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jueves, 8 de diciembre de 2011

Los niños con sus músicas




Lo malo de estos niños maleducados, que van con sus músicas a todo volumen por la calle, por el autobús o por donde les da la gana, no es sólo que molesten y que les dé igual hacerlo o no, sino que la música que oyen es muy mala, que se están acostumbrando a valorar sólo lo de mala calidad y que les gusta más el ruido que el buen sonido. La degradación a la que está llegando el ser humano se pone de manifiesto con mucha claridad en estos elementos de tan pobre personalidad. Aterra pensar qué va a ser de ellos el día de mañana. Y de nosotros.

lunes, 20 de junio de 2011

Ruido




Sólo hay algo más molesto que un pobre cateto que no para de hablar: cuatro juntos. Si la vida, en un arranque de mala sombra, te pone cerca de un grupo de cuatro catetos habladores sin pausa y que no paran de echar bobadas y tonterías, una tras otra, por sus bocas, lo mejor es que cambies de lugar. Lo malo es que tan funesta aparición tenga lugar en el tren, en las cuatro plazas que, cara a cara, están situadas delante de la tuya. El odioso cuarteto estaba formado por cuatro señoras incapaces de callar o de bajar la voz o de darse cuenta de que no están solas en el coche a las cinco de la tarde. Estás encerrado. No te puedes mover del sitio, so pena de hacer el viaje de pie. Con semejante verbosidad no se puede dormir, no se puede leer, no se puede uno concentrar en nada. En realidad no se puede estar con estas cuatro señoras de almas vacías y buche rebosante de palabras.

Nada más llegar se zamparon unas madalenas y ni por eso dejaron de hablar. Una ingenua pasajera cercana se trajo una almohada cervical y un antifaz, pero no cayó en la cuenta de cargar con lo fundamental: unos buenos tapones para los oídos que la aislara del mundo sonoro que engendraban estos cuatro seres hablantes. Aparecieron con unas enormes maletas que, por lo que se oye, es posible que vinieran cargadas de palabras. A un señor que amablemente y sin saber lo que hacía les ayudó a subir las maletas a la repisa le endosaron un trozo de bizcocho, al parecer artesano, con el que viajaban para recobrar energías, a pesar de que el buen hombre les manifestó repetidas veces que no quería bizcocho. Lógicamente, se lo dejaron encima de la mesita como consecuencia de que les dio la gana a sus reales voluntades.

No pararon de hablar en todo el viaje. Ni un momento. Y dale, y dale, y dale. Hicieron el tiempo enormemente lento y largo, y el viaje, eterno, interminable. El ruido no es que acabe con todo, es que no deja empezar nada.

viernes, 17 de diciembre de 2010

¿Lo entendería?



Si al que habla en voz alta en público y obliga a todos los presentes a oír lo que dice, aunque no quieran hacerlo, le pusiéramos a oír una conversación cuando no le apeteciera, ¿entendería lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer?

Si al que va con todos los altavoces del coche a todo volumen se le pusieran los mismos altavoces cuando no quisiera oírlos, ¿entendería todo lo que va molestando en la vida?

Si al que aparca un coche en un paso de cebra le pusiéramos un camión atravesado en la calzada, de forma que tuviera que dar un rodeo para seguir adelante, ¿entendería que no se puede aparcar sin más en donde a uno le dé la gana?

Mi respuesta a estas preguntas es, lamentable, que no.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Ruidos


Estás admirablemente a gusto comiendo en un restaurante con una persona, con la que comentas las cosas de la vida con un volumen de voz que permite que te oiga sin que nadie más tenga que soportar tus palabras. De pronto suena un estridente timbre de teléfono y un individuo que desconoce el funcionamiento tecnológico del aparato y cree todavía que tiene que gritar para que su interlocutor se entere de lo que dice, comienza a hablar y a hacerse el dueño exclusivo del espacio acústico.

Piénsalo fríamente. ¿Es un comportamiento molesto o no? ¿Es tolerable o no? ¿Habría que mandarlo callar o no? Si no se hace nada ¿no se extenderán irremisiblemente como una plaga estos comportamientos?

Tengo delante de mí una página escrita en el año 2005. En ella el escritor Enrique Vila-Matas opina de ellos que "son gente con una visión mediocre y arrogante del mundo, que creen que éste gira a su alrededor, pero no hacen más que molestar". Y también el cocinero Ferran Adrià parece que se ha planteado incluso prohibir su uso en su restaurante.

Tu opinión es la que cuenta.