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lunes, 1 de julio de 2013

Buenas noches. Privaticémoslo todo




Privaticémoslo todo. Que todo sea un negocio eficacísimo.

Empecemos, por ejemplo, por la justicia. Que los jueces no sean funcionarios públicos, sino que dependan de una empresa privada que los adoctrine convenientemente, les diga lo que está bien y lo que está mal, los contrate y les pague. Nosotros tendremos que pagar también, lógicamente, pero ya se sabe que quien algo quiere, algo le cuesta. Seguro que así la justicia es más rápida y se destapan más casos que hoy quedan ocultos.

Después, podemos seguir privatizando el ejército. Es un dineral el que se gasta el Estado en estas cosas de la defensa. Es mejor que sea una empresa privada la que tenga sus soldados, sus tanques y sus cosas y que, cuando alguien ataque, sean unos u otros, nos defienda. Esos soldados estarían preparados para todo y nos defenderían como los mejores. Seguramente tendríamos que pagar sólo si hay guerra, con lo que saldría bastante bien de precio.

¿Y qué es eso de que los políticos pertenezcan a la estructura del Estado? Si se necesitan alcaldes, que haya una empresa privada que los forme y los suministre. Así todos sabrán lo que hay que hacer y se ganará en comodidad y en rapidez. Con que los ciudadanos le paguen entre todos a la empresa los servicios, se habría acabado el asunto.

O la policía. Nada mejor que una empresa privada forme bien a los policías, les diga a quién tienen que perseguir, a quién le tienen que pegar y dónde tienen que meterse y dónde no meterse. Por muy poco dinero seguro que estaríamos protegidos muy bien y los delincuentes estarían mucho más temerosos que ahora y se acabaría la corrupción rápidamente.

¿Y el aire? ¿Sabemos lo que nos metemos dentro cada vez que respiramos? Si hubiera una buena empresa privada que velara por la calidad del aire y que le pusiera unas buenas multas a los industriales que contaminan, respiraríamos todos mucho mejor. Nos cobrarían un poco por respirar, pero no cabe duda de que merecería la pena.

Si todo en la vida fuera privado, si el mundo fuera un gran supermercado viviríamos mucho mejor y seríamos mucho más felices.

Alguien apuntó esta mañana en la radio algo de lo anterior. Luego habló de la educación y de la sanidad. ¿Por qué privatizar todo lo anterior nos puede parecer un disparate y, en cambio, hacerlo con la sanidad y la educación sí nos parece normal? ¿Por qué admitimos con tanta facilidad que no nos pongan tratamientos caros, que decidan lo más económico, aunque no sea lo mejor, que adoctrinen en las escuelas con lo que deberían hacer en las parroquias, que se financien los negocios educativos, que se transmita ideología sin crítica a los jóvenes, que se pretenda que no tengan una formación humanista, que haya que pagar por nuestros derechos, etc...?

Lo que sí debe ser privado es el sueño, ese estado en donde la mente se concentra sobre sí misma y aparecen los demás, nuestros seres queridos. Ahí es el lugar en donde debe salir el cariño para que a todos les caiga un poco de aire fresco, de atención y de sonrisa. Buenas noches.