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martes, 18 de diciembre de 2012

Recuento de personas sin techo.

Un amigo me envía el texto que reproduzco a continuación. Relata en él su experiencia como voluntario. Lo que cuenta es tan real -o más- que lo que sale en la televisión y en los periódicos, pero de esto nadie dice nada. Por desgracia hay muchos mundos dentro de este mundo.






"La semana pasada participé como voluntario en el Recuento de personas sin techo de la villa de Madrid. Más de 850 voluntarios de distintas organizaciones y ONGs nos reunimos en el Matadero. Allí el ambiente era impresionante: millones de ilusiones por metro cuadrado, de ilusiones por transformar la sociedad. El acto de organización fue convencional: un poco formativo, un poco informativo. Yo solo estaba interesado por las miradas de la gente, aires de suave alegría en las caras de tanta gente buena. En momentos así piensas que sí, que otro mundo es posible. Casi no atendía a los que iban tomando la palabra, solo me interesé cuando comentaron los datos del anterior Recuento de 2010 y en la pantalla aparecieron gráficos, la edad de los participantes, el sexo, el nivel de estudios… Me encantó que un 10 % fuera de personas mayores de 60 años. Y que el 75 % fueran mujeres.

A las 9 de la noche cada grupo salió en dirección a su cuadrícula. A mí me tocó con cinco chicas, cogimos el Metro, y a las calles. Nos había tocado una cuadrícula de cinco por seis manzanas en el barrio de Salamanca, entre Claudio Coello y Príncipe de Vergara, Ramón de la Cruz y Maldonado. No esperábamos encontrar a nadie quizás, pero todas las piezas son importantes para completar el puzzle. Y me encontré a Gerardo. Estaba sentado en un banco, rodeado de bultos con sus pertenencias, le saludé, le dije que era voluntario, que me dejara sentar con él y en seguida se rompió el hielo. ¡Qué persona tan viva, qué humanidad tan sana! Reivindicativo y sin rabia. Como un árbol que soporta las inclemencias como algo que la naturaleza le trae. Su mirada era también la de un árbol, sano, fuerte ante esas inclemencias. Él sabe que es víctima de la injusticia, pero como todos. “El pueblo está sojuzgado” me decía con un vocabulario de sus viejos tiempos de sindicalista. Me contó que estuvo en la cárcel en la época de Franco, 7 años por pegar un cartel, que fue amnistiado a la muerte del dictador, que en los últimos quince años antes de jubilarse ya no consiguió que lo cogieran en ninguna obra y que cobra 300 euros de pensión, porque la ley fija la jubilación en función de la última etapa de la vida laboral, aunque estuvo fijo hasta los 50 años. Él no va a comedores sociales, él exige derechos, no admite beneficencia. Me invitó a refugiarnos bajo un alero porque empezaba a chispear. “¿Pero tú te cambiarías si estuvieras solo?” le dije. “No, lo decía por ti”. Gerardo tiene muy clara la situación. “ No confundas, me decía, la evasión a paraísos fiscales con la economía sumergida, son dos cantidades de miles de millones que se acumulan en el sumatorio de la injusticia” Él me decía las cifras exactas, no las recuerdo.

El recuerdo de la mirada de Gerardo no me abandona desde hace unas noches. Una mirada limpia, brillante, como la de un roble fuerte, con un equilibrio de árbol, un equilibrio de Naturaleza, anclado en el mundo, y observando desde su altura las miserias que le rodean.

Después fui a llevar el sobre de los resultados a la central de Samur, había café y galletitas, nos encontrábamos grupos de distintos lugares, qué tal te ha ido, tal y cual. Era jueves, eran las 2 y algunos tenían que madrugar. No he encontrado prácticamente ni una palabra sobre el Recuento ni en la prensa escrita ni en la digital.

Yo creo que voy a pasar de vez en cuando a ver a Gerardo."