viernes, 5 de agosto de 2011

Indignaos / 2





A los jóvenes les digo: mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación -el trato a los inmigrantes, a los sin papeles, a los gitanos-. Encontraréis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis! (...)

Hay que comprender que la violencia le da la espalda a la esperanza. Hay que dotar a la esperanza de confianza, la confianza en la no violencia. Es el camino que debemos aprender a seguir. Tanto del lado de los opresores como de los oprimidos, hay que llegar a una negociación que haga desaparecer la opresión; eso es lo que permitirá que no haya violencia terrorista. es por esta razón por la que no deberíamos acumular mucho odio.

Del libro de Stephane Hessel, ¡Indignaos!

Cocteau Twins

miércoles, 3 de agosto de 2011

Indignaos / 1




Todos juntos debemos velar por que nuestra sociedad sea una sociedad de la que podamos estar orgullosos: no esa sociedad de sin papeles, de expulsiones, de recelo hacia los inmigrantes; no esa sociedad que pone en duda la jubilación, el derecho a la seguridad Social; no esa sociedad donde los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente. (...)

Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir "paso de todo, ya me las apaño". Si os comportáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman el hombre, uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.

Ya podemos identificar dos nuevos grandes desafíos:

1. La inmensa distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no para de aumentar. Es una innovación de los siglos XX y XXI. Los que son muy pobres apenas ganan actualmente dos dólares por día. No podemos permitir que esta distancia siga creciendo. Esta constatación debe suscitar de por sí un compromiso.

2. Los derechos humanos y la situación del planeta. (...) Es a René Cassin a quien debemos el término de derechos "universales" y no "internacionales". Porque esta era la cuestión al salir de la segunda guerra mundial: emanciparse de las amenazas que el totalitarismo ha impuesto a la humanidad. Para ello, es necesario que los Estados miembros de la ONU se comprometan a respetar estos derechos universales. (...)

Del libro de Stephane Hessel, ¡Indignaos!


Laetitia Velma

Letitia 

lunes, 1 de agosto de 2011

Intereconomía. Algo les ha pasado.



A primera vista, todo esto que se observa en este invento parece fruto de una mezcla de alguna de esas enfermedades psicosociales que nos azotan y, sobre todo, de mucha ignorancia. Quizá el guionista o el que autoriza este anuncio o los dos tengan algunas lagunas en su formación, porque no tengo datos contrastados para pronunciarme sobre posibles limitaciones neuronales, cosa que, sin embargo, viene enseguida a la mente al oír estas cosas, pero que se rechazan rápida y diligentemente por no poder probarlas y porque el que en el siglo XXI existan aún personas que se manifiesten de esta manera. te parece más propio de un folletín de mal gusto o de una borrachera medieval que de nuestra sufrida realidad.

El caso es que lo que te encuentras en este anuncio es que estos señores se inventan una realidad deformada y se la atribuyen a aquellos a los que parece que odian. Muchas cosas de las que dicen tienen visos de no ser más que  proyecciones inconscientes e inadvertidas de sus propios prejuicios, mientras que otras tienen toda la pinta de ser puros inventos interesados. Todo parece muy burdo y muy simplón. No parece que sepan nada de lo que dicen, pero hacen afirmaciones tajantes y falsas, como suelen ser las expresiones de los ignorantes y de los charlatanes iluminados que toman por tontos a los oyentes. Como dice mi amiga Aurora, el problema no es lo que piensan, sino lo que dicen, porque no parece que hayan pensado mucho estas cosas que sueltan aquí. ¿Qué les habrá ocurrido para que se dediquen a echar fuera esas barbaridades? Nietzsche diría enseguida que parecen unos resentidos, pero ya se sabe que Nietzsche era un exagerado.

Tómate, por favor, lector o lectora, la molestia de informarte bien antes de pronunciarte sobre las cosas que dicen estos señores de Intereconomía. ¿Quién quiere asesinar niños? Posiblemente el anuncio este se refiera a los que en las Comunidades Autónomas hacen recortes en sanidad. ¿Quién quiere eliminar ancianos? Serán seguramente aquellos a los que les cuesta tanto trabajo aplicar con diligencia la Ley de Dependencia. O quizá  los que tanto y tanto lucharon para que no se sedara a los enfermos terminales que sufrían atrozmente en los hospitales ¿Quién quiere que el Estado programe a los alumnos? No tiene más remedio que ser los que defienden la enseñanza privada y el adoctrinamiento religioso en las escuelas. ¿Quién miente? Pues... ¿y si son, a lo mejor, estos señores de Intereconomía, que no quieren dejar de aparecer en su invento?

La verdad es que con el odio que chorrea de este anuncio y el falseamiento de la realidad que refleja no podemos hacer una sociedad de seres humanos en la que quepamos todos. Porque no creo que lo que quieran es que no quepamos todos. Si no, no se entendería que pusieran como fondo la Oda a la alegría, que Schiller concibió como Oda a la libertad, en donde se oye que todos los hombres seremos hermanos y en donde se repite eso de "Este beso para todo el planeta". Debe de ser un mal sueño de una noche de verano fruto de la calor, que es muy mala y altera mucho la mente. Yo de ellos, lo retiraba para no quedar mal.




Hay que




Hay veces en las que casi sin querer te vas acostumbrando a un estilo de vida que podríamos denominar como el de "hay que". En efecto, te despiertas y hay que levantarse porque hay que trabajar y hay que ir de prisa y hay que hacer gestiones y hay que comer sano y hay que cuidarse y hay que ahorrar y hay que hacer deporte y hay que dormir porque hay que descansar porque mañana hay que volver a levantarse porque hay que trabajar y hay que hacer lo que hay que hacer.

Cuando el "hay que" se te ha instalado en lo profundo de la cotidianidad, llegas incluso a vivir de manera que vas a ver un espectáculo porque hay que ir a verlo y contemplas un programa porque hay que hacerlo y te diviertes porque hay que divertirse y dices que hay que ser generoso porque te han dicho que hay que ser generoso y votas a tal partido porque te han dicho que hay que votarlo y crees en alguna historia porque te han dicho que hay que creerlo y vives porque te han dicho que hay que vivir.

El estilo "hay que" hace que tú no seas tú, sino que te conviertas en lo que te han dicho que hay que ser, en una especie de máquina automática de repetición insensata. Si no hay lugar para el "me apetece" ni para el "tengo ganas" ni para el "yo creo que", lo que aparece es ese cansancio brutal, esa falta de sentido y ese estar harto que te lleva a pensar que o la vida no tiene sentido o no merece la pena vivirla así.


Dionne Warwick