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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Propiedad privada






Él iba delante y portaba esa expresión que sólo pueden mostrar los muy gordos, los que tienen una tripa tan prominente que llega antes que su flequillo a cualquier parte y que les obliga a llevar la cabeza bien alta y los brazos separados del cuerpo, en una actitud que, aunque parece un tanto desafiante, no es más que la consecuencia necesaria de la falta de espacio para poder situarse más cerca de las caderas. En todo caso, quedaba claro que en aquel grupo él era el jefe, el que marcaba el rumbo, el que decidía y el único que podía ser él mismo.

Detrás, una mocita de siete u ocho años seguía dócilmente los pasos del jefe, posiblemente de su padre, y se adelantaba a la madre, que llevaba de la mano a un chaval y en brazos a otro. La madre miraba hacia delante, como si no le interesara en absoluto el paisaje por donde iba pasando, como si no le llamara la atención ningún paisaje y como si tuviera asumido que su papel era el de parir niños, bregar con los niños y dedicarse a los niños, además de a lo que le indicara el padre, el jefe. No sé si su presente le gustaba o no ni si se preguntaba por su futuro. El caso es que miraba fijamente de frente, andaba monótonamente hacia delante, se movía rutinariamente cargando con el peso del niño y llevando en la mano al otro niño. Su cuerpo era también un ejemplo de sobrepeso. Me fijé en su brazo izquierdo, gordo, ancho y moreno. En su parte exterior llevaba tatuada la palabra “JOSE”. Visto el cuadro, me pareció que aquella mujer, su cuerpo y su vida, eran de propiedad privada. Ojalá me haya equivocado.


miércoles, 3 de septiembre de 2008

Venganza resentida


Esta pintada la encontré en la fachada de un colegio religioso concertado en La Isla de San Fernando. Seguramente, un alumno con algún que otro suspenso en junio, se desahogó pintando esto de todos los sufrimientos habidos durante el verano.


Es curioso que la pintada no ha sido borrada en algún tiempo. Qué mejor propaganda podría tener el colegio ante los padres, que ven cómo un alumno es obligado por los profesores a estudiar todo un verano. Lloverán las peticiones de plaza en ese colegio, seguramente, y por eso no lo habrán borrado. Pero lo que me parece que los padres tampoco sospechan --una buena parte de los padres no suele saber ni sospechar nada. Este es el problema-- es que si su hijo es capaz de poner esa pintada sólo porque ha tenido que estudiar en verano ¿qué hará cuando el revés en la vida sea mayor? ¿qué hará cuando pierda su equipo, o cuando descubra que su novia ya no lo quiere, o cuando lo echen del trabajo?