lunes, 28 de febrero de 2011

Dicen que soy homosexual


Fotografía de un modelo diseñado por David Delfín.

Se aprende mucho en la enseñanza. Me he dado cuenta de que andaba yo muy confundido, toda la vida sin saber en qué consistía en verdad ser homosexual. He tenido ahora la inmensa fortuna de que una encantadora alumna de Educación para la Ciudadanía me haya sacado de mi imperdonable ignorancia. Hoy, por fin, he aprendido que un homosexual es una persona a la que le gustan los de su misma especie. ¡Y yo creyendo que era otra cosa!

Más preocupado me ha dejado su definición de lo que es un heterosexual, sobre lo cual tenía yo también, según veo ahora, mis confusiones desde siempre. Me ha escrito que un heterosexual es una persona a la que le gustan las dos especies. Esto, sin embargo, me va a quitar el sueño hasta que tenga la oportunidad de preguntarle cuáles son las dos especies.

Comprenderás, amigo, amiga, mi preocupación. A mí me gustan y siempre me han gustado algunos miembros de mi especie, concretamente las que se denominan mujeres. Jamás se me ha pasado por la imaginación ni me ha sobrevenido en las peores pesadillas intentarlo con miembros de otra especie, de manera que parece ser que soy homosexual. Al menos es lo que sospecho que piensa de mí mi admirada alumna. ¡Qué vueltas da la vida! ¡De lo que uno se acaba enterando!

Y como esto de la Educación para la Ciudadanía –ya se sabe, una asignatura inútil e innecesaria donde las haya- se da sólo una hora a la semana, voy a tardar un poco en volver a ver a la alumna. Tendré que ir a buscarla porque quiero que me cuente lo de las dos especies. Porque eso sí que lo tengo claro. Yo heterosexual así no soy. Con más de una especie, no. Hasta ahí podíamos llegar.


sábado, 26 de febrero de 2011

Derviches / 3

Cuando se quita el manto negro, el derviche se libera de todo lo que le ata a este mundo y se sumerge en la ingravidez. La mano derecha hacia arriba para recibir el amor de Dios. La mano izquierda hacia abajo, para repartirlo entre los hombres.


viernes, 25 de febrero de 2011

Negro futuro



Llego a clase el día que tienen examen de mi asignatura. Nadie repasa nada, salvo dos, que tienen un papel delante y lo miran con un cierto aire de concentración. Antes de repartir las hojas de papel, tengo que esperar algún tiempo para que se sienten, se callen y quiten de la mesa las mochilas, los cuadernos y los libros. Les digo que quien quiera preguntarme algo venga a mi mesa, para no molestar a los demás. Preguntan casi todos, pero desde su mesa y con unas caras que parecen decir que no tienen ganas de levantarse. Están acostumbrados a practicar la ley del mínimo esfuerzo. Antes de contestar, preguntan si deben hacerlo dando las explicaciones convenientes o si basta con decir lo imprescindible. Por ver qué hacen, les aviso de que si alguien quiere más papel, que venga a recogerlo a la mesa. Uno que está a dos metros de la mesa intenta estirarse para alcanzar una hoja, pero sin éxito. Lamentablemente se tiene que levantar, aunque sólo un poquitín, lo indispensable para llegar a la meta. Otro tose, pero no tiene pañuelo ni de tela ni de papel ni de nada. Otro más pregunta algo que ya he aclarado antes, pero, además, como tiene un piercing atravesado de lado a lado en la lengua, no se le entiende lo que quiere decir hasta que lo repite varias veces. Es muy deprimente ver a estos viejos inútiles de quince años.


jueves, 24 de febrero de 2011

Contraste



Salir de casa. Sentir el fresco de la mañana en la cara como si te acariciara un largo paño de seda. Ver el durísimo esfuerzo del día, que quiere escalar decididamente por el precipicio del horizonte lanzando al mundo el rojo amanecer y anunciando un nuevo día de sol. Oír el trino de los pájaros, una melodía sin partitura, improvisada, rebosante de belleza y de armonía, que me recuerda que más allá de los humos y de los ruidos aún hay Naturaleza. Oler el romero al pasar y las rosas y el tomillo limonero. Y llegar a la calle.

Qué corto es el jardín y qué largo es el día.

miércoles, 23 de febrero de 2011

La salud de Esperanza Aguirre





Siento mucho que Esperanza Aguirre tenga un cáncer de mama y que se vea obligada a luchar contra él. Es exactamente lo mismo que siento por todas las mujeres que sufren la misma enfermedad. Y exactamente lo mismo que siento por los hombres que tienen algún tipo de cáncer. Y lo mismo que siento por todos los enfermos de cualquier sexo, edad o nacionalidad. Me gustaría que nadie estuviera enfermo y que si alguien sufre algún mal, que se cure lo antes posible.

Lo que no acabo de entender en este caso de Esperanza Aguirre es la celeridad con la que va a ser operada. ¿Es lo normal en casos como este? ¿Todos los enfermnos diagnosticados de cáncer son operados al día siguiente de serle detectada la enfermedad? Si no es así, ¿qué tiene esta señora para que sea atendida de esta manera? ¿Es más ser humano que los demás? Se lo he preguntado a algunos alumnos y me han contestado que lo que ocurre es que tiene más poder. Supongo que esto no será así porque si lo fuese, la asociación entre salud y poder sería muy decepcionante.

Tampoco entiendo que una persona como ella sea operada en un hospital público. Ella, que se pasa la vida privatizando todo aquello que encuentra, a la hora de la verdad elige la sanidad pública. Me parece inconcebible. Y sin lista de espera. Yo sufrí una pequeña operación no hace mucho y me ofrecieron operarme a los diez días, pero en una clínica privada, la de la Cruz Roja. Como me negué, tuve que esperar cuatro meses más para que lo hicieran en un hospital público. ¿Se le ha aplicado esto a esta señora? ¿No sería mejor que se operara en alguna clínica privada para dar ejemplo a la ciudadanía que la vota?

Le deseo lo mejor a la señora Aguirre y a todos los enfermos de cualquier mal, pero me gustaría que alguien me explicara los métodos -supongo que democráticos- seguidos en este caso.

martes, 22 de febrero de 2011

Compañeros de viaje




Escribo esto en el tren, sentado al lado de un zote de esos de los que lo mejor es huir, aunque me encuentre imposibilitado para hacerlo hasta que llegue a la estación. Ha solicitado a la azafata La gaceta. Luego, nos han dado de cenar y se ha manchado el pantalón al quitarle la tapadera al recipiente en el que servían uno de los platos. A continuación ha derramado el vino tinto sobre la repisa del asiento. He salido del trance afortunadamente inmaculado. Más tarde, cuando la azafata le ha preguntado si quería café o una infusión, ha dicho que quería un poco de leche con sacarina. Cuando se la han servido, ha dicho que no, que él lo que quería era un café cortado, o sea, con un poco de leche. La azafata, el ayudante y yo hemos puesto una cara como de decir que el tío este es tonto. Se lo ha tomado sorbiendo, con lo que se ha atragantado y ahora tose una y otra vez como un animal.

Claro que no es mejor la señora que va en el asiento de delante, que quería una botellita de wiskhy, pero sin abrir. Cuando la azafata le ha dicho que tienen orden de no servirlas cerradas, la señora se ha enfrentado con ella diciéndole que si la quiere sin abrir, se la tiene que dar sin abrir.

Mientras, el zote pega unos berridos tremendos con la carraspera, intentando desembarazarse la garganta del líquido que se ha echado en ella al sorber.

Qué espléndidos compañeros de viaje me han tocado en suerte.

lunes, 21 de febrero de 2011

Loado sea Ruiz Mateos




Vamos a oír hablar de nuevo bastante sobre Ruiz Mateos, me parece a mí.  Sin embargo, este personaje ya es conocido desde hace mucho tiempo y, bien mirado, no ofrece ahora ninguna novedad de interés. Sigue siendo el de antes, el mismo de siempre.

Puestos a conocer algo, sería más útil analizar el comportamiento de los cinco mil listos que, con una inversión mínima de 10.000 euros, han dejado en las arcas del patriarca nada menos que 140 millones. ¿Qué clase de ciudadanos son estos? ¿Qué tipo de personajes anda por ahí invirtiendo tan agudamente sus dineros en las aventuras de semejante lince?  Al parecer no aprendieron con el espectáculo anterior de este mago de los negocios y por eso ahora están recogiendo juntos su pecado y su penitencia.

Yo creo que esto es lo que verdaderamente tiene interés: la torpeza sin remedio, por lo que se ve, de unos ciudadanos acostumbrados a no entender los hechos, sino a interpretarlos con criterios lejanos a la realidad, con prejuicios interesados o con soluciones ya preestablecidas. No entendieron nada de lo que Ruiz Mateos hizo en 1983, ni sus huidas hacia adelante ni sus juegos sin piedad con los trabajadores y con el dinero de los demás. Y no lo entendieron porque, como tantas otras personas, entablaron una relación con la realidad basada no en el pensamiento con afán de objetividad, sino en el odio al adversario, en el rechazo por principio y fueran cuales fueran las circunstancias de todo lo que hicieran los otros, los rojos, los socialistas o cualquiera que no colaborara con descaro a que el beneficio fuera el valor fundamental de la vida, cayera quien cayera y costara lo que costase.  Yo creo que estos cinco mil linces todavía seguían creyendo ahora que todo aquello de Rumasa fue un golpe bajo de Boyer, de Felipe González o de los socialistas todos, y que el pobre Ruiz Mateos no fue más que la víctima de una vil maniobra de atraco. No se enteraron de nada porque, en lugar de mirar lo que tenían que ver para cococerlo, tenían las neuronas ocupadas mirando a los otros como una obsesión. Se han pasado toda la vida alimentando sus vísceras con todas las intereconomías y las copes que han encontrado por ahí y se han enviciado de tal manera que no han dudado en tirar la casa por la ventana en solidaridad con quien estúpidamente consideraban como el más listo de todos.

Estoy por asegurar que la Nueva Rumasa ha sido un intento que a Ruiz Mateos le ha brotado de su infinito sentido de la caridad y de la bondad. Ha visto que sus seguidores no se enteraban de nada, que seguían segregando más bilis que ideas y, en un arranque de corrección fraterna y de amor cristiano, les ha querido hacer ver lo equivocados que estaban, lo tontos que han sido y lo mucho que tienen que aprender para no seguir perdiendo sus dineros. Una actitud loable, sin duda, la de nuestro personaje. Lo que está por ver es si sus aportadores de fondos van a aprender, por fin, a ver los hechos como son y no como les dicen los otros listos que son o como les interese a ellos que sean. Tarea difícil que habrá que ver en qué acaba.

domingo, 20 de febrero de 2011