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viernes, 5 de abril de 2013

Yo nací por televisión




Yo nací por televisión. Del vientre de mi madre salió un monitor y lo colocaron en una cuna, que entonces se llamaba un 'moisés'. La teta y el biberón me lo daban por televisión y me vi obligado a rechazar cualquier chuchería que me ofreciera alguien que no tuviera acceso al monitor. Fui creciendo en pulgadas y cuando fui capaz de manejar yo solo el monitor, me llevaron a la escuela. Allí había niños que no tenían monitor y con los que me era muy difícil comunicarme, a pesar de que me ponían de frente a ellos, junto al maestro, para que me pudieran ver. Seguramente de entonces me viene ese deseo de huir de la gente, sobre todo de la que me habla y me pregunta cosas que yo no sé contestar. Salía poco de casa. De pequeño me llevaban en un cochecito, pero luego la tarea se hizo más difícil y a veces hasta imposible. Iba al fútbol y poco más. Estudié en la universidad a distancia porque me era más sencillo tanto estudiar como hacer los exámenes, que enviaba haciendo simplemente una conexión. Una vez sentí una interferencia muy fuerte y me enamoré de una chica que tampoco tenía monitor, pero que me entendía bien. Llegué a ser registrador de la propiedad. Era muy cómodo para mí, porque no tenía que tratar directamente con nadie. Luego, a un grupo de personas se le ocurrió que me metiera en política, lo cual me aterraba, porque ahí había que decidir cosas y eso nunca me ha gustado hacerlo. La fortuna hizo que encontrara en una ciudad gallega a un individuo que se parecía mucho a mí. Con un poco de maquillaje y el asesoramiento de un director teatral, logramos convertirlo en un calco de mi cuerpo. El problema era que este hombre no tenía ni idea de nada. Cuando se calentaba, echaba unas broncas terribles, pero nunca sabía lo que había que hacer, sólo protestar e insultar. La ventaja era que tenía una gran memoria y recordaba perfectamente todo lo que se le decía, pero cuando surgía un problema imprevisto, no sabía qué decir. Llegó un momento en el que las cosas se pusieron muy difíciles y era casi imposible que mi doble hiciera frente a las situaciones que se le presentaban, por lo que tuve que reservarlo para actos protocolarios en los que hubiera poco que hablar. En los actos importantes tuve que volver a aparecer yo, con mi monitor, que ahora ha crecido ya mucho y es de buena calidad. Sigo con mi problema de comunicación, pero tendrían que entender que yo he sido así desde pequeño y que estas cosas no tienen mucho arreglo. Lo sobrellevo como puedo y mi gran temor, lo que no me deja vivir, es que alguien, algún enemigo, de los de fuera o de los de dentro, me averíe un día seriamente y no haya técnico en el mundo que logre arreglarme. Cada uno lleva su cruz a cuestas -o dentro- como puede.