lunes, 24 de enero de 2011

Inmediatez




Nos estamos acostumbrando a no ver más que lo inmediato, lo que tenemos delante, lo que conecta de forma urgente con nuestros deseos, lo que captamos sin necesidad de ir un poco más allá para ver sus consecuencias o sus contraindicaciones. Hay un neoliberalismo ambiental, como una peste horrorosa que se pega a las ideas igual que se pega(ba) a la ropa el humo del tabaco, que, al parecer, nos seduce y nos invita a creernos que podemos hacer lo que nos dé la gana, sin que la posible repercusión sobre los demás signifique ni una llamada de atención ni un momento para pararse a pensar si lo que quiero, además de apetecible, es bueno. Un anuncio de una marca de coche que oigo estos días por la radio lanza al aire sin escrúpulos la expresión: “Aprovéchese y luego lo piensa”. En unos grandes almacenes, en la pared de detrás de la Caja, he visto escrito: “Compra ahora, decide después”. O sea, que con una naturalidad y una franqueza que parecen dar un salto desde la cultura a la zoología, nos invitan a que nuestro comportamiento consista en hacer sin demora lo que le llega a la voluntad a través de los sentidos, de la imaginación o de lo que se tercie y, después, si tienes ganas, si te acuerdas o si te interesa, lo piensas y, entonces, te arrepientes o no. La madurez consiste justamente en lo contrario, en preguntarle a la razón la viabilidad de la acción antes de que la voluntad decida. Por tanto, lo que están queriendo hacer contigo, amigo lector, aunque no lo sepas, es convertirte en una mente infantil para que aceptes con facilidad los reclamos de la propaganda comercial. Y si te acostumbras a esto, no dudes que aceptarás también las consignas políticas que les interesan a los que están detrás de esas maniobras, que ingenuamente podríamos calificar de comerciales, pero que son, en realidad, (des)educativas, preparatorias de una nueva, aunque muy antigua, forma de concebir al ser humano.

La consigna parece ser esta: deshumanicemos al ser humano, quitémosle lo que pueda tener de pensamiento, de socialidad, de prudencia, de reflexión, de proyecto, de esfuerzo, de prever consecuencias. Hagamos un ser que pueda ser fácilmente feliz, tontamente feliz, pero sin dificultades. Procuremos que estos tiernos y sumisos seres no nos opongan mucha resistencia ante nuestros requerimientos, que, por supuesto, no los piensen, que no los critiquen ¡qué ordinariez!, que con la excusa de conseguir placer, consuman, para que nuestros negocios sigan dándonos motivos para vivir bien. Es verdad que cada vez tienen menos dinero, pero el que les queda hay que procurar que no lo gasten en cultura -¡qué peligro, el mayor de todos! La cultura debe ser gratis, que para eso está Internet. Y si los creadores dejan de crear, mejor. Nosotros no perdemos nada y así molestan menos. Que compren nuestros productos, o sea, coches, ropas, cosas que entendemos y que fabricamos. Sin que se den cuenta, tenemos que hacerles ciudadanos del imperio de los sentidos y que gasten, que gasten todo lo que tengan. Cuando la brecha entre ellos y nosotros sea tan grande que crean que están solos, se morirán de pobres. ¿Para qué querrían convertirlos desde hace tanto tiempo en seres humanos? ¡Qué estupidez!

domingo, 23 de enero de 2011

Josephine Foster

Josephine Foster es una cantautora nacida en Colorado y residente en España desde hace algunos años. Ha sacado un disco con canciones antiguas españolas, entre las que están estas Sevillanas del siglo XVIII. No sé qué pensar ni qué decir de este tema ni de esta artista.


Lo puedes comparar, si quieres, con la versión de Victoria de los Ángeles.




jueves, 20 de enero de 2011

Pero ¿no valía todo?


Pero ¿no valía todo? ¿A qué vienen ahora los dentistas diciendo que los que tengan un piercing en los labios deben ir al médico porque es posible que les haya afectado a la encía? Que se callen los médicos, que yo me pongo en la boca lo que me da la gana. ¿Por qué todo el mundo va a hacer lo que dé la gana y yo no? Esto es una estafa. No voy a ir a ningún médico y voy a seguir haciendo lo que me salga de las narices, como todos, digan los médicos lo que digan. Hasta ahí podíamos llegar.

miércoles, 19 de enero de 2011

Haciendo cosas


Los golfos y los locos lo odiaban. La gente normal no le hacía mucho caso. Él estaba aquí, ahí y allá, repartido, entre todos, haciendo cosas.

martes, 18 de enero de 2011

Chulo



No es que Jack tenga razón, es que tiene toda la razón. Tanta verdad cree tener en su mente que hay veces en las que su certeza le rebosa por el vaso de su realidad cotidiana y no tiene más remedio que hablar para decirle a los presentes cómo es el mundo y salvarlos así de su ignorancia. Esto le ocurre varias veces al día. Si hay conocidos delante o gente nueva que le interese, la frecuencia de sus exposiciones sube. Se desmelena, sobre todo, cuando le preguntan algo. Entonces Jack se cree el enviado del creador y se siente en la obligación de ilustrar a todo el que esté presente.

Lo más característico de su discurso es la certeza con la que lo manifiesta. Suelen ser disparates gruesos o estupideces enormes, pero él cree que son verdades definitivas y que el mundo debe ineludiblemente conocerlas. Siente una necesidad brutal de hacerse notar y para satisfacerla lanza al aire sus pensamientos. Los que le adulan le dicen que es superior a todos, pero él lo entiende como si toda la humanidad se lo reconociera. Mucha gente lo critica, pero Jack no los oye. Esta superioridad ficticia es la que le lleva a hablar incluso en contra de los suyos, de sus amigos, de los que le adulan, pero es tanta la distancia que él considera que le separa de los demás y tanta la verdad que atesora, que sería imperdonable callar.

Jack terminará mal. Ya está haciendo mucho daño a los demás y a él mismo. Ha perdido el norte y, lo que es peor, la brújula. Acabará solo, abandonado, maldecido, derrotado. Nunca ha comprendido ni comprenderá que dentro de un chulo siempre hay un tonto con el ego fastidiado.