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martes, 24 de noviembre de 2015

Nuestro libro



He ido a una papelería cercana a casa a comprar un almanaque y me ha gustado ver en las estanterías nuestro libro, el último de la serie que desde los años noventa, aproximadamente, venimos publicando. Muy posiblemente, y gracias a la nefasta e impresentable labor del señor Wert, será también el último que se publique, dado el golpe enorme que el PP le ha dado a los ciudadanos con la supresión de la asignatura de Historia de la Filosofía. Esperemos que los que vengan sean más sensatos, más cultos y menos brutos que estos que aún se mantienen ahora.

lunes, 19 de enero de 2015

¡Joder! ¡Qué tropa!

Me levanto. Abro el País digital, un periódico últimamente nada sospechoso. Leo:

- La trama púnica salpica al 'número dos' de la Comunidad de Madrid. Leer.

- El Gobierno aumenta en un 10% el gasto en asesores a dedo en un año. Leer.

- El Consejo de Estado afea a Wert las prisas en su gran plan universitario. Leer

- Cospedal oculta en su declaración de bienes 12.00 metros de terreno. Leer.

- España se queda sin voto en la reunión clave del BCE. Leer.

Todo esto en un mismo día. Ellos siguen a lo mismo, a lo suyo. Nosotros seguimos a lo mismo, a lo nuestro, a la nada. No oigo ningún grito de protesta, no veo ninguna manifestación contra un Gobierno podrido de dinero y de ética. Será lo que queremos y lo que nos merecemos.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

¿Fuera Wert?





No estoy del todo de acuerdo con la petición de que Wert deba dejar el Gobierno por su tratamiento de las becas Erasmus. Yo no puedo ver a Wert. Me repele intelectual, moral y hasta físicamente, pero no es más que un fiel ejecutor de la cruel e inhumana política de este Gobierno del PP, al que los ciudadanos le importan un pimiento. Pedir la dimisión o el cese de Wert es como justificar que se quede el resto de peligrosos destrozadores de la democracia que forman esta banda. Si hay que pedir dimisiones, yo pido que se vayan todos.

martes, 29 de octubre de 2013

Más Religión. Más disparate.





El presidente en funciones del Gobierno, el Sr. Rouco Varela, le ha leído la cartilla, al parecer, otra vez a monseñor Wert y le ha dicho que como no ponga la Religión en el Bachillerato para que los chicos se atonten aún más, se va a condenar y, además, no van a votar al PP ni los curas ni las monjas ni la mayoría de los contribuyentes católicos. Monseñor Wert se ha apresurado a acatar las órdenes y se dispone a perpetrar en el senado el mayor disparate pedagógico de la historia reciente de España. El obispo Rajoy permanece mientras tanto callado, al igual que el pueblo fiel.

viernes, 11 de octubre de 2013

Wert no sabe nada

Wert no sabe nada de lo que ocurre en la educación. No sabe nada de política. No sabe nada de democracia. No sabe nada de cultura. No sabe nada del mundo en el que estamos. No sabe dónde está lo de delante ni lo de detrás. No sabe nada de nada, salvo que sabe lo que está haciendo. Yo lo echaría del Gobierno y de España, pero en patera.

Buenas noches. Oficio de monseñores





Ayer fue el día grande de monseñor Gallardón, soberano con cetro del dicasterio de Justicia. Su perorata en el Congreso fue adornada con la aparición estelar de tres pares de impúdicas e inadmisibles tetas ilustradas, que lograron que su intento medieval de gobernar el cuerpo de las mujeres fuera conocido -y, es de suponer que criticado y lamentado- en medio mundo a través de las crónicas de televisión. Aunque monseñora Mato no vio nada de nada y ni siquiera sabía dónde estaba la tribuna de invitados, las ultrarrápidas plegarias de monseñora Bañez, junto con la pronta reacción de las fuerzas antitetas de la casa, lograron reducir con cuidado a tan provocativas y protestantes señoritas.

Hoy ha sido el turno de monseñor Wert, destrozador del dicasterio de Educación. En su inmensa, bruta y sorda soledad, ha sacado adelante una ley educativa rancia, deshumanizadora, muy eficaz para máquinas insensibles, pero absurda para seres humanos, marginadora, segregadora e ignorante de cómo es la situación educativa del país.

Mientras tanto, el papa Rajoy sigue paseando su nada por los mentideros de la Villa y triturando un país en el que, por lo que se ve, a su silenciosa y plasmática santidad le sobran los jóvenes, las mujeres, los enfermos, los ancianos, los funcionarios, los artistas y los pobres.

Gran día hoy también para el presidente Rouco y sus ministros. Han logrado que vuelva a recorrer España ese rancio e insoportable olor a sotana sucia y sudada desde hace meses, ese que inundaba los colegios y las calles de un país perdido en el olvido y rescatado transitoriamente por una corte de meapilas y mercaderes sin escrúpulos. Y esperan también el presidente Rouco y su Gobierno recibir puntualmente este año, como todos, las dádivas concordatales que les permitan seguir con el kiosko abierto, a la espera de las eternidades prometidas.

Por lo demás, la tranquilidad ahí fuera es la nota dominante, a la espera de que la televisión se ponga a tono y que el fútbol caliente las neuronas más propicias.

Tú, amigo o amiga, sobrellévalo con entereza. No te olvides de que hay personas en el mundo y que es importante quererlas y decírselo, para que la niebla no habite en su alma y para que las ganas de vivir no sean eclipsadas por estos bárbaros tan listos, pero tan poco inteligentes. Buenas noches.

martes, 10 de septiembre de 2013

miércoles, 26 de junio de 2013

Buenas noches. Wert y los griegos






Los antiguos griegos, inventores de la democracia, idearon también un sistema para neutralizar la acción de aquellas personas que, por su comportamiento, eran un obstáculo para el buen funcionamiento de las instituciones democráticas. Se denominaba ostracismo. Consistía en que cada ciudadano inscribía en un trozo de barro (ostracon), procedente de los restos de la fabricación de las vasijas, el nombre de la persona que creía que entorpecía el funcionamiento de la sociedad. Si alguien obtenía la mayoría absoluta de los votos, debía abandonar la ciudad durante un mínimo de 10 años. Era un procedimiento muy higiénico que seguramente aliviaría nuestros problemas actuales, si empezáramos a aplicárselo, por ejemplo, a Wert y, luego, a todos los demás.

Este ostracismo debería aplicarse de día. De noche, el procedimiento debe ser justamente el contrario. Lo último que tendríamos que hacer, antes de echar el cierre, es recordar a las personas que no quisiéramos por nada del mundo que nos abandonaran. Sobre todas ellas sería bueno que una vez más formáramos nuestra nube de cariño para que cayera sobre ellas la refrescante lluvia de nuestro afecto. Buenas noches.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Las zapatillas de Wert


He descubierto recientemente las zapatillas en las que Wert tiene escrita su iedología. Helas aquí.


sábado, 3 de noviembre de 2012

El estilo del PP




He leído con intranquilidad, con desazón, con preocupación y hasta con un cierto miedo el artículo que Walter Oppenheimer publica hoy en El País con el título de “Trillo, un virrey en Londres”.

Lo puedes leer en este enlace, pero quiero entresacar algunas frases que me parecen, por una parte, terribles, y, por otra, muy significativas del estilo que practican los gobernantes del PP. Fíjate bien:
Las grandes empresas dijeron que sería un desastre ir contra la voluntad del embajador y que sería la muerte. Y amenazaron con retirarse de la Cámara. No tienen ni moral, ni principios, ni ética”, sostiene una fuente. 
...ahora tengo la sensación de que lo que se hacía hace 40 años durante la dictadura y lo que se hace ahora es lo mismo. No veo diferencia entre esto y los pucherazos del siglo XIX”, señala otra fuente. 
Esto es chavismo. Es anacrónico. Es una visión patrimonial del ejercicio del poder y de la Administración. Es la vuelta al derecho de pernada. ¿Cómo, que he estado ocho años cercando la ciudad y ahora que la he conquistado no puedo saquearla?”, ironiza otra fuente. 
La llegada de Federico Trillo está transformando la embajada en muchos sentidos. “Los actos han cambiado”, explica un asiduo a las recepciones. “Tengo la impresión de que hay un porcentaje muy alto de gente del Opus Dei. Una de las frases que más se oyen es ‘Nos conocemos de misa, ¿verdad?’. El 12 de octubre había hasta monjas. Nunca había visto monjas en la embajada”, añade.Trillo no oculta que es del Opus Dei y de misa diaria. Ahora, lo primero que se ve al entrar en el salón de espera es la talla de un santo. Él asegura que no es cosa suya. “Alguien me dijo, ‘mira, ha vuelto el santo’, dando a entender que antes no estaba ahí”, explica, como diciendo que otros, no él, habían decidido volver a ponerlo.

Hasta aquí las citas. Observo el estilo de Trillo. Me recuerda al estilo de Gallardón, de Fátima Báñez, de Wert, de tantos y tantos ministros, alcaldes y políticos del PP. Y mi conclusión me preocupa: en estos políticos hacen aguas la ética, la política y creo que también psicología, por ser suave en la descripción. No sé a dónde vamos a ir a parar, así, tan tranquilos. Qué horror.





viernes, 19 de octubre de 2012

Rajoy es responsable de Wert




Lo del ministro Wert supera ya todas las previsiones y todo lo permisible. Imagínate, lector o lectora, que tienes como empleado de tu empresa a un Wert que va por ahí dejando tu nombre y tu negocio ante la clientela como este ministro va dejando al Gobierno de España. ¿Cuánto tardarías en echarlo?

El ministro Wert, un aficionado a la política que ha demostrado una ineptitud brutal, una desvergüenza portentosa y una carencia de sentido del ridículo asombrosa, debería haber dimitido ya. Y si no lo ha hecho, debería ser cesado sin tardar más. A estas alturas del lamentable episodio Wert, Rajoy es ya el responsable directo de que siga ahí, diciendo y haciendo todas esas barbaridades con las que parece, además, estar gozando.

sábado, 13 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Wert no es tonto



Fotografía de la Cadena Ser

Wert no rectifica y asegura contar con el respaldo del Gobierno



Ya lo he contado aquí alguna vez, pero me ha vuelto a venir a la mente al observar las evoluciones (es un decir) del tipo este tan peligroso, el “ministro” Wert, con el que los dioses nos han castigado a través del voto de unos ciudadanos, al parecer, poco aficionados al conocimiento. Me refiero a la diferencia entre un tonto y un gilipollas.

El asunto me lo aclaró un curioso catedrático de filosofía con el que coincidí en un instituto, hace ya mucho tiempo. No recuerdo de qué estábamos hablando, pero era de algo que había hecho alguien. Se me ocurrió decir que aquello era una tontería, a lo que el preclaro profesor me respondió, muy tajante:

  • No. Eso no es una tontería. Es una gilipollez.
  • Bueno, hombre, más o menos es lo mismo ¿no? -le contesté.

Y muy serio, como si hubiéramos tocado una de las verdades esenciales de la existencia y fuera muy conveniente aclarar de una vez por todas la cuestión, sentenció:

  • No, señor. No es lo mismo ser tonto que ser gilipollas. ¿No sabe usted la diferencia entre un tonto y un gilipollas?
  • Pues no, acláremela, por favor -le dije.
  • Es que no se puede andar por la vida sin saber distinguir a un tonto de un gilipollas. Esto es muy importante.

Aquél hombre era un catedrático de los de toda la vida y yo era un pobre profesor que acababa de sacar la oposición y que llegaba a mi primer destino. Es posible que por eso me hablara de usted y desde arriba. El caso es que, muy en su papel, me contó lo siguiente.

  • Un tonto es alguien que se equivoca, que comete un error. Pero si a un tonto le explica usted que se está equivocando, si sólo es tonto, se da cuenta, reacciona subsanando el error o cambiando de opinión e, incluso, le pide disculpas por haberse equivocado. Un tonto, por tanto, tiene arreglo.

Su tono era pontifical, pleno de seguridad y de dominando la situación. Lo siguiente ya lo dijo más caldeado, como si en alguna ocasión hubiese sufrido algún tipo de consecuencias indeseadas relacionadas con lo que iba a decir.

  • En cambio, un gilipollas es un tipo que también comete errores, pero que no tiene arreglo. Ya le puede usted explicar al gilipollas en qué consiste su error, por qué se está equivocando o qué es lo que no está teniendo en cuenta, que, por principio, jamás admitirá que no tiene razón. Puede que, además, añada cosas tales como que él no se equivoca nunca o que el que está equivocado es usted, porque de eso él sabe mucho. El gilipollas no tiene arreglo y por eso es muy peligroso. Hay que huir de los gilipollas como de la peste. Y lo malo es que son muy abundantes. Están en todas partes. Vaya usted por donde vaya o entre en donde entre, siempre habrá algún gilipollas presente.

Yo lo miraba atentamente, asintiendo levemente con la cabeza y sin tener nada que aportar ante la calidad del retrato psicosociológico que me había hecho.

  • Veo que, al menos, ha aprendido usted algo útil hoy -dijo. Y cambiamos de tema.

Me pareció una distinción realista e interesante y, siempre que ha venido a cuento, se la he contado a los alumnos. Hoy, leyendo la insistencia de Wert en no rectificar, me he vuelto a acordar de aquella conversación y he llegado a la conclusión de que Wert realmente está equivocado, pero que no es tonto.

jueves, 11 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Qué di WERT ido es WERT




¡Qué majo es este Wert! Me recuerda a esos alumnos de los que en las juntas de evaluación no se puede decir nada bueno, salvo eso tan estúpido y tan vacío de “pero es muy majo”.

Es posible que la presunta majeza de Wert radique en su simpleza, en que no tiene doblez, puesto que dice las cosas como las piensa. Bueno, mejor dicho, como le vienen a la boca. Habla Wert con una naturalidad y una franqueza que lo hacen un ser transparente, como si la nada se pusiera traje y corbata y empezara a disparar por la boca palabras con forma de graciosa estupidez.

Wert es el embajador de la derecha profunda, del fascismo avanzado, del pasado hecho presente, del futuro imposible, de la mancha ideológica expansiva y de la ineptitud convertida en Decreto-ley. Es el que nos muestra con más generosidad cómo es el fascismo neoliberal y por eso la ciudadanía debe estarle muy agradecida. Qué lejos de Wert aquel aluvión de eufemismos peperos que convertían el discurso en una especie de poema de baja calidad. O aquellas tomaduras de pelo de Rajoy de sí o no o vaya usted a saber o como usted quiera, qué quiere que le diga. Aquí, con Wert, está todo claro, porque en el PP, cuando quieren hablar claro, sí que lo hacen. Ahora ya sabemos que lo que quieren de verdad es ser fascistas, actuar como fascistas, que todo el pueblo trague con lo que ellos quieren. En el fondo están convencidos de que tienen la verdad, toda la verdad sobre todas las cosas. Y, claro, esa verdad la tienen que imponer a todo el mundo.

Esas verdades, que a veces suelta el PP y que la gente se toma luego tan mal, son, en todo caso, muy simples, muy sencillas, y todo el mundo las puede entender. Por ejemplo, viene una crisis mundial y se les mete en la cabeza que hay que zapaterizar la crisis. Todo el mundo debe saber -desean ellos- que Zapatero fue el artífice de la crisis, de la subida de la prima de riesgo, de la caída de la bolsa y de que los bancos dieran hipotecas hasta a quienes no las querían. Saben estos linces que machacando cada día en todas partes una idea, la gente acaba creyéndosela, con lo que se pusieron manos a la obra y consiguieron que muchos se creyeran -y aún lo creen- que todo esto se debe a Zapatero.

Ahora, el afán de imponer sus ideas a todo el que se mueva les lleva -y nadie más autorizado que Wert para proclamarlo en las ondas- a defender la idea de que hay que españolizar a los catalanes, que no saben lo que se pierden con sus afanes independentistas. No hay ninguna razón de peso que impida, por ejemplo, que un inculto se convierta en ministro de Cultura o que un cateto quiera dar clases de elegancia. Esto puede que explique esa manía pueblerina de creer y expresar que como el pueblo de uno no hay nada y que todos deberían copiar lo que se hace en el pueblo, porque es lo mejor del mundo y el resto de pueblos no valen un pimiento. Ya se sabe que los catetos son pesados, inoportunos y disparatados, pero son muy majos y eso los salva.

Wert, además, atesora esa impagable cualidad neoliberal de crear cortinas de humo en el momento más conveniente, aunque sea al caro precio de darle votos al adversario. Si la cosa económica se pone mal y se quiere que la ciudadanía no lo advierta, se saca a Wert a que haga una bufonada y todo el mundo se queda mirando hacia él, en lugar de contemplar lo que no se quiere que se contemple.

Nunca agradeceremos suficientemente a Wert las alegrías que nos aporta con sus cosas y la claridad con la que vemos a ratos en qué consiste el new deal neoliberal. Es incomprensible que pidan ahora que dimita. Este Gobierno no sería el mismo sin la figura siempre gratificante de Wert. Es más, deberían ascenderlo y que luciera todo su esplendor, por ejemplo, en la cartera de Asuntos Exteriores. Que el mundo vea a Wert. ¡Pero qué majo y divertido que es!

sábado, 30 de junio de 2012

Disparate académico




Habló Wert y largó el disparate. Vuelta a las reválidas. Los problemas reales de la educación están en el principio, en el diseño curricular, y en el desarrollo, en los métodos pedagógicos y didácticos que deberían usar los profesores, no al final, no en los exámenes, pero estos políticos alejados del mundo real son incapaces de ver esto. Sólo miran a los alumnos buenos y a aquéllos a los que sus padres pueden pagarles profesores particulares. No han visto jamás a un alumno ni a un profesor, pero se permiten el lujo de opinar y de legislar sobre el tema. No sé si engañan con descaro o lo hacen porque están engañados ellos mismos. Ahora se les ha ocurrido rehabilitar las reválidas. Hasta ellos mismos no quieren llamarlas así porque dicen que les suena a antiguo. La cosa es tragicómica. Hasta los franquistas no las querían en su tiempo porque decían que sólo servían para estrangular el camino académico de los alumnos, pero aquí tenemos a estos dirigentes zoquetes, ignorantes y ocurrentes, capaces de descubrir otra vez el teorema de Pitágoras y asegurar que es algo nuevo. Esto se pone demasiado mal.

Puedes ver más información aquí.

viernes, 24 de febrero de 2012

Los peligros de Wert




El ¡ministro! Wert tiene dos peligros. Uno, el que encierra en sí mismo, por sus ocurrencias, por el fruto de su desconocimiento de los temas que trata y por lo atrevido de sus planteamientos. No incluimos aquí el aire de absurda superioridad con el que habla, porque esto es sólo peligroso, en principio, para su imagen. El otro es que va camino de convertirse en el payaso del Gobierno, en el tipo que llama más la atención y que dice las cosas más atrevidas y más dolorosas. Y, en este sentido, puede ser manejado para crear cortinas de humo que oculten transitoriamente otras cosas que el Ejecutivo quiera colar a los ciudadanos, pero que no interese que estos las piensen mucho. Es un señor que al parecer no tiene demasiados conocimientos, ni demasiada humanidad ni demasiado sentido político ni ni demasiada idea de igualdad y respeto ni demasiados complejos ni demasiadas otras cosas convenientes, pero que encierra en sí demasiado peligro. Creo que habrá que escucharlo teniendo en cuenta siempre lo que ocurre a su alrededor.

jueves, 2 de febrero de 2012

Ignorancia e interés



La derecha se ha caracterizado siempre por no tener suficiente información fiable y por tener un interés particular excesivo en los asuntos importantes de la sociedad. La izquierda, en cambio, suele poseer más información y más deseo de tenerla y su interés es más general, más de todos los ciudadanos.

Hoy el ciudadano Wert, a la sazón ministro de Educación, Cultura y Deportes -nada menos- ha mostrado con una simpleza brutal que es de derechas y que, a pesar de no tener información fiable y de perseguir intereses particulares de su partido, no tiene obstáculo en ser ministro ni en gestionar áreas tan cruciales para los ciudadanos del país como los que maneja.

Creo que ya todo el mundo se ha enterado de su impresentable argumento para eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Hay libros, según su pensamiento, que dicen cosas inconvenientes y, por lo tanto, hay que eliminar la asignatura. El disparate es mayúsculo, pero se convierte en ridículo cuando, además, se comprueba que esos libros citados ni son de texto, ni tienen que ver con la asignatura que se imparte en los Centros ni cosa por el estilo. Son libros que han sido usados por la prensa afín patra intoxicar la opinión pública y que este señor, sin ideas ni intenciones sanas, ha usado en beneficio, no de los ciudadanos, sino de su partido.

Una vergüenza, señor Wert.