Mostrando entradas con la etiqueta Pablo Iglesias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pablo Iglesias. Mostrar todas las entradas

martes, 27 de abril de 2021

Abuso psicológico narcisista




 Óscar Sancho describe con mucho acierto en esta entrada de Facebook el trasfondo psicológico de algunas posturas políticas. Lo incluyo aquí porque creo que conviene conocer estos mecanismos, pensarlos y tenerlos en cuanta para conocer lo que pasa y no dejarse arrastrar por primeras interpretaciones.

Gracias a las últimas intervenciones públicas de Rocío Monasterio y a un magnífico hilo en Twitter de Ernesto Filardi que os animo a leer, he aprendido mucho sobre los entresijos del abuso psicológico narcisista. Quizá me haya llamado especialmente la atención porque hace años conocí a una chica que a veces actuaba así, y sufrí algunas de las consecuencias. Lo cierto es que creo que muchos hemos presenciado abusos parecidos, en la familia o en el trabajo, y me parece útil reconocerlos para darnos cuenta de lo inaceptables que son. Después de pensarlo con calma un par de días, he llegado a la conclusión de que aquella chica y Rocío Monasterio tienen algunas de estas actitudes en común:
1. Sienten que son especiales, y cuando alguien les roba un protagonismo que consideran exclusivamente suyo, atacan.
2. Se identifican como víctimas y llevan mal que pueda haber otras víctimas aparte de ellas mismas. Si las hay, no son de fiar. O mienten. Y en todo caso, siempre serán culpables de no haber expresado empatía con ellas antes.
3. Buscan los puntos débiles del otro para provocarlo. Manteniendo el gesto imperturbable para aparentar superioridad, intentan que el otro se enfade. Y cuando lo logran, utilizan ese enfado para crucificarlo. Como dice Filardi, es como “pegar patadas al perro hasta que ladre y así poder decir que hay que sacrificarlo porque está rabioso”.
4. Necesitan tener el control. Sentir que la correa de la conversación está en su mano y que pueden tirar de ella cuando quieran.
5. Bromean, sonríen, e incluso llaman a la calma. Tras lanzar la patada, se ríen sorprendidas: "Hay que ver qué escándalo armas, si no era para tanto".
6. Y tras crear el problema, te lo trasladan a ti por reaccionar, ("Iglesias baja la cabeza como un cobarde cuando le confrontan", dice Monasterio en la portada de un periódico), consiguiendo que el tema de conversación sea la reacción de su víctima y no lo que la ha provocado.
7. No dudan en recurrir a afirmaciones falsas, y, cuando se les demuestra que mienten, dicen que no han dicho eso, que has debido oír mal ("a ver si prestas más atención a lo que digo"). Lo que sea para echarte la culpa a ti y reforzar su victimismo.
8. En su egolatría, piensan que todo el mundo está con ellas: ("Todos los españoles quieren que se vaya, señor Iglesias").
9. Cada reproche también es munición para el futuro. En el próximo enfrentamiento, se utilizará cualquier afrenta previa para golpear. Si hay otro debate, la candidata podrá recurrir con mucha facilidad a un: "qué va a hacer, señor Iglesias, va a volver a marcharse como aquella vez en La Ser cuando le dije lo que dicen todos los españoles?"

Me dejo muchas cosas, pero lo que practica Rocío Monasterio en sus debates es maltrato. Maltrato psicológico de manual. Ojalá nunca tengáis que pasar por ello, y por lo tanto no tengáis nunca que aprender a defenderos. La mejor forma de evitarlo es señalarlo, aprender a reconocer que es un tipo de violencia igual de inaceptable y dañina que la física, y ponerle freno con todos los medios a nuestro alcance: votando, silenciando a los maltratadores y defendiendo la comunicación civilizada. 

viernes, 29 de mayo de 2020

Política Limpia



No me gustó nada el comportamiento de Pablo Iglesias ayer en la Comisión para la Reconstrucción Económica y Social del país.

Hay algo en lo que la derecha gana claramente a la izquierda, en muchos lugares, pero sobre todo, aquí. Es el asunto de la estrategia. 

La de la derecha es simple: no tiene grandes cosas que ofrecerle a los ciudadanos y lo único que busca es instalarse en el poder y lucrarse. Para conseguirlo le vale todo, y han elegido la crispación como el instrumento básico, porque esperan que insistiendo e insistiendo lograrán el desgaste del Gobierno. 

La de la izquierda es más complicada porque es más compleja. Tiene más que ofrecerle a los ciudadanos, pero para ello necesita una estrategia de pactos, de negociaciones, y eso, en medio de esta España, es sumamente difícil de llevar a cabo. Hoy, por ejemplo, se va a aprobar una Renta Mínima Vital para que 850.000 familias que no tienen ningún ingreso, puedan sobrevivir. Creo que esto debería ser un motivo de alegría para cualquier persona de bien. Incluso debería pedirse que cuando fuera posible, esta Renta subiera de cuantía, con las condiciones que fueran necesarias. Y, sin embargo, ni la ultraderecha, ni la derecha cada vez más ultra ni siquiera la Iglesia Católica están de acuerdo con esta medida. Como si no hubieran visto nunca las larguísimas colas de ciudadanos hambrientos que piden algo de comer. Si te pones en el lugar del Gobierno posiblemente entiendas que dialogar y negociar con estos señores debe de ser desagradable y desalentador.

Pero lo anterior no justifica que un miembro del Gobierno no tenga el aguante suficiente como para no caer en una provocación y para defender sus ideas sin hundirse en las redes de la crispación. Se puede estar de acuerdo en que un político no tenga inconveniente en dialogar con Puigdemon. ¿Por qué no iba a hacerlo? Otros, sin embargo, no lo harían, y ambas posturas son opinables, pero pasar de ahí a lo del golpe de estado (¿por qué diría esto?) revela algo que, en mi opinión, Pablo Iglesias ya había dado muestras antes de poseer: un globo en su interior que de vez en cuando se infla y empuja a salir al ego inflamable que posee. Un político maduro debería controlar esos impulsos y debería evitar caer en la chulería, porque este vicio psicológico destruye más que crea. Ese “Cierre usted la puerta” final no lo puede pronunciar más que un chulo, y la chulería suele intentar esconder a alguien que ataca para defenderse, que está inseguro y que tiene que echar mano de esos exabruptos para aparentar que es superior. Allá los chulos con su chulería, pero en un político que ocupa un cargo en el Gobierno estos comportamientos son improcedentes. Y, además, contraproducentes.

Ojalá este hubiera sido un episodio aislado. El caso es que por la tarde, hubo otro episodio parecido. Incluso al ministro Illa intentaron que hiciera lo que no quería.

¿Cuándo se podrá hacer política limpia en este país?

jueves, 28 de mayo de 2020

No todos son iguales



Ayer estuve viendo y oyendo la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Sentí una vergüenza y una indignación que aún permanecen en mi mente. Tanto el fondo como las formas que usó la oposición para controlar la gestión del Gobierno me produjeron un rechazo vital y puna preocupación fuerte por la situación de la democracia entre nosotros.
Podían haber preguntado por cualquier cosa, especialmente por las cuestiones que le preocupan a los ciudadanos, que somos quienes les pagamos. Y, sin embargo, ni la situación de la lucha contra la pandemia, ni el salario mínimo vital, ni qué se había hecho por intentar salvar los puestos de trabajo en Nissan y Alcoa preocupaban a sus señorías de la extrema derecha ni de la derecha cada vez más extrema.
Como vienen mostrando desde que se celebraron las elecciones, el único objetivo de esta oposición parece ser el de echar abajo como sea al Gobierno elegido democráticamente, para colocarse ellos -que perdieron las elecciones- en su lugar. Los ciudadanos les traen al fresco a estos señores. No les importamos absolutamente nada. Han estado dificultando constante e insistentemente la función del Gobierno en la lucha contra la pandemia, sin ofrecer a cambio más que la impresentable gestión realizada en Madrid. Solo buscan sus propios negocios, para lo que necesitan estar en el poder para hacer “sus” leyes y privatizar todo lo que se mueva. Es lo único que les importa.
Hace mucho que perdieron las formas. No sé si será un problema de la educación que recibieron o del odio que muestran en cuanto hablan, pero al estilo faltón, insultante, barriobajero, chabacano y de una expresión oral deficiente que muestran bastantes de ellos se une la constante desinformación, tergiversación e ignorancia de lo que ocurre, dando una impresión penosa y repulsiva. Sé que quienes son como ellos les aplauden y sé también que hay mucha ciudadanía que siente vergüenza ajena de que esto sea lo que vean nuestros jóvenes y, lo que es igual de nefasto, lo que observan en Europa.
No viví la guerra civil española, pero me puedo imaginar la situación de odio que se generó entonces. El odio es de las emociones más difíciles de controlar y puede alterar las funciones mentales de quien se ha dejado dominar por él. El odio no produce nada bueno en la sociedad en la que se instala. No solo hace daño a quienes son odiados, sino a los mismos que odian. Ayer pude ver un ejemplo de esto que digo. La diputada hispano-argentina-francesa del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, haciendo uso de bulos hace tiempo clarificados, y emulando a su colega Hermann Tertsch -a quien un juzgado le multó con 12.000 euros por atribuir falsamente al abuelo de Pablo Iglesias su participación en un asesinato, y con 15.000 más por decir lo mismo del padre- volvió a las andadas y, con el mismo tema, subió el listón de la mala educación a tal nivel que logró enfadar hasta a sus propios compañeros de partido por desviar el objetivo de su estrategia, que era desgastar al ministro Marlaska, y centrarlo en el padre de Pablo Iglesias. Es lo que tienen las muestras públicas de ignorancia, torpeza y odio.
Al menos una cosa me quedó clara en el espectáculo de ayer. Desde que hice mi tesis de licenciatura sobre el lenguaje político me di cuenta de lo peligroso que es el uso del término “todos”. Lo suelen utilizar mucho quienes se enfrentan a la realidad no observando y analizando, sino simplificando y generalizando. Una conclusión típica a la que llegan es la de que todos los políticos son iguales. Ayer los hechos desmintieron esta desafortunada y peligrosa afirmación. La oposición podía haber preguntado por lo que está haciendo el Gobierno en favor de los ciudadanos, pero no lo hizo. Podía haber usado un tono educado, propio de personas cultivadas, pero tampoco lo hizo. Y los miembros del Gobierno no entraron en esa ciénaga: contestaron con serenidad y con buenas maneras. No. No todos son iguales.

jueves, 9 de junio de 2016

Buenas noches. Collejas. Vino Marx



Aún no se ha hecho público, pero fuentes generalmente bien informadas han manifestado que, en estos días, Karl Marx ha abandonado durante unos momentos el refugio londinense que ocupa desde 1883 para dirigirse al domicilio de Pablo Iglesias. A su llegada, se materializó detrás del dirigente español, que estaba muy concentrado preparando su próxima visita al Papa, y le propinó una monumental colleja, justamente en donde empieza su coleta, a la vez que con voz firme, aunque algo afectada, le dijo:
-Esta, de mi parte.
Sin darle tiempo a reaccionar a Iglesias, le proporcionó otra de similar potencia, afirmando:
-Y esta, de parte de Engels.
En ese momento, el recipientario se pudo volver, situación que aprovechó Marx para añadir, mirándole a los ojos y con dedo índice extendido:
-Y no confundas más a los ciudadanos.
Según las mismas fuentes, Pablo Iglesias reaccionó entonces gritándole:
-¡Socialdemócratas, que sois unos socialdemócratas!
Marx hizo con la mano un ademán, como de querer decir: “Bah, déjame en paz”, y se esfumó.
En el brevísimo camino de vuelta a Londres, parece ser que declaró:
-Me vuelvo rápidamente a Londres, que allí se muere muy bien y en paz, y no me dan estos disgustos.