miércoles, 4 de marzo de 2015

Ética para todos 23. Hay que cumplir normas



Nunca termina uno de construirse como persona, de convertirse en un verdadero ser humano. En el fondo, la vida no es más que la tarea inacabable de intentar llegar a ser lo que uno es.

Pero el ser humano es un ser que crece únicamente cumpliendo normas, porque ni puede estar constantemente improvisando ni lo más propio de su vida es dejarse llevar por sus caprichos o por sus apetencias. Para cualquier cosa que haga deberá siempre seguir unas normas y, además, no cualquier norma, sino aquellas que lo humanicen, que lo desarrollen como un ser social y que pueda justificarse racionalmente él mismo. Quien vive sin seguir unas normas buenas, idóneas, adecuadas, permanece en un estado animal del que debería salir para humanizarse.

Digo esto porque, en general, carecemos cada vez más de una formación humana que nos haga ser personas. Y cada vez aparecen más seres que no sólo no cumplen normas, sino que no tienen ninguna noción de que deben hacerlo. Se está dando, en mi opinión, una vuelta atrás enorme y trágica, una animalización de la sociedad.

Hace pocos días me encontré con un ejemplo de esto que digo. Entré en el garaje de una urbanización que tiene forma de herradura, con un sentido determinado de circulación dentro de él y con una velocidad máxima permitida. Me encontré allí a un tipo joven, que circulaba en una moto a gran velocidad y en sentido contrario al establecido. Era todo un peligro para cualquiera que pudiera acceder al garaje y se lo encontrara avanzando en un sentido inusual. Me armé de valor, lo paré y le hice ver lo que estaba haciendo. El individuo, que no vivía en la urbanización, sino que era amigo de un vecino, lejos de pedir disculpas, o de sorprenderse, al menos, por que iba en dirección contraria, o de caer en la cuenta de que estaba poniendo en peligro posibles vidas, entre ellas la suya, lejos de eso, se le ocurrió decirme:

-Tiene usted razón sólo en parte.

Me di cuenta enseguida de que estaba hablando con un ser a medio hacer, una persona que tenía forma humana, pero que no sabía vivir como un ser humano. El muy bruto me explicó que como no había en ese momento nadie en el garaje, que no había peligro, que hacía año y medio que no usaba la moto y que la estaba probando, cosa que, al parecer no quería hacer en la calle y sí en el interior del garaje. Dado que con un ser así no se podía hablar, me di media vuelta y me fui. Pensé en llamar a la policía, pero aquí sólo acuden a cosas importantes.

Traigo este caso como ejemplo de persona ajena a la moral, que no cumple normas ni las deja de cumplir, sino que hace lo que le pide el cuerpo, sin más miramientos. Sospecho que este comportamiento responde también a alguna carencia mental, a la costumbre de no pensar ni razonar, que da lugar a este tipo de especímenes, tan cercanos al animal y, desgraciadamente, tan abundantes. Vamos mal.


En la próxima ocasión comentaremos la norma que tenemos pendiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Puedes expresar aquí tu opinión.