sábado, 9 de abril de 2016

Teatro. Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales



No hago crítica teatral, sino que cuento lo que veo y te recomiendo lo que me parece que tienes que ver. Hoy he ido a ver Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, título un tanto críptico y rimbombante para una comedia estupenda, en la que te puedes reír y sobre la que puedes pensar, si quieres.

Denise Despeyroux, autora y directora de la obra, es una prolífica escritora que tiene la virtud de que todo lo que le sale de su mente lo hace bien. Ha llegado a tener en cartel cuatro o cinco obras a la vez y todavía tiene un par de ellas preparadas para su estreno. Uno de sus logros es el de haber integrado el vídeo en el acto teatral, como si fuera un personaje más. Lo logra con el beneplácito de los espectadores y una eficacia escénica que hace que enseguida se acepte el mecanismo. Ya lo incluyó con éxito en Ternura Negra y ahora lo mantiene en esta obra con gran resultado.

La autora es filósofa y se le nota. Lo que ocurre es que es de las filósofas que se explica bien y a la que se le entiende. En esta obra fundamentalmente te ríes, pero si quieres pensar, puedes hacerlo. Te puedes dar cuenta, por ejemplo, de que lo que somos lo somos habitualmente en contra de alguien, llevándole la contraria a alguien para así afirmarnos como lo que creemos ser. Incluso hay veces en las que logramos ser en contra de nosotros mismos. O puedes tomar conciencia, entre risas, de que vamos evolucionando, de que no somos lo que creemos ser, sino lo que vamos siendo y que el futuro es algo de lo que no podemos disponer a nuestro antojo. Pero, en medio de tus posibles reflexiones, te ríes, disfrutas, el humor de calidad se te pone delante, muy cerca, y te puede.

El elenco de actores es espléndido. Ester Bellver hace una Casandra -que no le llamen Marisa- como si toda su vida hubiera sido así. No es un papel de relumbrón, pero las grandes actrices brillan en estos papeles en los que no tienen por qué brillar. Juan Caecero hace un Oliver muy completo, dando muestras en todo momento de su poderío escénico. Cecilia Freire tiene el papel más complejo y da gusto ver cómo lo domina, con qué naturalidad es capaz de desdoblarse y cómo resuelve las múltiples situaciones a la que sus papeles le invitan. Ascen López hace una madre muy peculiar, a medio camino entre antigua y moderna, y borda su papel, siempre metida en su personaje y facilitando con gracia alguna que otra sorpresa. Pepe Viyuela hace de actor invitado con la calidad que siempre muestra.


La obra es una gozada, de las que te seducen y te hacen olvidar por un rato de dónde vienes y a dónde vas. Sus representaciones terminan mañana domingo y parece ser que no se las van a prorrogar. Es una pena incomprensible, porque la obra da para mucho tiempo en cartel y para muchos buenos ratos en la sala. Yo sólo te puedo decir que intentes verla, si puedes. Está en la Sala de la Princesa, en los bajos del María Guerrero, en Madrid.

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