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lunes, 24 de mayo de 2010

Normas


El conductor se saltó la norma de ceder el paso, la de parar en el paso de cebra y la de poner el intermitente cuando se va a girar, todo ello en aproximadamente 15 segundos.

Algunos alumnos se quedaron perplejos cuando se enteraron de que se iba a sancionar a un compañero por incumplir el Reglamento de funcionamiento del Centro.

He coincidido varias veces con camareros en los aseos y he comprobado que, tras hacer sus necesidades fisiológicas, no se lavaron las manos y salieron a continuar atendiendo al público.

Cuesta un enorme trabajo convencer a bastantes jóvenes de que no es aceptable hacer pintadas en fachadas que no son suyas. A algunos, que tienen con este asunto una relación patológica, aunque no lo admitan, no hay manera de convencerlos.

Hay gentes con poder político que creen que pueden hacer cualquier cosa, que para ellos vale todo porque se consideran la encarnación del poder. Y esta actitud la reproducen luego pobres hombres y pobres mujeres en el pequeño ámbito de sus vidas.

Se echa en falta cada vez más la conciencia de que hay que cumplir ciertas normas. Se detecta de forma alarmante y progresiva una carencia de ética, de actitud democrática, de valía humana. Va ganando terreno la visión salvaje de la vida, consistente en hacer siempre a toda costa lo que le apetece a uno, da igual lo que pase. Y va retrocediendo la visión humana que nos acostumbra a pensar antes de actuar, a racionalizar la vida, a anticipar las consecuencias de lo que se va a hacer, a tener en cuenta a los demás y a darse normas que sean verdaderamente humanas. Parece que lo que priva es actuar sin criterio.

El salvaje urbano se está reproduciendo como lo hacen las setas. Y no necesitan ni que llueva.

lunes, 23 de febrero de 2009

El salvaje urbano

Hay seres humanos que no acaban de darse cuenta de que en realidad son seres racionales. No se dan cuenta porque no son capaces de llegar a esa conclusión por sí mismos y, también, porque nadie se lo dice con suficiente claridad. Por el contrario, estos seres humanos tienden más a pensar que, en el peor de los casos, puede que hayan venido a esta vida a obedecer, a cumplir con unas normas. Pero, como no saben por qué deben cumplir esas normas, no tienen ninguna motivación para hacerlo. En este universo de ignorancia, los más débiles caen en la tentación de cumplir las normas por miedo a un castigo eterno. Los que no son tan débiles, en cambio, se sienten capaces de cumplirlas o no cumplirlas, según convenga o no a sus propios intereses. Así se va fraguando el todo vale y así va surgiendo un nuevo tipo antropomorfo que amenaza con dominar la Tierra: el salvaje urbano.