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sábado, 12 de octubre de 2013

Buenos días. Un abrazo





En donde mejor se está es dentro de un abrazo. Si quieres, te envío uno y te prometo otro para cuando nos veamos. Buenos días.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Buenas noches. El abrazo





La abracé. Nos abrazamos. Sus brazos rodearon mi cuello y los míos se afincaron en su cintura mientras mis manos acariciaban su espalda con la suave fuerza que da el cariño mezclado a partes iguales con la alegría. Podría parecer que yo la acaparaba, que la tomaba para mí por un instante. Nada más lejos de la realidad. Es otro el lenguaje del cariño. Los brazos simbolizan mi mundo y con ellos marco los límites de mi realidad. Abrazarla significa invitarla a que se introduzca en el interior de mi mundo y a hacerlo con la ilusión y las ganas con las que la atraigo hacia mí. Aquí dentro es acogida si ella quiere. Aquí puede encontrar refugio, una discreta seguridad, el cariño que sea posible y la compañía vital que necesite. Lo mismo que yo entre sus brazos. Mi abrazo la invita a formar parte de mi vida. El cuerpo, al fin y al cabo, no es más que el símbolo visible de toda una vida invisible en la que estamos sumergidos. Un abrazo, en donde dos cuerpos se juntan y se hablan en silencio, no es más que la materialización de una vivencia común, de una amistad, de un compartir, de una disponibilidad, de un considerar importante a la persona abrazada, de una donación, de un ofrecimiento. Dos cuerpos que, como si fueran dos labios, se juntan un momento para darle un beso a la vida. Nos abrazamos y nos dimos una buena porción de vida. Buenas noches.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Buenas noches. Un abrazo





Un abrazo es dos tiempos que se viven a la vez, dos trozos de vida que se regalan, dos cariños que se hacen uno, un suspiro de eternidad, un canto a dos voces empastadas, dos fuerzas incontenibles y milagrosamente suaves, la ternura encerrada entre las manos, dos sonrisas que no se ven entre sí, un discurso sin palabras, un espacio de vida compartido. Buenas noches.

jueves, 18 de octubre de 2012

El abrazo




Era de noche. Llegué a la playa. Sólo se oía el rumor de las olas que llegaban a la orilla. La luna estaba presente, pero no en todo su esplendor. Su luz permitía distinguir las siluetas, pero no las facciones. Me quité la ropa y la tiré lejos. Me quedé, desnudo, mirando el mar. Viniste tú enseguida. Te pusiste frente a mí, dejaste caer tu ropa y me abrazaste. Nos abrazamos. Sentimos el calor y la grandeza de dos seres abrazados. Yo no me separé de tus pechos ni de tu vientre ni de tus mejillas, pero llegó alguien más que también se quitó la ropa y nos abrazó a los dos. Estaba a mi izquierda, pero por la derecha alguien, también desnudo, nos abrazó a los tres. Poco a poco, cadenciosamente, cariñosamente, fueron viniendo personas de todas las edades, de todos los colores, de todas las procedencias y se fueron sumando a aquél abrazo cada vez más intenso, cada vez más grande, cada vez más humano. Nadie pudo disolver aquél abrazo surgido no se sabe de dónde ni tampoco por qué. Cada par de brazos se unía a aquellos cuerpos con una fuerza indisoluble. Sólo la marea, con la fuerza de su naturaleza, fue capaz de cubrir a aquellos seres humanos unidos como si fueran uno solo. Fueron capaces de aguantar debajo del agua los rigores de no estar en su medio y, al cabo de unas horas, volvieron a emerger en el mar, primero las cabezas y, poco a poco, todos los cuerpos abrazados, queridos, castigados, pero triunfantes. La voluntad de cada uno de ellos y la fuerza de su unión habían logrado vencer la adversidad. A lo lejos, un niño que había visto el suceso, dijo que es que se querían.

martes, 3 de mayo de 2011

Encuentro




La alegría de la mirada deseada. El optimismo de las cejas que suben. La aceleración de los latidos del corazón. La carrera de los dos hacia el encuentro. Los brazos que vuelan para agarrar todo el ser de quien viene hacia ti. La llegada esperada. La cercanía de dos cuerpos que encajan mutuamente. Las manos que hablan por detrás. Los dedos que quieren entrar en la carne sin hacer daño. Las mejillas que se rozan hasta terminar en besos. Los cuerpos que se separan para que vean los ojos. Los ojos que se retiran para que se unan los labios en un beso profundo. La sonrisa intensa que transmite la alegría a los ojos y al alma. Las manos que se unen y dialogan con calor y con aprietos. Una mano que va a la nuca de quien está delante y arrastra la cabeza hacia sí. La mirada que baja y la boca que se diluye en otro beso penetrante, ardiente. La mirada que sube al separarse para encontrar cariño en los ojos. Las manos que sujetan dulcemente las mejillas. La cara que se tuerce para besar. Los ojos que se cierran para sentir sin distracción. Las mejillas que vuelven a rozarse, a apretarse, a fundirse. Y, luego, una mano que va al hombro. Otra mano que va a la cintura. Dos cuerpos que caminan unidos. Dos cabezas inclinadas. El paso acompasado. El amor. La alegría.  La vida. La ternura.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Esa pena


“Y aunque tu novio de ese momento te abrace muy fuerte, notarás que tu pena sigue. Hay una parte donde nunca nos abrazan. Aunque nos quieran muchísimo. Esa parte está ahí, esa pena. Y nadie llega a tocarla nunca.”

Belén Gopegui. Deseo de ser punk.

Información sobre la autora, aquí.