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viernes, 17 de febrero de 2012

¿Quién soy yo?


Miro dentro de mí y observo que hay más de un yo.  Puedo ser:

El yo que soy realmente.

El yo que me gustaría ser.

El yo que me gustaría que tú creyeras que soy.

El yo que espero llegar a ser.

El yo que soy sin quererlo.

El yo que tú ves en mí.

El yo que creo que tú ves en mí.

¿Cuál de estos yos soy yo?


jueves, 28 de julio de 2011

MI callejón




Hay un callejón estrecho. Sus paredes tienen a ambos lados un buen número de cierros. Son como balcones cerrados por una verja de hierro y por cristales que aíslan el espacio hasta el dintel de la puerta. Tras los cristales, unas cortinas preservan el interior de la casa de las miradas externas y permiten al que vive en ella mirar a su capricho al que pasa por allí.

Cada día, a la misma hora, me desnudaba de todo lo que no soy, pero que era mío, y me salía a pasear por el callejón. Iba despacio, muy despacio. Unas veces con carteles de letras, otras con músicas en la maleta y otras con fotos que exponía en una pancarta sobre mí.

No solía haber nadie en el callejón, pero yo sentía las miradas detrás de las cortinas. Los ojos desde las casas no me miraban a mí, sino a lo que llevaba, como cuando se ve la televisión, que no se ve la televisión, sino lo que aparece en ella. Yo era como un fantasma desnudo que echaba carnaza en el callejón para que los ojos de los cierros completaran su rutina.

Un día me paré en mitad del callejón. Dejé el cartel en el suelo, levanté los brazos y grité: 
¡¿para qué?! 
Los hilitos entre las cortinas que permitían al ojo ver lo de fuera se cerraron de golpe ante la inesperada novedad. Nadie contestó. El silencio se hizo espeso, aunque la frecuencia de los latidos se hizo notoria en el callejón. Yo tomé mi cartel y seguí mi camino, pero al día siguiente me planteé la conveniencia de ir o no ir a pasear por el callejón. Decidí volver. Tomé mi cartel, mi maleta y mi pancarta, pero si me hubiesen visto el rostro, se habrían dado cuenta de que yo no era el mismo.

martes, 14 de junio de 2011

Cuando te hablo, te invento




Estoy seguro de que tienes muchos amigos en Internet que te han agregado y que te comunicas con ellos y con otras personas de forma virtual. Es posible que a muchos de ellos no los hayas visto nunca en persona, que no sepas cómo son sus sonrisas, ni la textura de sus voces, ni sus estaturas, ni el aire de sus miradas, ni la gracia que expresan al andar ni el mundo que crean sus manos. Probablemente sepas más de sus ideas que de sus aspectos físicos. Y, sin embargo, hablas siempre con un que tiene ojos, manos, cara, boca y un cuerpo con el que se comunica, además de hacerlo con las ideas de su mente.

Cuando un yo habla con un en el mundo real, el es un conjunto complejo de elementos, todos los cuales intervienen en la comunicación que tiene lugar contigo. "Por qué me miras así?" "¿Qué quiere decir esa sonrisa?" "¿Estás nervioso?" "No paras de mover las piernas" "Se te han saltado las lágrimas" ... Nada de esto tiene por qué aparecer en la comunicación virtual.

¿Qué edad tiene el ? ¿Es simpático el ? ¿Tiene alguna manía? ¿Es sensible a algunos temas, a algunas actitudes? ¿Le parecerá bien que le mande un beso o un abrazo? A veces le mando un beso con cariño o, incluso, le digo que lo/la quiero, pero ¿cómo le sentará?

¿Quién eres , que eres mi interlocutor/a virtual?. Creo que en realidad eres un invento mío. , realmente, eres , pero yo, cuando te considero como un virtual, sé más bien poco de ti. Ignoro tu físico, pero yo no puedo hablarle a un ángel, ese invento medieval que era un ser con forma, pero sin materia (!!?? Aaahhh) Necesito imaginarme cómo eres para no hablarle a la nada. Las fotos dicen algo, pero reconocerás que dicen bien poco.

Es más. En la imagen que yo tengo de ti, además de los datos de los que yo haya podido tener noticia, como tu cara, parte de tu aspecto, quizás tu profesión o puede que tus aficiones, además de eso interviene otro asunto importante. Y es que, como sé poco de ti, entonces te imagino, no tanto como eres, sino como me gustaría a mí que fueras en el momento en el que me pongo en comunicación contigo. Así, si estoy triste, te imagino receptivo/a, escuchante, con una disposición para echarme una mano. Y, sin embargo, es posible que tú estés en realidad más triste que yo. Y si, por el contrario, estoy alegre, cuento con que tú lo estés también, cosa que será cierta o no.

Lo cual me dice que es una aventura sentarse delante del teclado y hablar contigo, porque lo mismo conecto con quien eres, que lo hago con quien me gustaría que fueras, o con quien necesitaría que fueras, o con quien creo que eres, o con quien has procurado que crea yo que eres, o con ninguno de estos.

Estoy convencido de que cada vez que hablo contigo, te invento. Pero también lo estoy de algo que me dijo hace tiempo una amiga muy practicante de la comunicación virtual: Internet puede sacar de nosotros lo mejor que llevamos dentro. Esto no es ningún dogma, porque siempre hay gente para todo, pero, por lo que he observado en los otros y en mí, suele ser así.

Y otra cosa. Lo que me pasa a mí contigo, también te pasa a ti conmigo. Por consiguiente, debe de haber un montón de yos por ahí, uno en cada una de las mentes de mis amigos y amigas virtuales, y todos ellos inventados por cada uno de mis interlocutores. O sea, muchos yos y muchos tús , como para ponerse a simplificar y a juzgar a la ligera.

Ah, no te lo he dicho antes. En la vida real pasa también algo parecido, no creas que esto sólo pasa en Internet.  

lunes, 1 de noviembre de 2010

Yo conmigo




Voy en el tren. No voy con nadie. No tengo conexión a Internet. No tengo contacto con la actualidad ni con las redes sociales. Tengo un ordenador en donde escribo, pero que no me lleva a ningún espacio distinto del de la butaca en la que estoy y la mesa en la que escribo. Es la soledad que me hace no estar con nadie, pero que me mantiene, sin embargo, volcado hacia el interior de mí mismo.

jueves, 11 de febrero de 2010

El yo y su imagen


No domino la imagen que doy. Sé, más o menos lo que hago, pero no sé cómo eso que hago, eso que soy, se ve desde el exterior. Hay un yo por aquí dentro y otro yo que aparece en la portada y que no se ve desde el interior. Es una dualidad un tanto inquietante que arrastramos todos sin remedio.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Malos tiempos para la moral


Berlusconi es un delincuente que intenta cambiar las leyes para que sus actos ya no sean delitos. Él y sus propios intereses están, al parecer, por encima de la ley.

Algunos políticos catalanes, ante una posible sentencia del Tribunal Constitucional contraria a la reforma de su Estatuto de autonomía, hablan de cambiar la Constitución para eliminar así la discrepancia.

Padre o madre que lees esto: no te extrañe que si algún día tu hijo roba algo, te eche en cara que lo que hay que hacer es cambiar la ley, porque él no está dispuesto a dejar de robar.

Hoy es muy fácil que cualquier majadero se dedique a gobernar la cosa pública defendiendo sólo lo que le interesa a él y olvidándose de que un gobernante, por encima de todo, debe procurar el bien general, no el suyo.

Corren malos tiempos para la moral.