Magnífico ejemplo de uso privado del
espacio público. He almorzado en un restaurante en donde se come
bien, aunque con las mesas un poco juntas. A mi derecha una pareja de
mediana edad. Yo notaba algo raro en el aire, pero no sabía qué
era.
Cuando iban a salir, separo un poco mi
mesa para facilitarle la salida al señor. Sin embargo, el caballero
tarda un poco en salir porque está haciendo algo raro por debajo de
la mesa. Miro a ver qué pasa y descubro que en plena ola de calor se
había quitado los zapatos para comer y ahora, como estaba un poco
gordo, le era difícil ponérselos. Un respiro fue que se fueran a la
calle.
Claro que, dos mesas más a la
izquierda un joven alegre y sonriente está intentando conquistar a
su acompañante cantándole una jota que oímos todos.
A mí, en realidad, lo que me pide el
cuerpo es desnudarme para estar fresquito y desahogarme cantando una
bulerías de La Paquera, pero algo me dice que no debo hacerlo. Debo
de ser algo raro, quizás.
Te sugiero que tú no cantes en la cama
cuando vayas a dormir, que los vecinos te van a poner mal, pero unos
buenos recuerdos cariñosos no hacen ruido y hacen mucho bien. Buenas
noches.