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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Malos olores / 4



Hace días que no tengo ocasión de ponerme a escribir en el blog, que sobrevive de inspiraciones pasadas. Hoy me doy cuenta de que un hedor descomunal se ha instalado en el ambiente y tengo que quitar de delante la podredumbre que lo ha producido.

Resulta que un apestoso viejo de mente y demente cuenta de nuevo y sin rubor que se ha acostado en Japón con dos niñas de 13 años, a las que llama “las muy putas”, como si supiera lo que dice y lo que hizo con eso. La apestosa, antipática e ignorante dirigente de una Comunidad Autónoma justifica al viejo machista y pedófilo diciendo que la literatura es la literatura y que a otra cosa, mariposa. El apestoso encargado de comunicación del mismo partido de la dirigente añade, con dureza en la cara y en el alma y con los mismos afanes exculpatorios, que la política no debe confundirse nunca con la literatura. Parece que quieren dar a entender que los polvos japoneses eran simples polvos literarios imaginados por una mente desocupada y ocurrente. Por otra parte un apestoso escritor, que definitivamente se va a morir sin que yo lo lea, se atreve a insultar a un ministro porque lloró en el acto de su despedida. Ayer lloré yo y, mientras me secaba los ojos con el pañuelo, aproveché para mandar a hacer puñetas a este ilustre y estúpido usuario del lenguaje para decir tonterías. Y otro apestoso, un alcalde castellano, machista, irrespetuoso, zafio, basto y ordinario, confunde a una ministra con un objeto de deseo y lo dice en público como el que hace una gracia, haciendo realmente alarde de lo que de verdad es y sin que tengan ningún valor las barbaridades que escupió por su apestosa boca.

Hay una buena parte del país que tolera esto. Incluso que lo aplaude. Es una de las razones por la que me duelen mucho los recortes en educación. Mal futuro nos espera como no intentemos que se vaya tomando conciencia de lo que es una vida realmente humana y de los brutos que van copando los predios mediáticos y cuyas babas malolientes se van colando mansamente por cualquier resquicio que encuentran en su camino.