraran importante. Es un curso difícil, alborotador, hormonal, inquieto, en el que hay que pegar un grito intimidatorio en cada una de las sesiones, si es que se quiere tener veinte minutos de calma. Es un curso agotador. Una hora con ellos la cambiaría sin pensarlo por cuatro o cinco clases de 2º de bachillerato. Y, sin embargo, ...

Estas fueron sus respuestas, esto es lo que han aprendido:

“Que todos somos iguales y que nadie es superior a nadie”
“A ponerme en el lugar de la otra persona, para tratarla mejor”
“Que es bueno tratar con personas de otros países para aprender sus gustos y sus cualidades”
“Qué es un valor y qué son las normas”
“Los diferentes tipos de familia que hay”
“El respeto entre iguales”
“Métodos anticonceptivos eficientes”
“Que todos somos diferentes, pero iguales”
“El respeto a los demás, sean como sean”
“Lo que significa el racismo”
“A ser buena persona en la ciudad”
“Lo de los sexos”
“A respetar a los demás y a hacerles la vida más agradable”
“A respetar a los que no piensan lo mismo que yo”
“A respetarnos”
“El principio de igualdad y a respetar”

No sé qué te parecerá a ti, pero a mí estas situaciones son las que me hacen ver que la enseñanza tiene sentido, que tienen un sentido muy fuerte. ¿Comprendes por qué me cuesta tanto trabajo irme?

jueves, 2 de junio de 2011

Ya pasó..., creo.


Hay veces en las que la realidad se vuelve simbólica y se carga de una fuerza inusitada. Es como cuando un simple trapo se convierte en una bandera,  que afecta a los ánimos y puede generar conductas insospechadas. Esto me ha pasado hoy en la comida con la que algunos compañeros del Instituto han querido generosa y cariñosamente despedirnos a los 5 profesores que habíamos optado voluntariamente por dejar la enseñanza.
Ya he explicado lo poco dado que soy yo a estos fastos, sobre todo cuando me afectan directamente a mí. Estuve toda la mañana raro, con la cara que vete a saber qué quería decir y con el ánimo preocupado. ¿Estás nervioso? me preguntó Emma, buena amiga y buena profesora, buenísima, y le dije que me sentía raro. Es que no acabo de hacerme a la idea de la nueva casa en la que voy a vivir, de la nueva ocupación –que ni yo mismo conozco- con la que voy a llenar mi vida. Sólo sé que estamos yo y el tiempo, que es la base de la vida, y que mi problema es transformar el tiempo en vida. De alguna forma se hará y ya veremos cómo.


El caso es que nos encaminamos al lugar de autos, un restaurante grande, en donde se come bien, sin que se encuentre uno sustos al final en la factura. Fueron apareciendo los compañeros, los actuales y muchos de los antiguos, algunos de ellos ya jubilados.  Saludos más o menos efusivos, comentarios para ponerse al día, sorpresas en muchos, que no esperaban mi jubilación, y ambiente, en general, cordial.


La presidencia. Aquí empezó el símbolo a crecer como esos monstruos que aparecen en las películas y que parece que se abalanzan sobre uno desde la pantalla. No se podía elegir el sitio en el que sentarse. El destino me había situado allí, en la presidencia. Cuatro personas felices y yo, estúpidamente dubitativo, problematizado, ni triste ni feliz, sino todo lo contrario.
Comimos, bebimos, hablamos, reímos, qué bien, hasta que llegaron algunos compañeros con unas bolsas con unos regalos, que eran también símbolos de que todo estaba ya hecho. Un e-book  y una botella de ribera del Duero. Un buen detalle, un buen recuerdo, un espléndido gesto cariñoso que agradecí y agradezco de manera muy sentida.


En previsión de posibles situaciones difíciles, le había dicho yo al director, días atrás, que hablara él, que es de mucho hablar, en nombre de los cinco, cosa con la que estuvo de acuerdo. Pero las emociones fuertes creo que afectan a la memoria y, aunque se levantó enseguida a hablar, dijo lo que le pareció, pero en su nombre y sin ninguna referencia a los demás. Habló de su abuela –me parece- y de su pueblo y de no sé qué más, le aplaudieron y se sentó. Se le notó que estaba a gusto de jubilado y todos quedaron conformes. Luego tomó la palabra Bautista, grandísimo profesor de Griego y de Latín. Fue breve como un tropezón. Dijo que se sentía muy querido, le aplaudieron y se sentó. También parecía muy contento, con serenidad, pero contento. Luego fue el profe de Matemáticas. Se sacó del bolso un papel, un folio escrito por las dos caras, lo leyó, le aplaudieron y se sentó. No sé lo que dijo porque, aunque lo tenía a dos plazas de mi sitio, hablaba muy bajo y no me enteré. Me imagino que estaría bien. También quedó con cara de satisfacción. Quedábamos Cristina, la profesora de Francés, y yo. Con toda la intención le dejé que empezara ella. Le dijeron que podía hablar en francés y creo que eso le vino muy bien porque lanzó una parrafada en ese idioma, con gestos muy convincentes y dicción muy serena, que produjo grandes aplausos en la concurrencia. No puedo decir de qué habló porque no sé francés y, sobre todo, porque ya sólo quedaba yo. Sólo quedaba yo solo, teniendo que sellar en público mi jubilación. Como en las bodas, que tienes que decir públicamente que quieres a tu pareja. No me podía escapar.
Me levanté. Creo que fui yo el que me levanté. Una vez de pie intenté convertirme en actor, como en clase, como cuando hay que dar un espectáculo ante la clientela haciendo que Kant hable por mi boca, y luego Nietzsche, y luego el que toque. Sólo que aquello era más difícil, mucho más difícil, porque, junto a unas ideas que había pensado por la mañana, por si acaso, habían aparecido en el estómago, o en el corazón, o en algún lugar de por ahí dentro unas emociones paralizantes, incontroladas, bombeantes que no me hacían ninguna gracia.  Puse las manos en sendas botellas que había por allí, dando una imagen seguramente grotesca y mostrando sin ningún disimulo que en algún lugar había que apoyarse. Y hablé.


Hablé con la voz fuerte, como habitualmente lo hago. Callaron enseguida. Los muy malvados tenían ganas de espectáculo y querían ver por dónde salía. Salí por donde no tenía pensado hacerlo: “Cuánto tiempo ha pasado ¿eh?”. Y empecé por pedir disculpas por las consecuencias de todos los posibles errores que hubiese podido cometer en toda mi vida profesional. Estoy seguro de que alguno cometí, pero más seguro aún estoy de que hay quien cree que lo hice. Me pareció elegante comenzar así y lo hice porque quería decir eso. Luego, me pareció justo agradecer a todos los que me habían  ayudado a llegar hasta allí, a los que me habían enseñado algo útil para las clases, a los que me habían dado su tiempo, incluso su sonrisa por un pasillo. La cosa iba bien o, al menos, así me iba yo animando para seguir. Abrí, a continuación, la puerta del futuro comparando lo que me había encontrado yo al llegar a la enseñanza con lo que veía ahora. Mi conclusión fue que todo seguía estando por hacer: había que buscar una administración a la que le importara de verdad la enseñanza, había que modernizar los métodos, había que dejarse de aulas de informática para introducir la informática en las aulas y había que eliminar la práctica individualista para adoptar estrategias comunes que mejoraran no sólo la disciplina, sino también la comprensión lectora, la ortografía, etc. Todo esto lo dije con ánimo. Me descubrí gesticulando, lo cual era señal de que había dejado de apoyarme en las botellas. Me quedaba poco que decir. Estaba llegando a la cumbre y este happening obligado y no querido estaba saliendo decentemente. Dije:
“Este oficio es duro, muy duro, pero tiene una ventaja: que se le puede encontrar sentido. Son los alumnos”.


Y ahí me rompí. Todas las tensiones del cuerpo, todas las emociones del alma, todas las contradicciones vividas en los últimos meses se concentraron en la Puerta del Sol de la garganta y me impidieron seguir. Una terrible amenaza de lluvia me llegó a los ojos y me senté. Estaba casi paralizado. No pude decir que si algo había aprendido a lo largo de mi vida en la enseñanza es que lo más importante son los alumnos, que lo que haces lo haces por ellos y para ellos y que nunca había que cambiar esa intención si no queríamos desvirtuar la enseñanza, que los alumnos son los que convierten el acto educativo en un acto humano. No dije nada de esto porque no pude, pero mi subidón emocional posiblemente hizo algo de efecto, lo cual, luego, me tranquilizó un poco.
Noté que al final algunos de los asistentes estuvieron más cariñosos conmigo que al principio, lo cual me gustó. Estuve hablando con un antiguo compañero de departamento. Noté que tenía la necesidad de saber cómo se sentía una persona que se jubilaba y me preguntó muchas cosas. Yo notaba que hurgaba en mi herida, pero no me importó, porque si algo he echado en falta han sido las experiencias de otros que ya vivieron lo que me tocaba vivir a mí. Casi todo me lo he tenido que inventar yo y eso es muy duro. De manera que en un par de ocasiones se me volvió a cerrar la garganta y el surtidor de los ojos funcionó levemente más de una vez. El muy cachondo me dijo que nunca había visto a un jubilado así, tan carente de entusiasmo por su nueva situación, y que se veía él con más actitud de jubilado que yo. El problema estaba y está no en que yo no tenga entusiasmo, sino en que lo tengo partido por la mitad. Una parte me acerca a los alumnos y la otra me aleja de ellos. Ese es mi problema.



Índices del estilo de vida



Hay algunos detalles muy significativos del estilo de vida que llevamos. Por ejemplo, si solemos estar alegres o no, si nuestra sensibilidad aumenta o disminuye, si tenemos ganas de mostrarnos cariñosos o no con la gente, si preferimos hacer algo o no hacer nada, si el tiempo nos pasa muy deprisa o muy despacio o si tenemos unas ganas tremendas de vivir o no.

miércoles, 1 de junio de 2011

Grandes personas


Las buenas personas están cerca de la gente cuando se las necesita. Las grandes personas saben estar cerca de las personas, de las necesidades concretas de cada persona.