domingo, 20 de julio de 2008

Machismo4: BESOS

Con el post sobre la fiesta de la visibilidad lésbica quería yo contribuir a que se contemplara con naturalidad lo que no tiene por qué no ser natural.

Mira por dónde, hoy, 20 de julio de 2008, leo en la edición de Madrid del diario El País un artículo, firmado por Jesús Ruiz Mantilla, en donde se relata el suceso acaecido en Casa Parrondo, una tasca del centro de Madrid, y sufrido por dos mujeres que osaron darse un beso en la citada tasca. El texto completo se puede ver en la siguiente dirección http://www.elpais.com/articulo/madrid/Dame/beso/Parrondo/elpepiespmad/20080720elpmad_8/Tes/

Pongo aquí un resumen del mismo que me parece suficiente para hacernos una idea de lo que habita en el país.



"El jueves que viene regresarán los muerdos a la puerta de Casa Parrondo. Allí estaremos, puntuales, como esta pasada semana. Después de que el dueño de la sidrería echara a patadas a dos mujeres por besarse en la boca, habrá que presentarse por el local a escanciar unos buenos rechupetones en los morros.
No deberíamos admitir ni un solo ataque más contra nuestras libertades conquistadas. El hombre, animalito, las puso en la calle al lindo y civilizado grito de: ¡Guarras! ¡Putas! ¡Este lugar no es para vosotras y lo que os pasa es que no habéis conocido nunca una buena polla..! Hay que decirlo todo seguido porque si no, no te sale humo de la cabeza ni se te inyecta pura sangre española en los ojos.

Yo me plantaría todos los jueves delante del local hasta que el hombre saliera y nos diera un beso a todos y a todas las miembras y los miembros de la protesta. Un buen pico que le hiciera entrar en dimensiones desconocidas, un señor morreo con lengua que acabe con sonoros besazos de ventosa por toda la cara mientras cantamos All you need is love y Asturias patria querida.




Pero antes habría que enseñarle. El pobre Nicolás Parrondo sufre sin duda serios problemas de afecto. Deberíamos hacer un esfuerzo por comprender estas cosas. Si no, fíjense en los detalles que esgrime en su defensa. Dice que las dos buenas mujeres se sacaron una teta y que consumieron drogas. Imaginen el sainete. Lo primero, no creo que le asuste tanto. Salvo que viera en el gesto de los pezones al aire su ración de impertinente indirecta: la sugerencia de mejorar los ingredientes nocivos que le debe echar al arroz con leche. De lo segundo, que no se haga el estrecho porque entiende. ¿Hay mayor estupefaciente en este mundo que una fabada como Dios y la Santina mandan o un buen Cabrales?

Pero yo le pediría al amigo Nicolás Parrondo, antes de que desinfectara el local de grasaza y limpiara el suelo de serrín, palillos y cáscaras de mejillones, que arrojara las telarañas por un desfiladero. Es difícil. Hay que hacerse cargo. Más en un país en el que los popes del pensamiento Cromagnon confunden los términos. (…)

Pero altercados como el de Casa Parrondo empiezan a ser sólo anécdotas en este maravilloso Madrid, una ciudad que, por mucho que algunos se empeñen en cerrar como coto ultramontano, se abre cada día más, vive a fondo una sana libertad. Hace poco tiempo, Parrondo no hubiese tenido que soportar el presunto insulto de un beso entre las cuatro paredes grasientas y cutres de su cantinorra. Dos mujeres no se habrían morreado en público. Hoy, el prototabernero se ve obligado a aguantar que le digan basta a las puertas de su casa.




Vamos por buen camino. No deberíamos admitir ni un solo ataque más contra nuestras libertades conquistadas. No hay que ceder ni un milímetro, ni un gramo en los derechos que nos hacen más iguales y más felices. Hasta que cada sujeto por civilizar consienta en la calle sencillas muestras de amor, mucho más saludables y edificantes que sus vicios y su querencia por la zopenca intolerancia. Así que, anda, bobo, no seas tímido, déjate llevar, no te me amargues y... ¡Dame un beso, Parrondo!"

1 comentario:

  1. Por suerte o por desgracia yo conozco bastante bien a Nicolás, aunque quizás más a su hermano, que es quien regenta la tasca.
    No se si decirte que es algo que me esperaba de él. Es un tio majo, aunque con bastantes ideas propias de no haber salido nunca de algún pueblo perdido de los Picos de Europa.
    A ver si acabamos ya con la homofobia, a ver si se dan cuenta de que los enfermos no somos nosotros, sino ellos.

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