lunes, 21 de marzo de 2011

Échate a volar



Ponte delante del espejo y verás que tienes alas en el alma. Son para volar, pero no sabes volar. No importa. Puedes volar. Si quieres, puedes volar. Si de verdad quieres volar, puedes volar. No importa que te caigas, porque te levantarás. No crecerás si no echas a volar. No llegarás arriba si no te atreves a volar. Atrévete. Una vez arriba, los primeros aleteos te costarán un poco, pero te acostumbrarás enseguida y la recompensa será enorme. Es más difícil querer volar que volar. Decídete. Échate a volar. Necesitamos que te eches a volar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Besos y besos





Besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos .... pero besos reales. Un mundo de besos. Seguramente, una estupidez.

jueves, 17 de marzo de 2011

Problemas y soluciones



Cada vez estoy más convencido de que la clave para resolver un problema es saber plantearlo bien. Hay problemas que basta con plantearlos para que se resuelvan solos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Las mujeres no tienen ano


Estaba en clase de Educación para la ciudadanía, en 2º de ESO, intentando explicarles que, a pesar de nuestras diferencias biológicas evidentes entre los hombres y las mujeres, todos éramos iguales y todos teníamos los mismos derechos. Les dije que algunas de esas diferencias eran observables a simple vista, como, por ejemplo, la nuez, el sexo o los pechos, pero que había otras que no se veían de esa manera. Pensaba yo en los cromosomas o en algunas pequeñas diferencias cerebrales. Se me ocurrió tantear el terreno, a ver si se les ocurría alguna de estas diferencias ‘ocultas’, así que les pregunté cuáles podrían ser éstas. Una alumna levantó la mano y me dijo que le daba corte decir en voz alta cuál era una de esas diferencias. Le propuse, entonces, que viniera y me la dijera al oído y ya veríamos luego si la considerábamos o no. Así que se levantó y con mucho cuidado me susurró:
-          El ano.
Yo la miré con cara interrogante y ella asintió convencida. No tuve más remedio que preguntarle en voz alta:
-          Pero ¿qué ocurre, que el ano de las mujeres es distinto del ano de los hombres?
-          No, profe, es que las mujeres no tienen ano.
Mi cara alternaba entre el “¡Aaahhh!” y el “Ja, ja” y, con una enorme expectación intelectual, se me ocurrió preguntarle dónde teníamos el ano los hombres. Ella, por toda respuesta, se llevó la mano verticalmente entre las piernas y extendió el dedo índice hacia adelante, intentando mostrar con evidencia dónde estaba situado el ano.
-          Hombre, pero te refieres al pene ¿no?
-          Bueno, eso, ¿qué más da?
Les dije que había que acostumbrarse a hablar con naturalidad del sexo y que lo elegante era referirse a los distintos órganos por su nombre correcto. Así, en el sexo del hombre teníamos el pene y los testículos y que nadie se iba a molestar si usábamos esas palabras. Pregunté cómo se llamaba el órgano sexual de la mujer y la mayoría dijo que la vagina. De la vulva no había oído hablar prácticamente nadie.

Yo pensaba en el “qué más da” ano que pene, en la ignorancia de la vulva y en la irresponsabilidad patológica de los curas y del gobierno valencianos, que llevan ya mucho tiempo jugando con la juventud privándoles de una educación sexual que los humanice. Si los de Madrid están así, ¿cómo estarán los de Valencia?